Lo que Zoom se llevó
"Es refácil, te mando el link y te subís". La sesión con el psicólogo, la clase de gym, dos reuniones con clientes y un cumpleaños de un colega. A veces, hasta la consulta al técnico de la heladera, la canción del jardín de infantes, la receta de la suegra y luego una capacitación. En la nueva realidad parece que todo, pero todo, necesita una videollamada.
Y bueno, tampoco es que la pandemia vino con un manual. Estamos buscándole la vuelta, pero mientras las semanas de trabajo remoto y digitalización acelerada se suman, vamos teniendo nuevas experiencias. Y una es la fatiga, ansiedad y gran demanda cognitiva que genera usar tantos videos en nuestras comunicaciones.
Los psicólogos ya hablan de la "fatiga por Zoom", por una de las aplicaciones más utilizadas entre las decenas de servicios de videoconferencias. Esta semana, por ejemplo, Facebook anunció nuevas herramientas de videollamadas para sus empresas, incluido el Messenger de Facebook, WhatsApp e Instagram.
Sin casi darnos cuenta estamos "encadenados" a la pantalla y eso tiene consecuencias. Desde el hecho de tener que focalizar en la cara de 15 personas a la vez, hasta la preocupación de que me estén mirando, mi apariencia y la de mi casa todo el día trasmitida online.
Según la Asociación Americana de Psicología estos y otros factores requieren muchas veces más foco y energía mental que las reuniones cara a cara, como la presión de estar alerta y listo para responder. Las plataformas de videollamada nos sitúan en una posición antinatural. Esta combinación de tener que mirar por mucho tiempo a una cámara, sin encontrar una mirada del otro lado para hacer contacto visual y ver nuestras caras todo el tiempo, resulta en una sobrecarga de pistas visuales.
Por otra parte, se pierden pistas del lenguaje no verbal como los gestos, revoleo de ojos o una levantada de cejas que a veces nos dan "la temperatura" de lo que realmente está pasando. Hay un filtro digital por el que no pasan todas las vivencias del encuentro presencial.
¿Cómo combatir esta fatiga de videollamadas? No teniéndolas, en primer lugar. Como las reuniones presenciales muchas veces podrían resolverse con un correo, las videoconferencias también.
Ahora, que ya casi todos tuvimos la experiencia, parar y evaluar cada interacción, qué se quiere lograr con ella y qué herramienta de comunicación necesita, reservando el videoencuentro para ocasiones especiales y puntuales.
Muchas conversaciones de trabajo pueden ser más efectivas y eficientes en ahorro de energía y tiempo si son una tradicional llamada de teléfono. Por otra parte, es importante agendar breaks entre las videocalls y no estar saltando de una a la otra como si eso no tuviera un costo. Los descansos son parte del combo de productividad que necesitamos para volver a enfocarnos.
Otra novedad es que ahora nos vemos a nosotros mismos mucho tiempo al día, algo que no pasaba para nada en las reuniones cara a cara. Es importante invertir algo de tiempo en preparar una iluminación y entorno que nos haga sentir cómodos y minimizar fuentes de ansiedad. Cuando hay confianza con los interlocutores, expresar este sentimiento y desdramatizar la situación.
Ponerlo sobre la mesa por lo general nos muestra que no somos los únicos que nos sentimos así. Si se nota que una persona no participa, es importante entender si está experimentando alguna incomodidad y proponer otras formas de comunicación y acompañamiento.
Las videoconferencias no captan la complejidad de las interacciones humanas, donde todos nuestros sentidos suelen estar en juego y los contextos que elegimos para encontrarnos nos dan información, nos predisponen, en muchos casos modifican los resultados que obtenemos. No sentimos lo mismo en una sala de reunión en un piso 47 con vista al río o en el entrepiso de un bar ruidoso que huele a café molido.
El contacto físico también juega un rol fuerte en la conexión que generamos. Hay algo en esa primera interacción física que comunica y conecta, o no. Un apretón fuerte de manos, un beso, una mirada o un abrazo son formas distintas de entablar cercanía, respeto, confianza o distancia.
Esas pistas se han desvanecido en la era remota y vale la pena invertir un tiempo en pensar estrategias para achicar distancias y lograr climas acordes con el encuentro que queremos generar. Se cree que por lo menos el 50% de nuestra comunicación es no verbal, por eso estamos agotados por el procesamiento cognitivo adicional para completar el 50% faltante de la conversación online que normalmente obtendríamos de señales no verbales.
La fatiga de Zoom también nos recuerda todo lo complejo y rico que significa ser humano. No vaya a ser que se nos olvide.
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