Standalone: el riesgo de intrascendencia y otros efectos del descenso a la D
La Argentina acaba de pasar de ser mercado emergente a “standalone”, al descendió dos categorías de un índice de un saque. MSCI define cuatro categorías para los países: desarrollados, emergentes, de frontera y “standalone”, que se podría traducir en este caso como “inclasificable”. Ya habíamos sido un mercado de frontera entre 2009 y 2019, y solo pudimos estar dos años en la categoría de emergentes. El último en bajar a standalone había sido, el Líbano en febrero de este año.
Para definir las categorías, en MSCI tienen dos procedimientos. Por un lado, clasifica a los mercados según tres ítems: desarrollo económico, tamaño y liquidez, y criterios de accesibilidad. El primero es solo para países desarrollados. En cuanto a los criterios de accesibilidad, existen cinco condiciones y en dos de ellas la Argentina rankea muy mal: la facilidad para el ingreso y egreso de fondos y la estabilidad de reglas de juego.
Además, MSCI consulta a los que todos los días operan en los mercados, es decir, a los grandes fondos de inversión. Esto implica que las decisiones no son el resultado caprichoso de un analista que tiene buena onda o bronca hacia algún país, sino que los usuarios de estas categorías (los inversores) participan indirectamente en el proceso de clasificación. Y eso le da credibilidad.
En la práctica, dado que el proceso de toma de decisión en MSCI es largo, el mercado se anticipa. En este caso puntual, está claro que hace tiempo que los grandes fondos de inversión dejaron de invertir en la Argentina. De otra manera, no se podría explicar por qué hay acciones que han bajado 70% o más desde 2019.
El anuncio respecto de la reclasificación implicó inicialmente un duro revés para los precios de los bonos y las acciones argentinas, justo cuando venían mejorando con la expectativa de un arreglo del país con el Club de París y con el FMI. Las acciones cayeron en promedio 10%, y el riesgo país, que había bajado a 1463 puntos, volvió a ubicarse en unos 1600 puntos, por primera vez desde abril.
Probablemente sea cierto que cuando las cosas mejoren en la Argentina, el mercado va a reaccionar antes de que MSCI haga una reclasificación.
Entonces, ¿por qué es importante esta nota? Primero, hay un tema reputacional. A nadie le gusta estar asociado a la última categoría, acompañado por países cuyos mercados, en muchos casos, no tienen historia y son más chicos que el argentino.
En segundo lugar, hay una cantidad de fondos en el mundo cuyo objetivo de inversión es ir a los mercados emergentes o a los mercados de frontera y que, por lo tanto, no podrán comprar ahora activos argentinos; algunos, incluso tendrán que vender los que tienen. En ese sentido, es mucho peor esta situación que la de ser mercado de frontera. La Argentina no es parte de ningún índice, de manera que ahora ni siquiera los inversores que solo replican los índices mirarán las acciones locales. Muchos inversores dejarán de consumir información argentina, con el riesgo de que pasemos a la intrascendencia.
Los efectos del “descenso” son serios. Aparecer en esta categoría es un estigma que impacta en las decisiones de muchas empresas y, a la larga, implica en menos inversión, menor creación de empleo y más dificultades para bajar la pobreza, en momentos en los que Argentina necesita desesperadamente crecer.
¿Qué se puede hacer para revertir esta tendencia? Lo más rápido que se podría volver a ser un mercado de frontera sería 2024, pero incluso eso luce optimista, porque implicaría que ya en 2023 MSCI inicie un proceso de consulta con el mercado. De manera que pensar en un cambio en 2025 sería más realista, si la Argentina cambia algunas de sus políticas.
¿Cuáles son esas políticas? Lo primero es acordar con el FMI. Lo lógico sería que en el acuerdo se vayan fijando pautas para ir levantando el cepo cambiario, quizás la medida que más distorsiona los mercados financieros. También aplican el pan y la manteca de los acuerdos con el Fondo: un ancla monetaria, un programa para bajar el déficit y algunas reformas estructurales.
La solución no es simple, y requiere de un convencimiento de la clase política de que no se puede seguir con el rumbo actual. Con cepo, sin acceso al crédito externo, con un riego país exorbitante y con controles que desincentivan la inversión, seguiremos fuera del radar inversor, y será imposible revertir el estancamiento económico y la suba de la pobreza.
Los autores son economistas. Director ejecutivo y director asociado de Econviews
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