La depresión económica y el surgimiento del autoritarismo
Después de la crisis financiera mundial de 2008, el éxito de las autoridades en impedir que la "gran recesión" se convirtiera en la "gran depresión II" mantuvo a raya las peticiones de proteccionismo y el aislacionismo. Pero ahora llegó la reacción contra la mundialización y la mayor libertad de circulación de bienes, servicios, capital, mano de obra y tecnologías.
Ese nuevo nacionalismo adopta formas económicas diferentes: obstáculos al comercio, protección de activos, reacción contra la inversión extranjera directa, políticas que favorecen a los trabajadores y las empresas nacionales, medidas antiinmigración, capitalismo de Estado y nacionalismo en materia de recursos. En la esfera política, suben los partidos populistas, antimundialización, antiinmigración y, en algunos casos, claramente racistas y antisemitas.
Esas fuerzas aborrecen la sopa de letras de instituciones supranacionales como la UE, la ONU, la OMC y el FMI. Incluso Internet corre el riesgo de resultar balcanizada a medida que países más autoritarios -incluidos China, Irán, Turquía y Rusia- intentan limitar el acceso a los medios de comunicación social y reprimen la expresión libre.
Las causas principales de esas tendencias están claras. Una recuperación económica anémica brindó una oportunidad a los partidos populistas, que promueven el proteccionismo. Si a ello se suma el aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, no es de extrañar que se haya generalizado la impresión de que se trata de una economía en la que el ganador se lleva toda la banca, los beneficiados son sólo las minorías privilegiadas y se distorsiona el sistema político. En la actualidad, tanto las economías avanzadas como los mercados en ascenso parecen estar al servicio de minorías. En cambio, para las mayorías sólo hubo estancamiento prolongado, con menos empleo y salarios estancados. La inseguridad económica resultante para las clases trabajadoras y medias es más acuciante en Europa, en muchos de cuyos países los partidos de derecha superaron a las fuerzas centrales en las elecciones al Parlamento Europeo. Como en la década de 1930, cuando la "gran depresión" propició la aparición de autoritarismos en Italia, Alemania y España, una tendencia similar podría estar en marcha.
Si no se recuperan los ingresos y los puestos de trabajo, los partidos populistas podrían acercarse más al poder en Europa y los sentimientos anti-UE podrían paralizar la integración económica y política europea. Peor aún: la zona del euro podría estar en riesgo; algunos países podrían salir de la UE; otros se podrían desmembrar.
Incluso en EE.UU. se nota que la inseguridad económica de una gran clase marginal blanca que se siente amenazada por la inmigración y el comercio mundial influye cada vez más en las facciones de extrema derecha y del Tea Party dentro del Partido Republicano. Esos grupos se caracterizan por el nativismo económico, las inclinaciones antiinmigración y proteccionistas, el fanatismo religioso y el aislacionismo geopolítico.
No se puede separar la desestabilización de Ucrania por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de su sueño de encabezar una "Unión Eurasiática", intento mal disimulado de recrear la antigua Unión Soviética. También en Asia resurge el nacionalismo. Los nuevos dirigentes de Japón, China, Corea del Sur y ahora de la India son nacionalistas políticos en regiones en las que las disputas territoriales son graves. El fracaso económico podría contribuir a intensificar aún más las tendencias nacionalistas y xenófobas... e incluso desencadenar conflictos militares.
Entretanto, Medio Oriente sigue siendo una región empantanada en el atraso. La "primavera árabe", desencadenada por un crecimiento lento, un elevado desempleo juvenil y una desesperación económica generalizada, ha dado paso a un largo invierno en Egipto y en Libia, donde las opciones sustitutivas son un regreso de los caudillos autoritarios y el caos político. En Siria y Yemen hay una guerra civil; el Líbano e Iraq podrían afrontar una suerte similar; Irán es a un tiempo inestable y peligroso para otros países, y Afganistán y Paquistán parecen cada vez más Estados fallidos.
En todos esos casos, el fracaso económico y la falta de oportunidades y esperanzas para los pobres y los jóvenes fomentan el extremismo religioso y político, el resentimiento contra Occidente y en algunos casos un terrorismo declarado. En la década del 30, la incapacidad para prevenir la "gran depresión" facilitó la llegada al poder de regímenes autoritarios en Europa y Asia, lo que acabó propiciando el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta vez el daño causado por la gran recesión somete a las economías avanzadas a un estancamiento prolongado y crea grandes dificultades para el crecimiento estructural en los mercados en ascenso.
Es un terreno ideal para que el nacionalismo político y económico arraigue y prospere. Se debe ver la reacción actual contra el comercio y la mundialización en el marco de lo que podría venir a continuación.
El autor es profesor de Economía de la Universidad de Nueva York
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