Taylor Mason de Billions, la pandemia y la aceleración de la energía renovable
En la última temporada de la serie Billions, Taylor Mason, el personaje no binario y extremadamente inteligente que compone la actriz Asia Kate Dillon, decide armar un "fondo de impacto", con inversiones en empresas no contaminantes y con modelos de negocios de la denominada economía circular. Los episodios se filmaron el año pasado, cuando el cambio climático se posicionaba como "la gran narrativa global": luego de los desastres del Amazonas brasileño y de los incendios de Australia, por ejemplo, fue el principal tema de agenda en el último Foro de Davos, que se realizó en enero pasado (aunque parezca que pasaron mil años).
La pandemia desplazó el eje central de debate y la primera especulación fue que la crisis económica asociada al Covid -el combo de petróleo barato y postergación de inversiones- iba a demorar las prioridades de la agenda verde. Hay, sin embargo, cada vez más expertos que piensan lo contrario: que al igual que sucede con otras tendencias que se venían desplegando y pisaron quinta a fondo (teletrabajo y remotización en general, por citar las más obvias), la producción de energía renovable también está entrando en un turbo-acelerador gracias a la pandemia.
"En el ámbito de emprendedores, startups y especialistas nunca se vio una discusión tan apasionada: estamos presenciando en vivo y en directo cómo las empresas de tecnología y los fondos de capital de riesgo se reconfiguran para ser parte de la solución a los desafíos que representa el cambio climático", dice Alexis Caporale, autor de El futuro de la energía.
"La salida de la crisis económica es una oportunidad para saltear etapas e ir más a fondo. Estamos viendo cómo se multiplican fondos de inversión especializados en ?tecnología verde', ?tecnología para el clima' y ?tecnología resiliente'. Y hubo avances muy importantes en la forma de medir el impacto de cada empresa y de cada fondo para alinear esfuerzos", continúa Caporale. Como ocurre con Taylor Mason en Billions, se está diluyendo el trade off (variables que se mueven en sentido inverso) entre la preocupación ética y las ganancias, con algunas tecnologías que muestran patrones de exponencialidad más explosivos que el de los chips de las computadoras.
"En los últimos 10 años vemos que la reducción de costos en paneles solares y en sensores (internet de las cosas) es de entre 5X y 10X", coincide Tomás Ocampo, un abogado argentino con posgrados en ingeniería y en negocios en Stanford, que vive en la costa oeste de los Estados Unidos y trabaja para el fondo de inversión de YPF.
El obstáculo principal de la vía solar sigue siendo la intermitencia (dificultades de almacenamiento que hacen que sea necesario que haya sol en el momento en que un usuario demanda energía). "Pero aún en esta avenida estamos viendo cambios revolucionarios como el que propone Chris Clack, de la Universidad de Colorado que muestra que, aunque el clima es impredecible, si todo el sistema está integrado en algún momento hay recurso en alguna zona para atender demanda en otra", completa en diálogo con la nacion.
Para Ocampo, hay varios motivos para pensar que el Covid acelerará el avance de los renovables. Uno es financiero: las bajas tasas de interés, producto de los esfuerzos de los gobiernos para reactivar la economía, vuelven más atractivas a las inversiones en plantas de energías renovables.
Los establecimientos de energía tradicional requieren una inversión inicial y luego que se hagan desembolsos en insumos todos los meses. Las fuentes solares y de viento demandan más plata al principio (up front), pero luego tienen el recurso gratis, por lo cual se trata de una estructura más sensible a las tasas de interés bajas.
Hay otros factores que impulsan la aceleración, según Ocampo, como los cuidados referidos al trasporte público por el distanciamiento obligatorio, que hace que sean más atractivas las opciones de micromovilidad y vehículos eléctricos y autos compartidos en general. Hay, además, una preocupación generalizada por la fragilidad de nuestra existencia (que el Covid puso bien en blanco sobre negro) y que se traslada a la agenda de la crisis climática. Finalmente, las cuarentenas mostraron en algunas ciudades altamente contaminadas cómo el aire se vuelve más respirable y el cielo más celeste cuando retroceden las emisiones tóxicas.
Diana Fox Carney, de Pi Capital, comentaba recientemente que durante la pandemia un 45% de los estadounidenses dijo estar evaluando pasarse a un auto eléctrico, y un 17% afirmó que ya decidió hacer eso en su próxima compra. Otro informe del analista de inversiones Assad Hussain (especialista en tecnologías emergentes de PitchBook) recomienda comprar acciones de empresas dedicadas a la provisión de viajes compartidos que, según su visión, tendrán un boom especialmente en Europa y en Asia debido a la retracción del trasporte público tradicional.
En el debate energético es muy difícil encontrar voces no sesgadas: la mayoría trabaja para los incumbentes (petróleo, gas) o para quienes quieren desplazarlos (energías renovables), ya sea como inversores o como consultores. Una de las opiniones que suele caracterizarse como neutral es la del checo radicado en Canadá Vaclav Smil, un académico que asegura que "no tiene nada para venderle a nadie" y, por eso, sus análisis son seguidos con mucha atención por, entre otros, el dueño de Microsoft, Bill Gates.
Smil asegura que estamos viviendo una "cuarta transición energética" (la primera se dio cuando el homo sapiens pudo dominar el fuego; la segunda, con la agricultura -conversión de energía solar a alimentos-; la tercera, con los combustibles fósiles, y la cuarta es la actual, con el ascenso de las fuentes renovables). Pero Smil cree que, al igual que sucedió con las anteriores transiciones, esta durará décadas, sencillamente porque la proporción de energía tradicional (90% de los 18 terawatts de energía primaria que hoy consume la tierra para generar un PBI global de 100 billones de dólares) es enorme y se irá modificando en el margen.
Del lado de los impulsores de las energías limpias hay contra-argumentos. El primero: no nos quedan décadas para esta transición. Semanas atrás, en el momento más estricto de la cuarentena global, las emisiones planetarias se redujeron un 17%, un nivel que es, según los ambientalistas el mínimo a bajar en forma sostenida durante diez años para no seguir empeorando la situación de contaminación.
El otro argumento es que las noticias que vienen apareciendo en los últimos meses sobre renovables hablan de una velocidad de baja de costos que ni Taylor Mason en una venta de su fondo de impacto a inversores sería capaz de empardar en optimismo. "En la actualidad, literalmente vemos precios que en análisis recientes se pensaba que se iban a conseguir dentro de décadas", dice Ramez Naam, del área de Energía y Medio Ambiente de Singularity University.
Para ponerlo en otros términos, "la energía solar está alcanzando en 2020 precios que no esperaba ver hasta 2035; que la IEA (International Energy Agency) en 2014 no pronosticaba sino hasta 2050 y que la misma organización en 2010 aseguraba que jamás se alcanzarían". Naam comentó esto en una entrada reciente de su blog. Y terminó su posteo con una alusión a la canción de Los Beatles que hoy más eriza la piel de los empresarios de gas y petróleo: "Here comes the sun" ("Aquí viene el sol").
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