Subte, cafés y clases de zumba: ¿será el Covid-19 un misil atómico para las megaciudades?
Uno de los mejores divulgadores sobre la agenda de la creatividad, Steven Johnson, tiene una hipótesis sobre el aumento de la innovación en la sociedad moderna que involucra al surgimiento de grandes ciudades, a la salud de la población y a los hábitos y costumbres urbanas. En su libro De dónde surgen las buenas ideas (2010), Johnson escribió que la efervescencia de invenciones que tuvo lugar en Inglaterra en la etapa previa a la Revolución Industrial tuvo que ver con un nuevo hábito que se extendió por Londres y otras ciudades de ese país en los siglos XVll y XVIII: las cafeterías donde las mentes más brillantes se sentaban a discutir, hacer negocios y compartir conocimiento.
Johnson cuenta que hasta entonces, los lugares de encuentro estaban básicamente llenos de gente borracha, porque la mala calidad del agua volvía casi obligatorio tomar alcohol para no enfermarse. Pero el café solucionó este problema y multiplicó la magia de los "momentos Eureka" que fueron la chispa de la Revolución Industrial. Londres se encaminaba por entonces a ser la primera ciudad con más de un millón de personas desde la Roma antigua y Alejandría, que también llegaron varios milenios antes a superar el millón de habitantes antes de colapsar.
Otro gran libro de divulgación, Scale (2017), del físico Geoffrey West, le agrega al cóctel de innovación y dinámicas urbanas el prisma de los sistemas complejos. Para West, hay economías de escala en las grandes ciudades que hacen que la gente que vive allí gane más y que surja una mayor cantidad de ideas de estos contextos. "Cuanto más grande es la ciudad, mayor es la cantidad de interacciones, creatividad e ingresos de las personas, y también es mayor el grado de crimen, enfermedades, entretenimiento y oportunidades que experimentan sus habitantes -dice West-, y todo a un costo que requiere menos infraestructura y energía por persona. Esta es la genialidad de las ciudades". Como en las economías de red, el agregado de una parte adicional implica un aumento más que proporcional en el sistema.
Pero, como sistemas complejos, las ciudades también son entes asimilables a un organismo vivo, que no crecen indefinidamente. Por algún motivo, no hay ciudades de 100 millones de habitantes: en algún punto, el tamaño grande se vuelve contraproducente (por contaminación, horas de tráfico para llegar a casa u otras dificultades), y las ciudades empiezan a expulsar personas.
La pandemia del Covid-19 agrega un ingrediente fundamental a la dinámica de atracción-repulsión de las grandes ciudades, e inaugura otra especulación muy interesante sobre si se trata de "el fin de?", en este caso de megalópolis, así como el domingo pasado se discutió en esta sección sobre el eventual final de la era de oficinas corporativas.
"Las investigaciones de economistas que estamos viendo en las últimas semanas relacionadas con el impacto del Covid, por lo general resaltan variables que tienen que ver con la vida urbana", cuenta a la nacion Ricardo Perez Truglia, profesor de la Universidad de California en Berkeley. Perez Truglia cita un muy reciente trabajo de los economistas Klaus Desmet y Romain Wakziard, publicado en mayo por el NBER, que analizó la difusión del Covid en Estados Unidos y encontró la correlación más alta en la densidad de habitantes y en el uso del trasporte público.
Camilla Cavendish, exfuncionaria del partido laborista inglés y autora del libro sobre envejecimiento Extra Time, escribió en el Financial Times: "Estamos acostumbrados a sacrificarnos a vivir en una caja de zapatos para ser parte de la ?escena urbana'. Pero la pandemia, con su distanciamiento y el cierre de lugares para actividades grupales, dañó esta ?escena urbana' y, de golpe, hay menos razones para tolerar el mayor crimen, la polución, etcétera".
Las cifras de impacto del Covid-19 diferenciado en grandes ciudades son elocuentes: 23% de las muertes en los Estados Unidos corresponden a Nueva York; 32% de las de España, a Madrid; 23% de las de Inglaterra, a Londres y una proporción aun mayor en Estocolmo en relación con Suecia. El 20% de los casos de Covid-19 en la India está en Bombay, la ciudad portuaria más importante de ese país.
Ciencia ficción
En las últimas semanas, distintos economistas encontraron correlaciones muy fuertes entre varios tipos de costumbres urbanas y la dispersión de la epidemia. A mediados de abril, el economista del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts, según sus siglas en inglés) Jeffery Harris, relacionó las rutas del subte de Nueva York con los casos de infección. En Corea del Sur se detectaron centenares de casos que tuvieron su origen en clases de zumba en espacios pequeños y cerrados.
Joel Kotkin, un profesor de estudios urbanos de la Universidad de Chapman en Orange, California, escribió un muy citado artículo titulado "La era de la dispersión que se viene", donde repasa los numerosos antecedentes históricos que muestran que enfermedades mortales fueron la causa de declinaciones de grandes ciudades del pasado.
"Siglos atrás las plagas diezmaron las poblaciones de Atenas, Constantinopla, Alejandría y Roma", dice el académico. El caso de Roma es un clásico de los estudios sobre ciudades y sistemas complejos: las pestes introdujeron tensiones que hicieron que esta ciudad, que llegó a tener 1,2 millones de habitantes en su esplendor, se redujera a solo 30.000 personas en el siglo Vl.
"Las consecuencias de la pandemia actual son inciertas. Pero una posible es el fin de la era de las megaciudades y la dispersión de su población", plantea Kotkin. Como está ocurriendo con muchas tendencias en 2020, la crisis las está acelerando. Varias de las principales ciudades del mundo vieron estancarse su población en los últimos años por diversos motivos. Además de la ya mencionada polución, tiempo perdido en trasporte y mayor crimen se suman los altísimos precios de la vivienda y las herramientas de teletrabajo, que hacen que los trabajadores del conocimiento puedan mudarse a zonas más pequeñas, baratas y amables.
En los Estados Unidos, la proporción de la economía del conocimiento concentrada en grandes ciudades tiende a disminuir en el último cuarto de siglo, estimó el economista Jed Kolko. En 2019, ciudades como Austin, Salt Lake City, Dallas y Phoenix; y otras más pequeñas como Madison o Boise, vieron crecer sus centros de tecnología al doble de velocidad que Nueva York o Los Ángeles.
Muchos especialistas ya venían pronosticando una aceleración de esta tendencia. En 2018, el experto en temas ambientales inglés Luke Beirne escribió: "A una altitud de 4830 metros en uno de los campamentos bases para subir al Everest, adivinen lo que se puede encontrar: acceso a wifi de alta calidad. La tecnología hoy nos permite trabajar sin problema desde los lugares más remotos de la Tierra".
La distopía de las megaciudades gigantescas y enfermas es un tema favorito de la ciencia ficción. Este ascendente género en China incluye centenares de novelas con futuros urbanos violentos provocados por la desigualdad entre una clase alta con plenos derechos y una clase marginal que vive del reciclado de basura de los más ricos. Muy lejos de calidez de los cafés, las clases de zumba y los viajes en subte de la Nueva York prepandemia que describen series como Amor moderno.
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