¿Suerte o mérito? Se repite con Alberto Fernández la fórmula que benefició a Néstor Kirchner
Un día antes de que el Congreso nombrara presidente a Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín convocó a su departamento de la avenida Santa Fe a José Ignacio de Mendiguren, hoy activo funcionario del Frente de Todos. El líder radical le propuso sumarse al nuevo Gabinete con una narración espeluznante: el futuro gobierno tendría el menor poder para enfrentar la mayor crisis política, económica y social de la historia, con una construcción cimentada en retazos del peronismo y del radicalismo bonaerense, así como algunos "náufragos" -palabras de Alfonsín- del Frepaso.
Los temores del expresidente no se concretaron. No sólo porque Jorge Remes Lenicov hizo el trabajo sucio que luego potenció Roberto Lavagna, sino también porque el mundo reorientó la proa para empujar al país hacia la costa. Es que la valoración final que el electorado hace de una gestión económica tiene mucho que ver con cosas que no se deciden en el Palacio de Hacienda, aunque quien emite el voto no lo sepa.
Carlos Andrés Pérez gobernó por primera vez Venezuela entre 1974 y 1979. Su administración coincidió con el boom de los precios del petróleo y dejó el gobierno con una aprobación récord. Diez años después volvió a ganar las elecciones con la promesa de recuperar el brillo del pasado, pero su paso por Miraflores coincidió con precios del crudo que estuvieron en un piso histórico. Pérez tuvo manifestaciones en contra, sufrió dos intentos de golpe de Estado y debió abandonar el poder.
La escena anterior está retratada en un trabajo de politólogos de la Fundación Getulio Vargas y muestra correlaciones sugestivas. En países como la Argentina, hay una estrecha relación entre la tasa de interés norteamericana que regula la Reserva Federal (FED), el precio de los commodities -entre los que se destaca la soja- y la valoración social de un Presidente.
Se trata de una combinación que podría traerle a Alberto Fernández respuestas que no encuentra en su política económica. En medio de una brecha entre cotizaciones del dólar que enciende expectativas devaluatorias y el cepo, en las últimas horas algunos indicadores se pusieron en verde. Algo similar les ocurrió a Néstor y Cristina Kirchner, que se diferenciaron de la situación de Fernando de la Rúa y de Mauricio Macri.
Invertir en Estados Unidos es para el mundo financiero la decisión más segura del mundo. Cuando la FED sube la tasa, además, resulta remunerativo. Es por eso que cada incremento actúa como una aspiradora que se lleva hacia el Norte los dólares de los países emergentes, que devalúan sus monedas.
En cambio, los dueños del dinero tienen mayor predisposición al riesgo de naciones como la Argentina cuando el premio en EE. UU. es bajo. La soja, en tanto, es la salvaguarda de la Casa Rosada para ingresar dólares de manera legítima. En el primer semestre del año puso un tercio de las divisas que entraron al país. La cuenta es fácil: si sube el precio de lo que vendo, como está ocurriendo en el último tiempo, ingresarán más dólares.
Vistos con esos anteojos, los gobiernos de Fernando De La Rúa y de Néstor Kirchner son dos caras de la moneda. Es difícil defender la gestión de la Alianza por sus resultados económicos, pero una mirada retrospectiva arroja que tenía pocas chances de éxito más allá de las personas a las que les tocara gobernar. El 3 de julio de 2000 la tasa norteamericana llegó a un techo de 7,03%, mientras que la tonelada de soja costaba US$177.
Pese a su discurso virulento hacia EE. UU., la edad de oro del kirchnerismo tiene mucho de anglosajón. Su administración comenzó con tasas mucho más bajas que las de De La Rúa -en agosto de 2003 rondaban el 0,86%- y un precio de la soja en ascenso. Eran, además, dólares que valían más que ahora, dado que también fueron presa de la inflación norteamericana.
En la gestión de Cristina Kirchner las tasas norteamericanas subieron hasta la crisis de Lehman Brothers, aunque luego cayeron e inauguraron el ciclo de dinero más barato de la historia. El mundo se llenó de inversionistas dispuestos a prestar plata a bajo precio, pero la Argentina no pudo aprovechar esa oportunidad. Un país en default no era lo suficientemente interesante y condujo a la gran ironía de ese mandato: mientras era fácil para todos conseguir dólares, el Banco Central dispuso un cepo cambiario. Incluso en eso la gestión de Alberto Fernández puede seguir a la de sus antecesores kirchneristas. Está en la sabiduría del Presidente, quien en la campaña sostuvo que el cepo cambiario modera la salida de dólares, pero también su ingreso. No hay motivos para pensar que el funcionamiento planetario haya cambiado con su llegada al poder.
Cristina Kirchner se benefició, al menos, de la soja. El 30 de agosto de 2012 es un día para remarcar en el calendario: llegó a US$683 la tonelada. Envidia para De La Rúa, la tasa estaba en 0,14%.
El matrimonio Kirchner y el frente externo se conjugan en una paradoja: aunque el primero mostró su aversión a EE. UU. y el desprecio por la botánica del "yuyito", las variables atadas al dólar le jugaron a favor en largos períodos de sus gestiones. No puede decir lo mismo Mauricio Macri.
Casi al mismo tiempo en que Cambiemos llegaba al poder con la decisión de tomar deuda para financiar el gradualismo, la FED decidía salir de la tasa cero a la que había entrado en 2008.
Los críticos de Macri tienen un argumento contundente: nadie del equipo económico puede decir que no sabía qué iba a ocurrir. Un exministro que talló en materia económica recordó hace dos semanas en una conversación privada esos días con una mirada crítica. "Llenamos el mundo de riesgo argentino", resumió.
Los resultados de la nueva política monetaria en EE. UU. fueron contundentes en el plano doméstico. Mientras Donald Trump protestaba en el Norte, Macri sufría la devaluación. Otro argumento para la crítica: el peso argentino perdió más que otras monedas emergentes.
La pandemia volvió a aplicar sobre la tasa norteamericana un efecto similar al desplome de 2008. Sanitaria o financiera, una crisis es una crisis y desde abril pasado hay un período de tasa cero. Ya se anunció, además, que durará por lo menos hasta 2022. Karma del kirchnerismo: es posible que el cepo impida acceder a todos los beneficios del dinero barato y, pese al contexto, el peso se sigue devaluando.
Al menos el campo hará su aporte. Más por automatismo que por convicción propia. El precio de la soja está en ascenso. Hubo un pico en septiembre pasado. Luego bajó y se estacionó un tiempo en los US$400 hasta superar hoy los US$500. Acompañan el trigo y el maíz.
Estos datos y sus proyecciones están en la cabeza del equipo económico y del Presidente desde hace meses. En ocasiones en que las respuestas no provienen de los jugadores que están en la cancha, el primer empujón puede llegar de la tribuna.
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