Sucedió en la playa de Chapadmalal; son piezas de enorme valor palenteológico; cerca de los acantilados de la zona se suelen ver restos fósiles, pero está penado por la ley removerlos y tratar de venderlos
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Otra vez Chapadmalal da la nota este verano. En enero esta pequeña y tranquila locación hippie chic se vio repleta de turistas. Quienes veranean de toda la vida saben, sin embargo, que febrero trae lo suyo. Menos gente, pero siempre alguna sorpresa, y esta vez vino de la mano de la paleontología.
Una niña de 9 años llamada Emilia vio sobre una piedra arcillosa del acantilado del balneario Cruz del Sur “unos puntitos blancos” que le llamaron la atención. Le avisó a sus padres, quienes tomaron una foto y la enviaron al Museo Municipal De Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia, en Mar del Plata. Al día siguiente, se presentaron en el lugar Fernando Scaglia, bisnieto del fundador del museo y cuarta generación de especialistas en paleontología, junto con la bióloga Victoria Sarasa y el paleontólogo Matías Taglioretti. En primer lugar localizaron los restos diseminados de un gliptodonte del tamaño de un Fiat 600 (los “puntitos”), pero luego, y esto fue una sorpresa, a pocos pasos reconocieron vestigios de otro gliptodonte gracias a la marea baja.
Esta segunda pieza está prácticamente completa, con un caparazón casi intacto, y aquí radica su enorme valor científico, según los expertos. Después de varias horas de excavación e infinidad de preguntas de grandes y chicos que fueron respondidas en su totalidad con enorme paciencia por parte de los científicos, la pieza fue removida, no sin contratiempos por la suba de la marea. Fue trasladada con la ayuda de los veraneantes, que tuvieron una jornada al mejor estilo Jurassic Park, pero en vivo y en directo. Le espera una limpieza profunda y diversas técnicas para asegurar su preservación.
“Lo que encontramos acá es una coraza parcial de un gliptodonte. Estamos hablando de una antigüedad de dos y medio a tres millones de años, por lo que se trata de un hallazgo bastante interesante”, afirma Scaglia. “Es fauna de nuestra región, herbívoros, que no se encuentran en otras partes del mundo. Esa pieza podría terminar en exhibición pero tendríamos que ver cuán completa está”, asegura Scaglia. El animal es semejante a una mulita (que pesa unos 5 kilos), pero de entre 300 y 500 kilos.
Así como es difícil imaginarse a un animal que vivió hace más de 2 millones de años, hay que entender que, de ninguna manera el paisaje era el mismo. “Estimamos que, para esa época, el mar estaba muy lejos de aquí. Ir a la costa debería llevarnos hoy unos cientos de kilómetros”, dice Scaglia.
¿Tienen valor económico las piezas arqueológicas?
“No”, responde Scaglia. “En la Argentina tenemos una ley que regula los descubrimientos arqueológicos (restos humanos) y paleteológicos (restos de animales). Estas piezas se consideran parte del patrimonio nacional, cultural y científico. Está penado por ley la venta y la tenencia de fósiles. Además, no por ser paleontólogo una persona está habilitada a hacer extracciones de fósiles. Hay que tener un permiso de investigación especial que se otorga según las regiones y que se renueva año a año y que permite hacer este tipo de tareas”.
Si se encuentran más “puntitos”, se debe fotografiar la pieza que se cree que puede ser de valor arqueológico y enviarla al museo, tal como hicieron los padres de Emilia. Los investigadores piden también que se ponga en la foto alguna referencia, como una mano, una llave o un par de anteojos, para que pueden estimar el tamaño del animal. Cuando un vecino o turista les pasa un hallazgo importante, intentan no excluirlos y que, a través de su participación como espectadores, puedan incentivar el interés por la materia.
“Tratamos de hacer una campaña de concientización para que la gente de aviso al museo de su localidad cuando ve un fósil”, agrega la bióloga Victoria Sarasa. “No es importante solamente la pieza, sino todo lo que hay a su alrededor: por ejemplo, el sedimento donde está asentado tiene la información sobre la edad del animal”, asegura.
Para quienes a partir de hoy estarán alertas a las rocas chapadmalenses para intentar descubrir un fósil, el científico Scaglia recomienda “tener el ojo para ver formas que se asemejen a los huesos”.
“Chapadmalal es una zona reconocida por la calidad y la cantidad de fósiles que se encuentran. Además de estos armadillos gigantes, habitaba estas tierras el oso más grande del mundo llamado oso de las pampas, de tres metros parado en las dos patas, y aves corredoras y carnívoras”, cierra Sarasa.
Mientras, continúan los trabajos para extraer las piezas del fósil más grande. Después de más de dos millones de años, el tiempo corre a gran velocidad. La marea no perdona y hay que cavar muy rápido. Gajes de un oficio que fascina a todos los presentes en esta playa del sur.
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