“Sintonía fina”: acorralado por la falta de dólares, el Gobierno recurre al archivo kirchnerista
En los encuentros de esta semana con empresas de consumo masivo y productores agropecuarios, el equipo económico insistió en un mensaje: harán todo lo posible para evitar una devaluación brusca; para contener los reclamos privados, la idea es ir “agujereando el cepo cambiario con control de daños”
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Hay una planilla que irrita al Gobierno: es la que lleva obsesivamente la UIA con los casos de empresas que tienen problemas para acceder a los insumos importados necesarios para producir. “Un excel de mierda”, bromea una fuente oficial con crudeza, que la entidad fabril saca a relucir cada vez que puede. No es que nieguen la existencia del problema, pero a algunos funcionarios los reclamos les suenan exagerados.
El 9 de agosto pasado, cuando el ahora secretario de Industria y Desarrollo Productivo, y hombre de la casa, José Ignacio de Mendiguren, visitó la sede de la Unión Industrial, se atajó ante un auditorio que aguardaba ansioso por plantearle sus necesidades con un diagnóstico no menos crudo: no hay dólares y la gestión de los billetes se hará día por día.
Las empresas líderes de consumo masivo que se encontraron esta semana con el ministro de Economía Sergio Massa, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el secretario de Comercio, Matías Tombolini, se llevaron un mensaje parecido: las restricciones seguirán de aquí a fin de año y eso no va a cambiar porque la apuesta es cuidar las reservas para no tener que devaluar bruscamente.
“Si tienen problemas para acceder a los dólares el Gobierno las va a ayudar, pero que la excusa para producir menos o subir los precios no sea que las importaciones están pisadas”, fue el mensaje de los funcionarios, según relataron fuentes privadas y de la Secretaría de Comercio.
Pesce se concentró en pedir datos sobre exportaciones, necesidades de compras al exterior y planes de producción de las compañías; Tombolini en la distorsión de los precios relativos y costos empresarios para ver cómo “ordenar” la economía, y Massa, dicen, participó para mostrar cohesión y dar la idea de que ahora hay un enfoque más integral que en la era Guzmán. En el año de los cinco secretarios de Comercio (Paula Español, Roberto Feletti, Guillermo Hang, Martín Pollera y ahora Tombolini), y los tres ministros de Economía (Martín Guzmán, Silvina Batakis y ahora Massa) algunos ejecutivos se toman estas reuniones de presentación con sorna. “Lo bueno es que la rutina no apaga la pasión; siempre estamos con alguien nuevo”, ironizaron en una empresa de primera línea.
Pero no solo los industriales esperan algún tipo de flexibilización. También el campo redobló la presión en los últimos días, con el reiterado pedido de un tipo de cambio “competitivo” y unificado. En otras palabras, una devaluación o una medida que en la práctica equivalga a un tipo de cambio preferencial. El dólar soja, una idea que habían acuñado el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el exministro de Agricultura Julián Domínguez, fracasó. El campo pide una solución y el nuevo secretario del área, Juan José Bahillo, se puso a la cabeza del reclamo. “Hay que tener cuidado, si no terminás siendo vocero de la Mesa de Enlace; tenemos que encontrar la manera de que el dólar soja funcione, pero no desdoblar”, comentaron en el Banco Central. Inevitables diferencias de criterio cuando hay que administrar pobreza.
El miércoles Massa participó de un almuerzo de Coninagro, la entidad que nuclea a las cooperativas agrarias, en la que tuvo que escuchar un extenso rosario de pedidos: los arroceros plantearon algún alivio en las tarifas energéticas porque regar y producir les sale muy caro; los productores de vino le hablaron sobre las dificultades para conseguir vidrio; los productores de alimento balanceado plantearon que se están quedando sin un insumo importado clave (una sal especial); los frigoríficos que hacen chacinados, otro tanto con una tripa importada y hubo un reclamo general por los fertilizantes. “Si quieren que el productor venda la soja, tienen que facilitarle que compre fertilizante; por qué no desgravar la importación y que lo pague liquidando”, razonó uno de los asistentes al encuentro. De nuevo, Massa descartó una devaluación. “No es una alternativa porque genera más pobreza”, explicó. Los anfitriones coincidieron: se puede hacer una devaluación brusca, pero al mes el productor estará igual que antes. Sí hablaron de la necesidad de acelerar el ritmo del crawling peg, las minidevaluaciones que el Central aplica periódicamente, para que al campo le resulte más atractivo liquidar. Massa escuchó con paciencia, describió la situación como “difícil” y pidió comprensión. Ahora él y su equipo deberán inclinarse por alguna de las opciones en danza.
