Teletrabajo como propuesta que agrega valor a la empresa
Todo proceso revolucionario lleva en sus raíces una gran fuerza transformadora. Mientras que la Revolución Francesa gestó el fin de la monarquía absoluta en 1789, el boom industrial de entre fines del siglo XVIII y principios del XIX alteró por completo los sistemas de producción.
En la última parte del siglo XX, otro cimbronazo puso en jaque el orden existente. Con el auge de Internet florecieron una infinidad de nuevos hábitos de comunicación entre las personas. El crecimiento exponencial de la tecnología permitió el desarrollo de una aldea virtual omnipresente. Redes sociales, celulares inteligentes, mensajes instantáneos y conexiones Wi-Fi surgieron por doquier. Todo cambió, una vez más. La relación hombre
trabajo no fue la excepción.
Internet comenzó como una herramienta de corto alcance y con el paso de los años borró cualquier límite imaginado. En este contexto, el trabajo fuera del ámbito de la oficina pasó de ser un sueño de ciencia ficción a una práctica instalada en organizaciones de todo el mundo. La tendencia fue consolidándose como una alternativa interesante de numerosas ventajas para sus beneficiarios e impulsores.
El teletrabajo, una forma distinta de organizar el trabajo de manera remota, se convirtió en una práctica habitual. ¿Por qué? La respuesta es tan simple como profunda: porque hace felices a las personas. El psicólogo estadounidense Abraham Maslow decía que las necesidades de seguridad (empleo, recursos, moral, familiar, salud, etcétera) se ubican en la base de nuestra pirámide motivacional. Es de esperar, entonces, que las personas busquemos hacer aquello que nos gusta, del modo que nos apetezca. El teletrabajo es un camino que va en esa dirección. Así de sencillo.
Sin embargo, la escalada del home office no puede atribuirse exclusivamente a las posibilidades que garantiza la tecnología. Existen causas socioculturales que explican su verdadera dimensión.
El teletrabajo acompaña los movimientos orientados a una mayor flexibilización de las condiciones de empleo para mejorar la calidad de vida. En esencia es una herramienta que se adapta a grandes, medianas o pequeñas empresas, organizaciones públicas y privadas, con o sin fines de lucro. El alcance no distingue tamaños ni rubros.
En el ámbito de las empresas, una nueva generación de jóvenes profesionales, denominada Y, propuso un viraje en el modo de concebir el trabajo. Gradualmente, el paradigma basado en el cumplimiento de horarios, disposición de los profesionales en la oficina y liderazgos predominantemente verticales empezó a ser cuestionado.
El gen Y no deja de ser una etiqueta reduccionista, pero resulta muy útil para bosquejar algunos gustos e intereses de una fuerza laboral que contrasta con los Baby boomers y los X, y que ya representa el 45% de los recursos humanos activos en la Argentina.
Los cambios impulsados por los Y despertaron una tensión intergeneracional que aún sigue vigente. Mientras que los jóvenes abogan por un modelo que exprese sus intereses, quienes están acostumbrados a los formatos tradicionales luchan para que prevalezca la vieja escuela.
El teletrabajo aparece aquí como una salida para descomprimir la tensión. Las empresas que mejor lo comprendan tendrán más posibilidades de ganar la batalla por los mejores talentos.
El autor es CEO de Jobbing
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