Ser uno mismo como diferencial
Ya sea que se trate de conseguir un trabajo nuevo, ver por primera vez al grupo de personas que rodean a tu pareja o dar una presentación ante un público nuevo, por lo general nos enfocamos en causar una buena primera impresión, en caer bien en definitiva. A veces es por el solo hecho de agradar, otras veces porque creemos que está mucho en juego en ese relacionamiento. Una estrategia que solemos usar es investigar o tratar de conectar con los intereses y expectativas que (creemos) tiene nuestro público para "conquistarlo", en detrimento de nuestras características más singulares que solemos esconder por temor, vergüenza o inseguridad.
Pero una investigación conducida por un grupo de científicas, entre ellas Francesca Gino, autora del libro Talento Rebelde: Por qué vale la pena romper las reglas en el trabajo, descubrió que esas creencias están equivocadas. Tratar de agradar y no confiar en ser uno mismo impacta de manera negativa en los resultados que queremos alcanzar.
La investigación confirmó que intentar complacer las expectativas de los demás es lo más usual, pero no lo que hace la diferencia. Cuando le preguntaron a más de 450 adultos que imaginaran que estaban a punto de tener un encuentro profesional importante, como la entrevista para el trabajo de sus sueños, cerrar una negociación o presentar una idea ante un comité de evaluación, el 66% de ellos indicó que utilizaría técnicas para aparentar o seducir, en lugar de simplemente ser ellos mismos.
Por su parte, siete de cada diez personas dijo impostar los atributos que creen que la audiencia espera de ellos sería el enfoque más efectivo en la situación, pero esto no resulta efectivo.
Para otro estudio, Gino y su equipo evaluaron el desempeño de 166 empresarios que participaban en una competencia en una universidad en la que tenían que exponer sus ideas de producto o servicio ante un jurado de tres inversores experimentados. Al final del evento, los jueces eligieron a diez semifinalistas que serían invitados a participar en la ronda final.
Después de que los empresarios hicieron sus presentaciones, se les pidió que contestasen algunas preguntas sobre sus presentaciones. El hallazgo fue que cuando eran auténticos y fieles a sus atributos personales en sus presentaciones, tenían tres veces más probabilidades de ser elegidos como semifinalistas que cuando intentaban agradar a los jueces.
¿Por qué? Primero, cuando aparentamos, minimizamos intencionalmente nuestros propios intereses y preferencias a favor de los de los demás, y cuando nos esforzamos por ocultar lo que hacemos y quiénes somos realmente, resulta agotador cognitiva y emocionalmente hablando lo que drena nuestro rendimiento.
En segundo lugar, dado que no podemos conocer las preferencias y expectativas de los demás con certeza, no importa cuánta investigación hayamos realizado sobre ellos, aumenta nuestra ansiedad y nos hace sentir y parecer falsos. Todo esto perjudica nuestro desempeño.
Sé que más de uno está pensando "¡qué frase de sobrecito de azúcar!" esto de ser fieles a nosotros mismos. Pero no lograrlo es tema serio. En el libro The top 5 regrets of the dying la autora Bronie Ware, que acompañó a cientos de personas en sus últimos días durante décadas, cuenta que "desearía haber tenido el coraje de ser verdadero conmigo mismo y no lo que los otros esperaban de mí" es una de las frases más repetidas junto con haber pasado más tiempo con amigos, haber expresado mis sentimientos, no trabajar tan duro y haberme animado a ser feliz.
Es un momento entre liberador y revelador darse cuenta de que mostrarnos desde lo que uno ama, o teme, desde lo que uno anhela o intenta y no le sale, genera una empatía tan potente que ni el acto más ensayado de "oratoria efectiva en público" o "cómo entretener a mi público" puede darte.
Conectar con lo que nos importa, con nuestra lugar de procedencia, con lo que nos excita o nos entristece y ponerlo en nuestro relato, nos acerca como ninguna otra estrategia a quienes tengamos en frente.
Se lee en nuestros rostros, se escucha en nuestro tono o en nuestros silencios. Me estoy acordando de los trajecitos sastre que me ponía a los 20 años para aparentar ser y ser vista como la ejecutiva de cuentas que era y sentarme a negociar con un CEO sin que piense "y esta pibita quién es". Las zapatillas me las sacaba solo al entrar a esas reuniones y me ponía unos tacos ridículamente altos. Hoy me encanta encontrarme con personas auténticas ¿A ustedes no? Pues seamos una de esas personas.
Sonido recomendado para leer esta columna: "Be yourself", Audioslave