La dieta, el auto y los activos pasivos
¿Qué pensarías si un amigo te cuenta que dado que va a comenzar una dieta con la que desea bajar cinco kilogramos tiene pensado comer dos porciones de torta por día y que, además, esa torta será un rogel con mucho dulce de leche?
Seguramente, creerías que los medios que está eligiendo para lograr su objetivo son errados. Tal vez, tu reacción sería menos política y pensarías que tiene algún tipo de problema de percepción de la realidad o, sencillamente, que perdió la cordura.
Si bien éste es un ejemplo extremo y, por ende, roza el absurdo, si hablamos de las finanzas personales existe una creencia bastante extendida que es tan -o tal vez más-ridícula que hacer un régimen alimenticio a base de tortas: invertir en un auto.
Dejando de lado circunstancias extraordinarias del país (como lo fue durante un tiempo la de los automóviles importados cotizados en dólares que eran muy baratos en pesos), lo cierto es que si uno desea invertir su dinero y elige hacerlo en un coche estará incurriendo en un error propio de una decisión impulsiva más que racional.
Supongamos que "invertimos" en un auto 0 kilómetro unos 150.000 pesos y que -tal como ocurrió en 2014- a lo largo del año aumenta su valor en un 50 por ciento.
Si lo analizamos de modo aislado, podríamos decir que al término de esos 365 días habremos aumentado nuestro patrimonio en75.000 pesos, ya que ahora nuestro auto vale 225.000 pesos.
Pero para que el análisis sea realista hay que sumar un par de elementos a la ecuación. Primero, el 15 por ciento de depreciación de todo vehículo nuevo una vez que toca la calle. En segundo término, los 4500 pesos mensuales que -en promedio y siendo conservador- cuesta mantenerlo si se toman en cuenta los pagos de patentes, el consumo de combustible, la póliza de seguro, los peajes, la cochera y el mantenimiento del vehículo. Y desde ya, la inflación.
Suponiendo que la inflación es de 30 por ciento anual (para hacer un promedio entre la que mide el Indec y la que informa mensualmente el Congreso), el aumento en términos reales de nuestro patrimonio ya no sería del 50 por ciento, sino del 20 por ciento. Es decir, la diferencia entre el rendimiento de la inversión y la inflación.
Pero si a eso le restamos el 15 por ciento de depreciación y el 36 por ciento que suponen los gastos de mantenimiento anualizados (siendo benévolos y evitando ajustarlos también por la inflación), nuestra supuesta inversión ya nos da un rendimiento negativo de nada menos que 31 por ciento.
La pregunta lógica es: ¿por qué si esto es tan evidente se sigue diciendo que comprar un auto es una buena inversión? Porque los autos son un tipo de activo psicológicamente tramposo que apela a los impulsos y a los que llamo activos-pasivos.
Un activo -en términos de Robert Kiyosaski- es todo lo que coloca dinero en tu bolsillo. Un pasivo es todo lo que lo que saca. Un activo-pasivo es todo aquello que te genera la sensación psicológica de que aumenta tu patrimonio cuando en el fondo no hace más que disminuirlo. Un auto, como inversión, es eso: una ilusión. Algo tan estratégico como recurrir a las tortas para adelgazar.
El autor es presidente de la Fundación Argentina Emprendedora. Su último libro es Libre, el camino emprendedor como filosofía de vida (Aguilar, 2014)
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