¿Seguro que las ideas son mejores que los intereses?
Preguntas a William James Ashley, historiador económico 1860-1927; su mayor influencia intelectual fue la organización de la historia económica en Gran Bretaña y la introducción de las ideas de los principales historiadores económicos alemanes
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En la última página de La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, John Maynard Keynes afirmó que las políticas públicas dependen mucho más de las ideas que de los intereses y que quienes creen que sus propuestas no son “teóricas” suelen ser esclavos intelectuales de algún economista muerto. Esta contundente afirmación, típica de una persona que no se andaba con chiquitas, genera un par de preguntas: ¿será verdad; es bueno o es malo?
Sobre el particular consulté al inglés William James Ashley (1860-1927), profesor en las universidades de Oxford, Toronto, Harvard y Birmingham. Junto con William Cunningham, Herbert Somerton Foxwell y William Albert Samuel Hewins, a fines del siglo XIX constituyó la “Escuela inglesa de historia económica”, creada en las décadas de 1870 y 1880 por Thorold Rogers y Arnold Toynbee. “Los esfuerzos de dicha escuela fueron opacados por los de la escuela alemana, pero aquella no es un mero apéndice de ésta, sino que nació y se desarrolló de manera independiente, prestándole atención a problemas diferentes”, afirma Bernard Semmel.
–¿Cuál es la importancia relativa de las ideas y los intereses en la formulación de las medidas que adoptan los gobiernos?
–Es una cuestión empírica, por lo cual cabe esperar que, en algunos países, en algunos períodos, las ideas hayan sido más importantes que los intereses, y en otras ocasiones o lugares haya ocurrido lo contrario.
–Pero Keynes lo afirmó de manera bien enfática.
–La genialidad de Keynes no reside, precisamente, en el rigor con el cual basaba sus afirmaciones. Hay que tomar con pinzas, particularmente lo que afirmó en los últimos capítulos de La teoría general, donde simplemente se dejó llevar. Le digo más: explica la relación directa que existe entre ingreso y consumo, por “la ley psicológica fundamental”. Pregúntele a cualquier psicólogo si conoce dicha “ley”, y se echará a reír.
–¿Está usted diciendo que su compatriota era un tonto?
–Estoy diciendo que hasta los genios dicen tonterías. De cada persona talentosa hay que tomar lo mejor que hizo o dijo, no lo peor.
–La derogación de las Leyes inglesas de granos suele citarse como un ejemplo del triunfo de las ideas referidas al librecambio, por sobre los intereses de los productores agrícolas.
–Déjeme darle un dato, para entender que la afirmación es parcialmente correcta. El debate referido a la derogación de dichas leyes tuvo lugar en 1815, pero la derogación recién ocurrió en 1846. ¿Qué pasó en el medio? Aumentó fuertemente la migración de la población de los campos a las ciudades, lo cual tuvo enorme repercusión en el plano electoral. A mediados del siglo XIX el voto urbano, favorable a la derogación, era mucho mayor que el voto rural.
–¿Es bueno o es malo que las políticas se basen más en las ideas que en los intereses?
–Ahora pasamos del plano del ser al del deber ser. Las ideas tienen mejor imagen que los intereses, porque aquellas se piensan como principios generales, destinadas a mejorar el bienestar de toda la población, mientras que éstos se piensan como defensas específicas, individuales, sectoriales o regionales. Ejemplo: todos somos consumidores del producto X, pero hay un solo productor. Terminar con los privilegios otorgados al monopolista beneficiará a toda la población, excepto a éste y, probablemente, a sus asalariados y proveedores.
–¿Por qué, no es así?
–En este caso sí, pero no es la única situación; y esto se refiere tanto a las ideas como a los intereses.
–Explíquese, por favor.
–Existen las buenas, pero también las malas ideas. Reducir transitoriamente la tasa de inflación, pisando el tipo de cambio oficial o las tarifas de gas y electricidad, es una mala idea; intimar a que los productores maximicen la producción, sin averiguar por qué no lo están haciendo, es otra mala idea. Una mala idea es una mala idea, no importa cuántos títulos universitarios tengan quienes las proponen o de qué casas de estudio provengan esos títulos.
–Pero también existen las buenas ideas.
–Obvio, lo que quiero destacar es que en política económica no hay nada automático, sino que todo tiene que ser procesado dentro de las circunstancias políticas e institucionales en las cuales se va a implementar.
–No me diga que además va a defender los intereses.
–No voy a hacer una defensa irrestricta, pero frente a ideas insólitas, los intereses pueden evitar males mayores. Una apertura de la economía que no elimine simultáneamente las distorsiones internas es una mala idea; hacen bien los productores y los sindicatos en resistirla. No para frenar las reformas, sino para exigir que se las diseñe e implemente de manera correcta.
–Además de las ideas y los intereses, en la explicación de la conducta humana están las pasiones y los valores.
–Buen punto. Sobre lo primero corresponde citar a Albert Otto Hirschman, quien afirmó que, entre las pasiones humanas, la de ganar más dinero es la más inocua. Porque la enorme mayoría de los seres humanos que quieren vivir mejor, innova; y tiene que encontrar a otros seres humanos que le compren sus productos de manera voluntaria. Compárese esto con alguien que guía su comportamiento por la envidia, la sed de venganza, etcétera.
–Usted se refirió a los valores.
–No estoy pensando precisamente en las cotizaciones bursátiles, sino específicamente en el valor económico que tienen los valores, lo cual no es un juego de palabras. Pensemos, por un instante, en un país donde nadie robe, asesine o mienta.
–Difícil de imaginar, pero adelante.
–En dicho país, el cemento utilizado para construir cárceles se podría utilizar para fabricar escuelas, y el personal de seguridad podría dedicarse a pintar paredes o fabricar empanadas. Lo que quiere decir que, con las mismas dotaciones factoriales y tecnología disponible, habría más bienes al servicio de la humanidad.
–Brillante.
–Lo cual implica que el análisis económico no sólo no es neutral con respecto al fundamento ético de la conducta humana, sino que destaca su importancia. El problema…
–No me diga que hay un problema...
–El problema es que en cualquier ámbito las políticas públicas tienen que basarse en la persona como es, no como desearíamos que fuera. Y los experimentos que en Cambodia y Cuba se realizaron para que surja el “hombre nuevo” les costaron la vida a muchísimas personas, sin que aparecieran los resultados esperados por quienes los llevaron a cabo.
–Su planteo, ¿no es demasiado determinista?
–Los valores existen, de hecho, la enorme mayoría de la gente no roba ni mata, pese a que saben que la probabilidad de ser descubiertos y condenados es bajísima. Todo lo que se pueda hacer al respecto, bienvenido sea; pero la historia enseña que las políticas públicas basadas en comportamientos angelicales de la población tienen grandes chances de fracasar.
–Don William, muchas gracias.