Subió la mora bancaria por los problemas de pago que generó la cuarentena
Es impulsada básicamente por los problemas que individuos y familias enfrentan para mantener regularizados saldos de tarjetas o préstamos personales
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La cartera crediticia de los bancos comenzó a reflejar el impacto de la pandemia, aunque las entidades buscaron acotarla, al no tomar nuevas exposiciones en un contexto complejo, marcado por años recesivos que llegaron a un clímax con las restricciones a la actividad que se impusieron para tratar de ralentizar el impacto de la pandemia en el país.
El deterioro quedó a la vista en el Informe de Bancos publicado anoche por el Banco Central (BCRA), con datos de junio, mes en que caducó el esquema transitorio que permitía a las entidades incrementar los plazos de mora para clasificar a las personas deudoras, aunque, a la vez, persiste una medida de alivio financiero para quienes sean empleadores alcanzados por el programa REPRO II (mantienen la posibilidad de trasladar al final de la vida del crédito al que habían accedido las cuotas impagas de las asistencias tomadas).
La “vuelta a la normalidad”, si como tal se entiende que se hayan retomado los criterios que se utilizaron hasta el día previo a la cuarentena (19/03/2020), mostró un alza de 0,6 puntos porcentuales del ratio de irregularidad en el crédito al sector privado que ascendió del 4,2% al 4,8% respecto de mayo y se verificó en todos los grupos de bancos, aunque fue más notable entre los públicos.
Si bien se trata de un nivel de mora aún bajo (incluso algo menor al mismo mes de un año atrás), en los bancos indican que puede marcar el inicio de un ciclo de aumento acotado en los indicadores de mora que se sostendrá por algunos meses antes de amesetarse o incluso descender sobre el final de año, gracias al dinamismo que comenzó a ganar la actividad y las inyecciones de liquidez con que el Gobierno busca mejorar sus chances electorales.
“Esperamos algo más de mora durante este trimestre y una estabilización y mejora sobre el final del año”, describieron desde una de las entidades consultadas por LA NACION. “Lo que apareció es lo que podríamos denominar como la ´mora oculta´. Es una parte del 10% promedio de la cartera que accedió a las refinanciaciones y está compuesta por quienes perdieron su trabajo en la pandemia. Los que mantuvieron o recuperaron tienden a pagar para mantenerse regulares” explicaron desde otra.
El impulso a la mora general vino dado por un aumento de 1,2 puntos en el mes (1,1 en el interanual) en el nivel de irregularidad de las familias, que escaló del 2,9% al 4,1%, principalmente generado por el incremento en la mora de los créditos al consumo (personales y tarjetas de crédito), reflejando de este modo el impacto que sufrieron los ingresos y la pérdida de 160.000 puestos de trabajo registrada entre los asalariados privados en blanco desde el inicio de la pandemia y hasta mayo pasado (último dato oficial disponible).
La morosidad entre las empresas es mayor (se situó en 5,7% en el período), pero apenas creció, seguramente amortizada por el esquema antes mencionado de refinanciaciones que, aunque acotado, ampara a las firmas que se encuentran en peor situación y reciben salvaguardas del Estado.
Entre los factores que ayudaron a mantener acotada la mora hay que mencionar la flexibilidad de los planes de refinanciación que impulsó el Gobierno e incluso ampliaron los bancos, y las regulaciones o coberturas que hacen que algunos créditos tengan doble garantía (como las líneas subsidiadas que tienen respaldo del Fogar) y, especialmente, la muy escasa penetración que el crédito bancario tiene en la actividad económica doméstica (apenas 10% del PBI, el menor ratio por lejos en toda la región) desde hace tiempo, lo que hace que las entidades concentren sus carteras en los deudores de mayor calidad.
O sea, en gran medida, es uno de los beneficios de tener un “sistema financiero raquítico” como atinadamente lo definió Fabián Kon, gerente general del Grupo Galicia, en una reciente entrevista que otorgó a Bloomberg Línea.
Es la consecuencia, ni más ni menos, de una economía que no logra reconstruir su moneda y generar una mínima previsibilidad, y que obliga a los agentes a manejarse con amplias coberturas, como lo hacen el sistema financiero, que en sus balances hay previsiones que llegan al 119% a nivel sistémico. Claro que se trata de fondos que, al estar destinados a cubrir posibles impagos, afectan la capacidad prestable y fijan otro límite de ese modo al potencial crecimiento de la actividad crediticia.