¿Sirven los acuerdos de precios y salarios?
1. Acuerdos de precios y salarios. El presidente de la Nación, Alberto Fernández, dijo que, tras haberlo hablado con el ministro de Economía, convocaría a empresarios y sindicalistas a una mesa para marcar una hoja de ruta de precios y salarios por 60 días, con el objetivo de que “los argentinos dejen de padecer la inestabilidad que hoy viven en materia de precios”. Surgen varias preguntas: ¿por qué ahora? ¿por qué por 60 días? Y la más relevante: ¿funcionó alguna vez algo así? En el mundo ha habido estrategias de este estilo en períodos muy disruptivos, como las posguerras, y enfocadas en ciertos bienes, pero no tuvieron demasiado éxito en contener la inflación.
2. Historial. En nuestro país, las políticas de control de precios nacieron formalmente en 1939, como medida de excepción en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La primera medida fue dictar una ley que “reprimiera la especulación”, con precios máximos para artículos de primera necesidad. Luego, hubo intentos de control de precios y salarios, todos con una misma lógica: un comienzo exitoso, enmarcado en un programa más amplio fiscal y monetario, que más tarde o más temprano, terminaría con inflaciones más altas. En estos programas están los de precios cuidados, máximos, vigilados, concertados, entre otros.
3. Casos. En nuestra historia podríamos destacar cuatro sucesos relevantes. En 1952, en medio del Segundo Plan Quinquenal, cuando los precios subían interanualmente un 60%, se decidió crear una comisión nacional de precios y salarios y se instauró un sistema de negociaciones salariales bianuales, a la vez que se contrajo el gasto estatal. Así, la inflación bajó hasta el 4%. El segundo fue en 1967, cuando la inflación estaba cerca del 37% interanual y se contrajo en los primeros años al 5%, con fijación de tipo de cambio, precios máximos y congelamiento de salarios. El tercero, en 1973, cuando la inflación se acercaba al 80% anual y descendió hasta niveles de 12%, tras ponerse en marcha un programa de precios y salarios en un Acta de Compromiso Nacional, firmada por trabajadores, empresarios y gobierno. En 1985 el Plan Austral instaló una política monetaria dura, sumado a un acuerdo de congelamiento de precios y salarios. Y en esta década hubo acuerdos en 2013 y 2019, en modo de salvataje de una situación nominal que se descontrolaba, pero ninguno tuvo éxito.
4. Precios relativos. Los acuerdos de precios y salarios son “una pata más” de un programa que se espera que sea mucho más amplio y agresivo en su consistencia macroeconómica. Como dijo el economista Adolfo Canitrot muy claramente: “Para bajar la inflación soy monetarista, estructuralista y todo lo que sea necesario; y si hay que recurrir a la macumba, también”, en referencia a que todas las herramientas son necesarias y útiles, si van juntas. En primer lugar, no puede haber una baja de la inflación si los precios relativos de la economía, hoy muy distorsionados, no se alinean previamente.
5. Expectativas. Es cierto que los salarios son una parte fundamental de la economía, tanto como lo son el tipo de cambio, el gasto público o los cuadros tarifarios. Pensar un proceso de desinflación implicará que todos los objetivos se alineen inicialmente y que las paritarias puedan confiar en una reducción de la inflación futura, para alinear expectativas a la baja. Quebrar las expectativas de espiral inflacionaria es una prioridad. Y se necesita de todo, pero junto. Hasta macumba.
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