Sequía histórica pone en aprietos a Brasil
SÃO PAULO—Parado al lado de la represa que es la última esperanza para que esta mega ciudad brasileña pueda evitar el racionamiento de agua, Valdir Mastrocezari, que trabaja en una marina, advirtió un problema. También lo olió.
Cocinándose bajo el sol del mediodía, cerca de la enorme reserva Billings, con la costa a la vista debido a la sequía, había un caldo desagradable de cloacas y excremento humano.
El gobierno estatal planea usar agua potabilizada sólo de las partes del reservorio que no están contaminadas para aliviar la sequía que ha devastado el sureste de Brasil, la región más rica del país. La propuesta, sin embargo, ha recibido críticas, dado que científicos advierten que los altos niveles de bacterias fecales y otros contaminantes lo vuelven peligroso y caro.
Es una de varias polémicas propuestas para solucionar una crisis de escasez de agua que muchos brasileños, incluido Mastrocezari, creen que es mayormente creada por el hombre y podría haber sido aminorada, si no evitada.
"Si quieren usar el agua, primero tendrán que detener esta (polución)", dijo Mastrocezari, de 56 años, quien culpa a los contaminantes por un sarpullido severo en sus brazos. "La gente no nada aquí. Evitamos meter los pies en el agua".
Algunos funcionarios y administradores de empresas de servicios públicos afirman que tienen la situación bajo control y han acusado a los medios de tratar el problema con sensacionalismo.
La peor sequía que padeció el sureste de Brasil en 80 años ha dejado millones de residentes sin agua hasta por varios días. Cuando la estación seca de seis meses recién comienza, algunos expertos indican que es probable que el gobierno imponga un racionamiento severo para millones de personas más este año.
Aunque precipitaciones inusualmente fuertes durante la estación de lluvias de Brasil han causado un alivio temporal en algunas regiones, los niveles de agua en varios reservorios del Gran São Paulo siguen en niveles peligrosamente bajos. Funcionarios públicos y agencias de servicios públicos se esfuerzan por hallar arreglos de corto plazo y soluciones de largo plazo.
Entre los proyectos costosos y complejos que se están considerando está la propuesta de São Paulo de usar el decrépito reservorio de Billings, que no se usa como fuente de agua potable desde hace décadas. Funcionarios de Rio de Janeiro, por su parte, buscan construir una costosa planta de desalinización.
Los críticos, no obstante, afirman que esas medidas probablemente son insuficientes y llegan demasiado tarde, además de ser sumamente caras. Incentivos como fuertes aumentos del precio del agua y códigos de construcción más estrictos se deberían haber implementado hace meses o años para alentar la conservación, aseguran. También denuncian una falta de inversión en la capacidad de almacenamiento y proyectos para reusar agua desechada, como motivos de la actual crisis.
"Trabajamos después de que estalló la bomba, y estas medidas anunciadas ahora son paliativas", dijo Paulo Skaf, presidente de la poderosa Federación Industrial del estado de São Paulo y ex candidato a gobernador. "Son obras que llevarán cuatro y cinco años, y no resolverán el problema de 2015".
Otras alternativas mejores y más baratas siguen sin ser exploradas, aseguran algunos analistas. Por ejemplo, São Paulo desperdicia alrededor de 30% a 35% de su suministro de agua debido a pérdidas, comparado con 7% en San Francisco, Estados Unidos.
"Una de las formas más baratas y fáciles de que una ciudad aumente su ‘suministro’ es básicamente asegurarse de que lo que se tiene no se vaya a perder", dijo Newsha Ajami, directora de políticas de agua urbana del Instituto Stanford Woods para el Medioambiente en California, quien visitó São Paulo el año pasado. "Soluciones de infraestructura grandes y enormes, creo, deberían ser un último recurso, no el primero".
Desde el año pasado, cuando los niveles de los reservorios comenzaron a caer estrepitosamente en São Paulo, Rio de Janeiro y otros estados, la sequía récord ha afectado a agricultores, fábricas y millones de residentes que soportan apagones y una menor presión del agua. Los casos de fiebre de dengue han aumentado conforme los residentes se ven obligados a guardar agua en baldes y otros contenedores, creando medios para la reproducción de mosquitos.
Muchos científicos y expertos en medio ambiente creen que la prolongada sequía en Brasil anuncia un cambio climático permanente, exacerbado por la deforestación del Amazonas y la mala gestión de recursos, y no en la creencia brasileña de que San Pedro, santo de la Iglesia Católica, controla las precipitaciones.
"Nuestra crisis del agua no es culpa de San Pedro", sostuvo Savio Souza Cruz, secretario del medioambiente del estado de Minas Gerais. "De hecho, San Pedro sólo sirvió para dejar en claro nuestros propios problemas".
El impacto de la sequía ha sido más notorio en el sureste, ubicado a cientos de kilómetros del río Amazonas y que depende de redes de reservorios regionales.
En el Gran São Paulo, la mayor metrópolis de Brasil y su centro financiero, la situación es grave. El año pasado, cuando la temporada de lluvias terminó oficialmente el 31 de marzo, el principal sistema de reservorios que abastece a la ciudad, Cantareira, funcionaba a 39% de su capacidad, con un total de 380.000 millones de litros.
El lunes, Cantareira funcionaba a 19,4% de su capacidad, incluido el "volumen muerto" de agua que requiere del uso de bombas especiales si se desea acceder a él. En el pasado, el reservorio abasteció a casi 9 millones de residentes de paulistas, pero esa cantidad ahora se redujo a menos de 6 millones conforme la ciudad traspasó clientes a otros reservorios más pequeños.
En el seco noreste del país, los sistemas de suministro de agua de más de 50 municipalidades están colapsados, una cantidad que podría duplicarse pronto si no llueve, dijo la semana pasada Gilberto Occhi, ministro de Integración Nacional. Brasil también enfrenta posibles problemas de suministro de electricidad este año ya que dos tercios de la energía de país provienen de plantas hidroeléctricas.