Sin la fusión con Allergan, Pfizer apunta ahora a una división y a nuevos blancos
Pfizer Inc. dejó de lado sus planes de fusión con la irlandesa Allergan PLC en el último revés en los esfuerzos que por años ha desplegado el gigante farmacéutico estadounidense por superar lo que su presidente ejecutivo, Ian Read, ha definido como una desventaja competitiva frente a rivales extranjeros que pagan impuestos más bajos.
Ahora Pfizer debe encontrar nuevos blancos de adquisición para aumentar sus ingresos y y crecer, según una fuente cercana. En forma complementaria, Pfizer también puede reactivar su plan de dividir el conglomerado en distintas empresas por segmentos de negocios, un plan que había pospuesto cuando alcanzó un entendimiento con Allergan sobre una posible combinación.
The Wall Street Journal informó el martes que la junta directiva de Pfizer —que tiene sede en Nueva York— había votado por poner fin a la combinación y luego comunicó su decisión a Allergan, domiciliada en Dublín. La cancelación se produjo luego de que el gobierno de Barack Obama apuntó sus baterías contra una operación que habría trasladado a Irlanda a la mayor farmacéutica de EE.UU. para reducir su carga fiscal.
El fracaso del acuerdo con Allergan reactiva los planes de división que ejecutivos de la farmacéutica estadounidense evaluaron durante años pero que habían pospuesto por el temor de que esas nuevas empresas no resultaran suficientemente grandes para preservar su independencia. El pacto con Allergan era visto como una forma de apuntalar la presencia de Pfizer tanto en medicamentos de alto precio y con gran potencial de crecimiento como en el segmento de fármacos más antiguos, de bajo costo.
Pfizer informó el miércoles que tomará una decisión acerca de cualquier posible división antes de fin de 2016 y que tiene "la fortaleza y flexibilidad financiera para buscar el desarrollo de negocios atractivos" y tomar medidas que beneficien a sus accionistas.
Allergan reconoció estar decepcionada de la cancelación del acuerdo con Pfizer, pero subrayó que sus negocios siguen siendo sólidos. La firma irlandesa ofrecerá una actualización de sus planes para simplificar sus operaciones el 10 de mayo, cuando anuncie sus resultados del primer trimestre y tras completar la venta de su división de genéricos a la israelí Teva Pharmaceuti-cal Industries Ltd. por cerca de US$40.500 millones en efectivo y acciones.
Se trata del segundo intento fallido de Pfizer por adquirir una empresa no estadounidense con propósitos de relocalización fis-cal. La farmacéutica trató infructuosamente en 2014 de comprar la británica AstraZeneca PLC. Siguió explorando alternativas de asociación, hasta que llegó a un entendimiento con Allergan.
Al combinarse con Allergan y mudar su sede a Irlanda, Pfizer no sólo habría reducido su tasa de impuestos, sino también hacer uso de los miles de millones de dólares en ingresos que guarda fuera de Estados Unidos para evitar pagar más impuestos.
La combinación también tenía beneficios no tributarios para Pfizer, incluido el acceso a la cartera de productos de alto crecimiento de Allergan, como el tratamiento antiarrugas Botox, el tratamiento para la sequedad de ojos Restasis, y el nuevo medicamento para intestinos irritables Linzess. La combinación también habría facilitado a Pfizer deshacerse de su portafolio de medicinas más antiguas que siguen generando ingresos.
Los acuerdos de inversión impositiva se han vuelto comunes entre las empresas estadounidenses e incluso han sido un tema de debate en la campaña presidencial, en la cual ciertos candidatos han atacado el desarraigo de las compañías esta-dounidenses y la pérdida de ingresos fiscales que ello acarrea. Tanto postulantes republicanos como demócratas han criticado la fusión entre Pfizer y Allergan.
Hasta ahora, Washington no había podido hacer mucho para detener las inversiones tributarias, pero eso cambió con la publicación el lunes de una tercera serie de propuestos cambios regulatorios, esta vez con un rigor que sorprendió al mundo de negocios.
Con un énfasis especial en lo que el Departamento del Tesoro llama "inversionistas tributarios seriales", las nuevas regulaciones no tendrán en cuenta el valor de las adquisiciones de los últimos tres años al determinar el componente de capital extranjero en una compañía bajo el código tributario.
La medida desbarató los cuidadosos cálculos que son cruciales en combinaciones como la de Pfizer y Allergan. Para obtener los máximos beneficios, los accionistas de la empresa que cambia su jurisdicción fiscal, en este caso Pfizer, deben poseer entre 50% y 60% de la entidad combinada. Una relación de entre 60% y 80% también sería aceptable, pero reduciría los beneficios tributarios. Por encima de 80%, tales ventajas se perderían por completo. Esto significa que las empresas estadounidenses necesitan socios de inversión impositiva que sean al menos un cuarto de su tamaño, e idealmente de dos tercios.
Cuando se selló el pacto con Allergan el año pasado, la capitalización de mercado de Pfizer rondaba US$200.000 millones y la de Allergan US$120.000 millones. Con esa proporción, los accionistas de Pfizer tendrían 56% de la compañía combinada.
No obstante, al excluir el valor de las adquisiciones de Allergan en los tres años previos, las cifras no cierran: al descontar el valor de las empresas que acumuló la firma irlandesa (Warner Chilcott, Forest Laboratorios y Actavis), el valor neto de Allergan para el Departamento del Tesoro sería de unos US$30.000 millones. Allergan contribuiría con algo menos de 20% al valor de la compañía combinada y sería una socia demasiado pequeña para Pfizer.
Descartada la fusión con Allergan, una opción que le queda a Pfizer es volver a los planes de desmantelamiento que tuvo por años en carpeta En 2014, Pfizer gastó US$150 millones para crear sistemas de contabilidad separados y registrar firmas con diferentes personalidades jurídicas y prepararse en general para una posible división. Gastó otros US$164 millones con el mismo propósito en el primer semestre de 2015, dijo en julio a The Wall Street Journal el director financiero de Pfizer, Frank D’Amelio. La decisión sobre una separación, según el ejecutivo, tendría que ejecutarse antes de fin de 2016, para añadir otros US$1.000 millones de costos relacionados hacia comienzos de 2017.
Ahora que el acuerdo con Allergan quedó de lado, el presidente ejecutivo de Pfizer está reflotando el calendario original, con el compromiso de tener una respuesta sobre la posible división para fin de 2016. Tras años de deliberación, una decisión está tal vez, finalmente, a no más de ocho meses de distancia. Si se mantiene en ese camino, comenzaría el proceso de ruptura, que podría abarcar la mayor parte de 2017.
—Kevin Kingsbury contribuyó a este artículo.
Jonathan D. Rockoff, Liz Hoffman y Richard Rubin
The Wall Street Journal