Entre el alivio y el recelo, Chile compra cada vez más energía al país
La Argentina volvió a exportar petróleo a Chile después de 17 años; parte de la sociedad chilena aún recuerda el corte abrupto del suministro aplicado por Néstor Kirchner en 2006
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La Argentina está transitando un año bisagra en el sector energético, que se ve reflejado en un dato concreto: después de 17 años, el país volvió a exportar petróleo a Chile y la Secretaría de Energía aprobó también ventas de gas con contratos firmes, es decir, que no se pueden interrumpir. Esta buena noticia, sin embargo, genera preocupación en una parte de la sociedad chilena, que desconfía todavía de la Argentina por sus acciones del pasado.
En 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, la Argentina cortó abruptamente el suministro de petróleo y de gas a los consumidores industriales chilenos. Luego de la salida de la convertibilidad, las tarifas energéticas se congelaron en pesos durante años por decisión del entonces presidente y su ministro de Planificación Federal, Julio De Vido.
La medida generó un desincentivo para la inversión y la producción comenzó a caer. Ese fue el inicio del fin de los famosos “superávit gemelos”, que Kirchner siempre destacaba cuando hablaba de la cuenta fiscal y la balanza comercial. La Argentina pasó de exportar a importar energía y se destinó parte de los ingresos del Estado a subsidiar a toda la población por igual.
“Chile no quiere tener su ‘Rusia argentina’”, dicen algunos chilenos, en referencia a la dependencia de Europa occidental con Moscú, que vendía energía más económica porque se enviaba por ductos, a diferencia del mayor costo logístico de los barcos que transportan el gas natural licuado (GNL) y el petróleo. La invasión de Rusia a Ucrania puso a la luz esa situación y provocó un aumento en los precios que hace años no se observaba en el viejo continente.
“Va a ser necesario mucho trabajo para poder recomponer las relaciones de confianza”. Esa declaración no la hizo un líder europeo, sino Michelle Bachelet, la entonces presidente chilena, en julio de 2006, luego de que el gobierno de Kirchner tomara la decisión de cortar el suministro de gas.
El contexto argentino y chileno es distinto de hace 17 años. La Argentina encontró en Vaca Muerta una nueva fuente de gas y petróleo, que hizo disparar la producción. La industria necesitó aumentar la capacidad de transporte con un nuevo gasoducto y con obras de ampliación de sus oleoductos.
Entre esas obras, se terminó de acondicionar el oleoducto trasandino (Otasa) de 427 kilómetros de extensión a Chile, que se encontraba inactivo desde 2006. Durante mayo, Enap compró 692.000 barriles de petróleo y en junio, 1,2 millones de barriles, a modo de prueba para ver el funcionamiento del ducto. Ahora comienzan las negociaciones para firmar contratos de más largo plazo y por mayores cantidades. El oleoducto tiene capacidad para exportar 115.000 barriles diarios de petróleo (3,45 millones por mes), que a precios actuales podría representar ingresos de divisas por US$240 millones al mes.
Para Chile, la mayor producción argentina también significa una buena noticia, según explican en el país vecino. Chile tiene solo dos refinerías (la Argentina tiene seis), que son de la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP), una de las pocas compañías que quedaron en manos del Estado chileno. Alrededor del 65% de la nafta y el gasoil que se consume en ese país es refinado por ENAP. La empresa estatal es la única que importa petróleo, el resto de las compañías compran del exterior directamente la nafta y el gasoil (el producto final).
Según explican en Chile, por el cambio climático, toda su zona costera tiene cada vez más marejadas, el mar está más revuelto y eso complica la maniobra de los buques que deben “enchufarse” en las monoboya para hacer la descarga de petróleo. Para las empresas, esto puede llegar a tener un costo de US$100.000 por día, ya que el buque debe hacer tiempo en altamar. Por lo tanto, en Chile ven con buenos ojos la alternativa de comprar crudo por el oleoducto transandino.
Chile, además, implementó un plan de descontaminación ambiental, que propone reducir 30% las operaciones de los buques que llegan al puerto de Bahía de Quintero, donde hay 19 empresas, de las cuales ocho se dedican a la energía. “Por razones climáticas y medioambientales, se hace más atractivo traer crudo de la Argentina porque nos ayuda en la operatividad”, explicaron en el sector energético chileno. Chile consume alrededor de 350.000 barriles de petróleos diarios (la Argentina, casi 700.000).
Chile, sin embargo, no dependerá completamente de las exportaciones argentinas, como teme una parte minoritaria de la sociedad, ya que solo ENAP tiene capacidad para refinar ese crudo. La empresa estatal, a su vez, proyecta que de las compras totales que hace de petróleo, el argentino representará entre 20 y 30%.
En cuanto a gas, las empresas argentinas exportan 11 millones de metros cúbicos diarios (m3/d) de gas en verano a Chile y 4,5 millones en invierno.
Nuevo puerto para exportar petróleo
Mientras que crecen las exportaciones de gas y petróleo a Chile, las empresas en la Argentina miran con atención los planes de YPF, que planea construir la terminal de almacenamiento y exportación de crudo más importante de Sudamérica, en Punta Colorada en la provincia de Río Negro.
Actualmente, la Argentina exporta petróleo a través del Puerto Rosales, en Bahía Blanca, pero la industria necesita un puerto de aguas más profundas para que puedan llegar al país los barcos Panamax. El proyecto de YPF planea colocar dos monoboya en el agua y la construcción de 20 tanques de almacenamiento. De esta forma, el país podría exportar alrededor de 300.000 barriles diarios adicionales de petróleo por el Atlántico.
Además, se deberá construir un nuevo oleoducto de 600 kilómetros para conectar la costa de San Julián con Vaca Muerta, que tendría una capacidad de transporte de hasta 750.000 barriles diarios. Todo el proyecto requeriría una inversión de US$2500 millones.
Al momento, faltan realizar las audiencias públicas en Río Negro para aprobar la construcción de la terminal y del puerto. Para ello, es necesario presentar el estudio de impacto ambiental, ya que cerca de esa zona, en la península Valdés, se encuentra la célebre reserva natural donde se aparean las ballenas. En el sector privado dicen que en ese puerto ya hubo actividad industrial durante mucho tiempo, cuando se instaló una empresa de acero.
“El plan de la industria es que la exportación de GNL se concentre en Bahía Blanca, mientras que la de petróleo sea desde San Julián. Si todo funciona bien, ese es el plan, pero en el medio está la Argentina”, dicen en el sector.
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