Existen tres autopistas seguras que llevan al futuro
Hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro. Niels Bohr, Premio Nobel de Física en 1922.
La tecnología acelera su ritmo, el mundo se interconecta, surgen nuevas profesiones cada año. Una película en celuloide muta en un videocasete que se transforma en un DVD que a su vez se reinventa en Blue Ray y que en un acto -¿final?- se esfuma en un on demand en la Nube de datos. Y todo esto en 15 años que alcanzaron para casi agotar la capacidad de dar giros lingüísticos al verbo cambiar.
¿Cómo hacer para poder planear y proyectarnos a un futuro que a todos nos cuesta vislumbrar? Siendo todo incierto, ¿no sería más razonable concentrarnos en lo que va a ocurrir mañana?
La respuesta es que hay tres vías o líneas de acción sobre las que proyectarnos como sujetos y como organizaciones que dan un fundamento sólido para armar una agenda de largo plazo.
La primera línea sería concentrarnos más en el conocimiento. Esto es la base del éxito de las organizaciones y de las personas. Frente al cambio nos da un activo sobre el cual diferenciarnos. Requiere el ejercicio continuo de la actualización y la adaptación. Hoy el conocimiento está al tope de la agenda de largo plazo de los ejecutivos.
Tenemos en el país una infraestructura de conocimiento de excelencia, un sistema de universidades públicas y privadas envidiable, empresas y emprendedores nacionales e internacionales líderes que invierten en innovación localmente y una estructura pública de investigadores de destacada trayectoria y logros notables que van desde las centrales atómicas para exportar hasta los recientes logros en el campo aeroespacial.
La segunda línea, prepararnos para las rupturas tecnológicas. La flexibilidad de las organizaciones y las personas frente a lo nuevo se pone a prueba cada día y la capacidad de adaptarnos y explorar las oportunidades que surgen es un valor central. Aquellos que adopten la innovación no como un eslogan, sino como una disciplina de vida crecerán con los cambios en lugar de sufrirlos.
Y, por último, abrazar la diversidad. Vamos hacia un futuro donde lo variado es mejor. Lo diverso, en todos los aspectos, enriquece. La época de los estereotipos corporativos ha muerto. Las organizaciones que fomenten la inclusión y aprovechen la pluralidad de nuestra sociedad para maximizar el talento saldrán fortalecidas.
En resumen, frente a una agenda de largo plazo difícil de concebir en su totalidad por los alcances aún insospechados que surgirán, existen líneas muy claras que si bien no aseguran éxito, nos preparan en forma sólida para aprovechar al máximo las oportunidades que se presenten.
Y no se trata de predecir estrategias fijas y rigurosas que nos permitan "adaptarnos al cambio", sino de convertirnos nosotros en agentes de cambio para tomar la vía más rápida hacia el desarrollo. La buena noticia es que, en nuestro país, tenemos los cimientos para seguir construyendo estas autopistas: conocimiento, tecnología y diversidad.
El autor es presidente de Accenture Argentina, Chile y Colombia
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