Señales de alerta en el planeta: la economía de las extinciones masivas
Hay quienes advierten que el mundo está atravesando el sexto episodio de desaparición amplia de especies; las campañas para advertir sobre el tema y la influencia de la actividad de los seres humanos
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Calendario virtual de tareas para el lunes. A las 9: llamada de alineación para el nuevo proyecto. 9.45: entrevista con el nuevo equipo de desarrollo. 11: consulta médica. 11:30: se extingue el lémur de cola anillada. 12: almuerzo con el directorio.
Seis meses atrás, la oficina de Dinamarca de la World Wildlife Fund (WWF) lanzó una campaña multipremiada para alertar sobre los riesgos de que estemos atravesando la sexta extinción masiva de la historia del planeta. Consistía en la posibilidad de que cada uno incorpore a su calendario virtual, junto con los compromisos de cada jornada, una alerta con el momento estimado de extinción, en datos avalados por científicos de renombre, de distintas especies que en 2024 afrontaron ese riesgo real.
Naciones Unidas estima que en la actualidad más de 42.100 especies están amenazadas de extinción. De esta cifra, el 41% son anfibios; el 34%, coníferas; el 36%, corales formadores de arrecifes; el 27%, mamíferos; el 21%, reptiles, y el 13%, aves.
El panorama conforma lo que se conoce como la “sexta extinción” o “extinción del holoceno”, y sus causas tienen que ver con la acción humana (reducción de hábitats naturales) y con el cambio climático.
“Todos los indicadores de este año reflejan que también estamos fuera de carrera en las chances de cumplir con las metas que se fijaron en el Acuerdo de París (reducción de las emisiones a la mitad para 2030, y emisiones netas cero para 2050). Estas metas son para que la temperatura global no suba encima de 1,5 grados centígrados sobre niveles prerrevolución industrial”, cuenta a LA NACION la economista Elisa Belfiori, experta en economía del clima y directora de la carrera de Economía Empresarial de la UTDT.
“Parte del problema es que los países se comprometieron a ‘hacer lo que pudieran’ con la esperanza (nada fehaciente) de que la suma de las partes fuera suficiente para alcanzar la meta global de no más 1,5 grados centígrados. Pero todo parece indicar que no alcanzará”, continúa la economista. “Las últimas cartas son la aceleración en la innovación tecnológica (hacia tecnologías limpias) y la captura de carbono”.
Este año se batieron dos récords en materia de día más caluroso desde que se tiene registro de este indicador. El fin de semana pasado se registró la jornada de temperatura más caliente de la historia en el Mar Mediterráneo y en Alaska.
El modelo económico
Los episodios de extinciones masivas son eventos muy poco comunes que se dan cuando una proporción muy significativa de las especies vivientes desaparecen (comúnmente se toma como parámetro un 75% de ellas colapsando, en una ventana relativamente corta en términos de la historia del planeta: entre uno y dos millones de años).
Hasta ahora hubo cinco episodios de este tipo, por motivos variados (las hipótesis más fuertes son de megaerupciones volcánicas, glaciaciones, el meteorito en la península de Yucatán, etcétera). La sexta, que estaría ocurriendo ahora, sería la primera causada por los humanos.
En el último número del Journal of Economics Perspectives, los economistas M. Scott Taylor y Rolf Weder presentaron una larga investigación titulada: “Sobre la economía de las extinciones y de las posibles extinciones masivas”. Allí entraron en detalle en las cinco extinciones anteriores: “Una fue causada por el impacto de un asteroide; dos, por la violenta actividad geológica en un planeta todavía joven, y dos, por cambios climáticos no tan abruptos. Las víctimas fueron de microorganismos a los grandes dinosaurios”, dicen Scott Taylor y Weder.
Como evidencia del argumento por una sexta megaextinción en curso, los economistas citan el índice de biodiversidad del WWF (los que hicieron la campaña mencionada en el primer párrafo), que cayó un 69% desde que se empezó a calcular, en 1970.
En el trabajo publicado en la revista académica se despliega un modelo econométrico de Brander y Taylor de 1997, que relaciona las actividades humanas con la salud del entorno natural que nos rodea. “Podemos imaginarnos distintos caminos hacia una extinción, aun sin intervención humana, que llevan a que distintas especies bajen su población, aunque sea temporariamente, por debajo de M”, donde M es el nombre que se le da en esta literatura al “punto sin retorno” hacia una recuperación.
Este año, la revista Science publicó un nuevo estudio de genética evolutiva, que reveló que hace 900.000 años los humanos estuvimos muy cerca de la extinción total. Un grupo de científicos de China, Italia y Estados Unidos utilizaron una técnica llamada FitCoal para realizar un estudio en el que analizaron las secuencias genéticas de 3154 individuos. Lograron obtener información demográfica y realizar inferencias sobre la historia de nuestra especie. Descubrieron que en cierto punto de la historia, alrededor de 1300 individuos fueron los responsables de garantizar la supervivencia de nuestros ancestros.
Ese declive significativo se conoce como un “cuello de botella”, que es un evento en el que la población se reduce drásticamente durante al menos una generación, lo cual puede llevar a una disminución importante en la variabilidad genética del grupo, según la Universidad de California.
Además del modelo mencionado, Scott Taylor y Weder analizaron en su paper dos episodios conocidos, cuantificados y con impacto económico medible de dos extinciones del pasado: la de los búfalos de las planicies de los Estados Unidos y las de algunas especies de tiburones.
Antes de la llegada de los europeos, la población de los grandes búfalos en Norteamérica contaba con entre 25 y 30 millones de ejemplares. Estaban repartidos por 48 estados, excepto en Nueva Inglaterra. El movimiento de personas hacia el oeste del país y el despliegue del ferrocarril hizo que para 1865 quedaran solamente entre 10 y 15 millones de búfalos. En 1871 se introdujo una innovación que permitió aprovechar mejor el valor económico de estos animales (conservar su carne, entre otros avances), con lo que se dio inicio a la “gran matanza” de esta especie, que llevó a que en las décadas posteriores su población bajara drásticamente muy cerca del punto M.
“La mayoría de nosotros se aterroriza por los tiburones; sin embargo, suelen ser pacíficos alrededor de los humanos. En los últimos 30 años varias poblaciones de tiburones han colapsado”, en buena medida, según los economistas, por la demanda que hay de la carne de estos animales, especialmente desde países de Asia.
Así que, en términos de la economía del clima, puede decirse que hay una noticia mala y una buena. La mala es que estaríamos avanzando a paso firme por la sexta gran extinción; la buena es que tenemos un modelo econométrico muy elegante y estilizado para explicar el colapso.
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