La decisión del Gobierno de reforzar el cepo al comercio exterior, esta semana, muestra que puede haber cambiado el profeta, pero el primer mandamiento de la tabla, mientras se pueda, sigue siendo el mismo: no devaluarás ni desdoblarás. Y para ello, la solución es cuidar los dólares, ir gobernando la brecha cambiaria. En algunos despachos oficiales hasta extraen una consigna del archivo: es tiempo de “sintonía fina”. En materia cambiaria y fiscal.
Fue la definición que había encontrado Cristina Kirchner hace 10 años, cuando apenas arrancaba su segunda presidencia, para evitar la palabra “ajuste” en medio de un panorama con similitudes al actual: escasez de dólares y cepo cambiario (instaurado en octubre de 2011 poco después de arrasar en las elecciones con el 54% de los votos); eliminación de subsidios a las tarifas de luz y gas para una parte de la población, y preocupación por la dinámica de las alzas salariales convalidadas en paritarias, a las que -informalmente- se les quería poner un “techo”.
Mientras tanto, las importaciones no paran de crecer. Descontando las de energía (que marcaron un nuevo récord mensual), estuvieron en julio en un nivel de US$6000 millones, casi el equivalente a la meta de acumulación de reservas de este año comprometida en el acuerdo con el FMI. La factura la cargan en la cuenta del exministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas y de las anteriores autoridades de la AFIP y la Aduana, Mercedes Marcó del Pont y Silvia Traverso, quienes presuntamente no filtraban lo suficiente los pedidos de dólares que llegaban al Central. Ninguno está ya en el cargo. Ahora la apuesta es ir aguantando hasta que la demanda de divisas por energía amaine (para este mes esperan gastar unos US$1000 millones menos), intentar acumular reservas de a poco e ir viendo cómo “agujerear el cepo con control de daños”.
Pulseada
En el Central no quieren saber nada con una devaluación ni con un desdoblamiento. Creen que para poder hacer cualquiera de las dos cosas primero habría que anclar las expectativas de inflación. “Hasta acá ya tenés 29 pedidos de reapertura de paritarias, imaginate con una devaluación”, graficaron. En el mercado hay expectativa por las ideas que pueda impulsar el nuevo viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, quien públicamente se expresó en el pasado como un partidario de desdoblar el mercado en un dólar comercial y un dólar financiero y para el turismo. La historia reciente desaconseja las lecturas lineales: una vez en el Gobierno, Martín Guzmán terminó haciendo cosas muy distintas a las que proponía en sus charlas.
También se formalizó esta semana el ingreso del hombre de Massa para el BCRA, Lisandro Cleri, en un rol más modesto que el imaginado inicialmente por el ministro, que pretendía que manejara la mesa de operaciones de la entidad. Ganó la pulseada Pesce, quien percibía la jugada como una peligrosa tercerización de la gestión: por disposición de la Carta Orgánica del banco, es el presidente quien tiene la responsabilidad penal por las operaciones en el mercado.
Desembarca en un Central que busca restarle demanda al dólar para dejar de perder divisas y al mismo tiempo enfriar las expectativas devaluatorias, depreciando el peso todos los meses a un ritmo inferior al de la inflación y con tasas de interés levemente superiores al índice de precios. “Si pretendemos que nuestra moneda sea reserva de valor, no podemos perder por ahorrar en ella”, razonan.
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