Efecto Greta: los emprendedores reciben el impulso de la onda verde
En septiembre pasado millones de jóvenes se manifestaron en las calles del mundo para concientizar sobre el problema del cambio climático y la necesidad de promover modos de vida más amigables con el medio ambiente. Fueron cuatro millones de personas en 170 países, según los registros de la adolescente sueca que se convirtió en el emblema de la cruzada: Greta Thunberg.
Si bien la llamada "Semana por el Futuro" es tal vez una ejemplo extremo, deja ver algunos rasgos fundamentales de las nuevas generaciones: comprometidos con su entorno, conscientes del impacto de sus elecciones y, por lo tanto, exigentes a la hora de consumir. Esa actitud obliga a las empresas tradicionales a adaptarse para mantenerlos interesados y le da un renovado impulso a los emprendimientos sustentables, que ven una reacción positiva de las demanda cada vez que se esfuerzan por hacer las cosas mejor.
Ornella Basilotta tiene su propia marca de ropa desde hace una década, Basilotta, pero hace unos años la información sobre la contaminación que genera la industria de la moda -la segunda industria que más contamina después del petróleo, según asegura- la empujó a repensar su forma de trabajar. En un recorrido por una planta de tratamiento de residuos en Neuquén le mostraron los bolsones en los que llega hasta el yacimiento de Vaca Muerta la arena que se usa para extraer petróleo con el método de fracking (fractura) y le explicaron que requieren un tratamiento muy complejo. Ese fue el origen de Fracking Backpack, una marca de indumentaria hecha con esos bolsones, que comenzó a comercializar en junio de este año.
"Realmente nos sorprendió la demanda. Cuando empezamos a comunicar en las redes lo que estábamos por lanzar se formó una lista de espera de gente que quería comprarlos, cosa que nos había pasado nunca. También nos sorprendió que los productos que más se vendían eran los más caros: el bolso de viaje, la mochila", asegura Basilotta, y detalla que sus productos tienen un precio promedio de $3900.
"El consumidor eco consciente es un mercado emergente 100%. La mayoría de esos compradores son millennials y, según una investigación nuestra, tres de cada cuatro prefieren hacer una compra que tenga un propósito", señala. En este sentido, considera que hay una "enorme oportunidad de negocio" para los emprendimientos sustentables y más en Latinoamérica, donde no hay muchas marcas que abarquen ese nicho. "En el futuro cada vez va a haber más consumidores conscientes, sobre todos los centennials. Yo soy madre y mis hijos ya tienen incorporado lavar el envase del yogurt cuando lo terminan y ponerlo en el reciclable. Vienen seteados para consumir de forma responsable", asegura.
También vio evolucionar positivamente la demanda Lucas Desimone, que confecciona mochilas e indumentaria con telas de parapentes que, por cuestiones de seguridad, se desechan cuando cumplen las 300 horas de uso aunque estén en buenas condiciones. "En este último tiempo fue creciendo el interés sobre todo en la Argentina, porque afuera siempre había sido alto", sostiene Desimone. Su firma, Baumm, factura $1,8 millones anuales y, además de vender en un local de Palermo y por internet a todo el país, llega a Bélgica, Alemania y Francia.
"Los consumidores están empezando a entender que la forma de producción de las grandes empresas y cadenas de indumentaria no es viable y en el mundo están empezando a demandar otro tipo de información: una etiqueta que indique cómo se hizo, quién lo hizo, en qué condiciones, con qué material", dice. "Se pide esa rendición de cuentas y les guste o no, las empresas tienen que incorporarlo", añade.
Pero la nueva oportunidad que surge para los emprendimiento sustentables no está exenta de contradicciones. "Hay que tener cuidado de no mordernos la cola. Convertir los consumos sustentables en un boom es la misma moda que estamos tratando de combatir. Está en nosotros tratar de bajar la idea de consumir menos, consumir local y consumir cosas independientes", señala.
Pedro Roisman Ferreira es el creador de la marca de gorras Martha, que nació en 2014 como un trabajo para la facultad y creció en un marco en que las importaciones estaban restringidas y, según cuenta, las gorras que había en el mercado local eran "muy básicas, con poco diseño". Pero en noviembre de 2018 la marca atravesó un "renacimiento sustentable". Así como el primer prototipo había sido confeccionado con un cubrecamas viejo de su abuela -Martha-, decidió que las nuevas usarían como insumo principal los retazos que la industria textil descarta y que representan hasta el 3% de los residuos urbanos. "Desde entonces vimos un crecimiento de 45% de ventas", asegura Roisman Ferreira. "Si bien no es la única variable que hizo que nuestras ventas mejoren, fue definitivamente la principal".
La firma compra por kilo los fragmentos de tela que se descartan en la industria (porque son muy pequeños, porque son la punta del rollo, porque tienen fallas de impresión o de color), pero también recibe los aportes de personas que los donan. Además, produce indumentaria para marcas con los mismos descartes de su producción. "Somos eficientizadores de sus sobrantes", resume.
Pero el impulso de las marcas sustentables no es todopoderoso y tampoco puede revertir por completo el impacto que la crisis económica genera en algunos segmentos. Jesica Pullo es la creadora de Biótico, una marca de "alta costura sostenible" que realiza diseños con envoltorios de golosinas y sachets de leche que se lucieron incluso en la gala de los Martín Fierro y por los que fue premiada en Italia. "El poder de consumo de los ciudadanos está muy acotado, por lo cual los productos que no son de primera necesidad quedan fuera del alcance de los consumidores", señala Pullo, que nació y se crió en el barrio de La Salada viendo cómo las fábricas textiles vertían sus desechos tóxicos en la ribera del Riachuelo.
La diseñadora cree que en el futuro deberían incrementarse el interés por los productos sustentables, porque es la manera de "revertir las amenazas que sufre nuestro planeta por la forma de producir y consumir qué tenemos". "Lamentablemente el cambio climático y la crisis ambiental no son una moda; son algo real y si no cambiamos nuestros hábitos a un consumo responsable y nuestra forma de relacionarnos con el ambiente a una manera más consciente y proteccionista no habrá una perspectiva de futuro posible", asegura.
El rosarino de Federico Baroni, de 22 años, cree que es un buen momento para desarrollar Waltic, su marca de relojes realizados con bolsas de plástico recicladas. "El objeto de plástico más dañino que existe y el que menos se recicla", según explica.
Baroni ya tiene listos sus primeros prototipos y apela como punta de lanza al mercado de Europa del Norte donde -asegura- la gente tiene más incorporada la importancia de reciclar y conoce el alto costo de esos procesos. De hechos, sus relojes no son baratos: tienen un precio que va de los 165 euros a los 220 euros, según la máquina.
Hace dos meses Baroni viajó a Holanda a buscar financiamiento y terminó siendo invitado a exponer en la Dutch Design Week, la feria de diseño más prestigiosa de Europa del Norte, que terminó el 27 de octubre pasado. Sus proyecciones más conservadoras muestran curvas de crecimiento aceleradas y asegura que, en esas latitudes, puede conseguir rápidamente los US$150.000 que necesita para comenzar a producir en serie.
- 45% - Crecimiento: Incrementó sus ventas la marca de gorras Martha cuando empezó a confeccionar sus productos con telas de descarte
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