Sergio Massa viaja a EE.UU. con la misión de negociar con el FMI y conseguir dólares e inversiones
En la visita más importante de todas, el ministro volverá a pisar Washington con el desafío de capitalizar su chapa política para ungir de respaldo internacional a su hoja de ruta para la economía
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WASHINGTON.- Sergio Massa cultivó sus vínculos con Estados Unidos durante varios años en viajes a Nueva York o Washington. A diferencia de Silvina Batakis, su efímera antecesora en el Ministerio de Economía, el exintendente de Tigre es una figura conocida en la Casa Blanca, el Congreso norteamericano, el establishment político y empresario, Wall Street, y la burocracia del Fondo Monetario Internacional (FMI). En la visita más importante de todas, Massa volverá a pisar Washington esta semana [viaja el martes] con el desafío de capitalizar esa familiaridad y su chapa política para ungir de respaldo internacional a su hoja de ruta para la economía.
La misión de Massa tiene dos objetivos: inversiones y dólares. Massa y su equipo buscarán cerrar los temas pendientes con el Fondo desde la salida de Martín Guzmán para mantener a flote el programa, destrabar préstamos de organismos multilaterales, y encaminar proyectos de inversión, con un foco en energía y Vaca Muerta, indicaron fuentes del Palacio de Hacienda. También se trabajará en la agenda de seguridad energética y alimentaria con el gobierno de Joe Biden.
El intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Kirchner no alteró los planes de la visita. El jueves y el viernes, Massa habló varias veces con la vice y con el Presidente, Alberto Fernández, y decidió seguir adelante con la gira, indicaron las fuentes. Su agenda –que coordinaron el embajador Jorge Argüello y el asesor internacional de Massa, Gustavo Martínez Pandiani– será casi calcada a la que tuvo Batakis, a mediados de julio, salvo por dos diferencias sustantivas: Massa tiene previsto ver a Juan González, el principal funcionario de la Casa Blanca para América latina, y al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, antaño némesis del Gobierno y con quien se busca dar vuelta la página para liberar fondos por unos 800 millones de dólares para alimentar las languidecientes reservas del Banco Central.
A diferencia de Batakis, quien llegó a Washington apremiada por un dólar suelto y un mar de dudas sobre su caudal político, Massa llega con las variables financieras navegando una tensa calma y con un fuerte ajuste ya en marcha bajo el brazo, incluido el postergado aumento de tarifas que el Fondo urgió durante meses, y que terminó siendo más incisivo que el del eyectado Guzmán. Al igual que Batakis, Massa deberá encarrilar el programa con el Fondo, que de momento aparece fuera de los parámetros acordados.
“Guzmán era visto como un interlocutor sin respaldo político, que no podía tomar compromisos fiscales creíbles. Massa tiene peso político propio y contactos aceitados en Washington”, distinguió Héctor Torres, quien representó a la Argentina ante el board del FMI. “Creo que el diálogo será más productivo que con el equipo anterior”, remarcó.
El caudal político de Massa genera expectativa en Washington, aunque sin llegar a despejar del todo el profundo escepticismo que despierta la Argentina. El Fondo siempre pidió un plan económico con un amplio consenso político, creíble y factible, y Massa es el primer ministro de Economía que llega a la mesa de negociaciones con envergadura propia y el control total de la botonera, algo que Guzmán y Batakis no tenían.
Pero los problemas son los mismos. Economistas y analistas de Wall Street mostraron frustración ante la ausencia de un plan de estabilización integral tras los primeros anuncios de Massa, a los que el banco de inversión J.P. Morgan describió como un “esfuerzo de curita”, una mirada extendida. La ausencia de un programa integral y la crispación política que late en Buenos Aires son las principales preocupaciones entre quienes miran a la Argentina. El atentado contra Cristina Kirchner abonó esas inquietudes. Torres dijo que “obviamente esto no ayuda, pero en el Fondo hay una actitud positiva hacia Massa y su equipo”. En el Gobierno confían en el apoyo de la Casa Blanca, que “condenó enérgicamente” el ataque con un mensaje del secretario de Estado, Antony Blinken.
Sin imprevistos mediante, la Argentina parece encaminarse a atravesar sin problemas la segunda revisión del acuerdo con el Fondo, de la cual depende un desembolso de casi 4000 millones de dólares previsto para las próximas semanas. El equipo técnico que viajará antes que Massa se encargará de pulir esa revisión con Luis Cubeddu, el jefe de misión para la Argentina del Fondo. Leonardo Madcur y Raúl Rigo multiplican horas de vuelo en las discusiones con el FMI. A ellos se les sumará Gabriel Rubinstein como principal macroeconomista del equipo. Economía ha buscado enfocarse en la revisión evitando levantar polvareda, y por eso en el Palacio de Hacienda han evitado darle oxígeno a la posibilidad de pedir fondos frescos a través de la nueva línea que se abrirá, en las próximas semanas, con el Fondo de Resiliencia y Sustentabilidad. Esa alternativa está latente.
Las conversaciones con el Fondo también mirarán hacia adelante. El desembolso de septiembre depende de lo que ocurrió hasta junio. El panorama empeoró tras la caótica salida de Guzmán. En el organismo dijeron que los equipos “continuarán las discusiones sobre las perspectivas macroeconómicas y sobre políticas para fortalecer la estabilidad y asegurar el cumplimiento de los objetivos del programa”. Las revisiones sobre lo que está ocurriendo y ocurrirá a lo largo del segundo semestre aparecen más complicadas. Faltan dólares: la Argentina debe sumar este año casi 6000 millones de divisas a las reservas netas del Banco Central, una meta, para muchos, utópica, sobre todo sin una devaluación del tipo de cambio oficial, un camino que Massa rechazó. Rubinstein también descartó una devaluación “inminente”, según un audio suyo que se filtró y circuló por WhatsApp.
Sin una renegociación del acuerdo con el Fondo que brinde más flexibilidad, si el Gobierno incumple algunas de las metas cuantitativas del programa, deberá pedir un perdón o “waiver” al board del organismo para evitar una suspensión de los desembolsos con los que se paga la deuda que contrajo Mauricio Macri. Es un escenario que el mercado baraja desde que se el nuevo programa, en marzo último. En cualquier caso, y aun si el programa se mantiene a flote con retoques o “waivers”, servirá para ganar tiempo, pero nadie espera que logre encarrilar la economía o despejar la desconfianza. Metas aún esquivas, incluso para un superministro.
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