Según The Economist: por qué debe renunciar la jefa del FMI
Un escándalo por datos y China ha socavado su credibilidad, dice el semanario inglés
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En 2003, el Banco Mundial lanzó una tabla de liga que evaluaba la facilidad para hacer negocios en distintos países del mundo. Para 2017 Li Keqiang, el primer ministro chino, se quejó de que su país iba a la zaga de sus pares. Por su pedido los funcionarios comenzaron a liberar a los emprendedores de burocracia y de tinta roja. Redujeron las tarifas, facilitaron las aprobaciones y comenzaron a usar sellos electrónicos en vez del tradicional de tinta en muchos documentos.
El progreso de China ilustra el poder del ranking Doing Business (Hacer Negocios) del banco. Los líderes lo han utilizado para motivar y seguir las reformas regulatorias y les gusta alardear de los avance de su país. El FMI citó el ranking del año pasado al argumentar a favor de otorgar crédito a Jordania. Los datos ayudan a orientar a los inversores. Y han informado 676 de los proyectos propios del Banco Mundial (por valor de US$ 15.500 millones de dólares) en la última década, según una evaluación interna aún no publicada.
Pero con ese perfil vino presión. Una nueva investigación ha concluido que personal del banco alteró de manera impropia el puntaje de China y de otros tres países. Querían evitar a China una caída embarazosa en el ranking en 2017, justo en el momento en que sus reformas comenzaban a levantar presión. Según la investigación el arreglo de las cifras de China se llevó a cabo a pedido del presidente del banco, Jim Yong Kim, y su segunda al mando, Kristalina Georgieva, que ahora es la jefa del FMI.
En una declaración Georgieva ha dicho que tiene desacuerdo “fundamental” con lo descubierto y la interpretación. En una reunión con personal del FMI dijo que sólo pidió a los investigadores del banco que hicieran una triple verificación de los datos. Pero los investigadores descubrieron que ella y el equipo exploraron un cambio en el método del banco (que fue incluir sólo una ciudad o país) para generar un resultado mejor. Y según la investigación del propio banco las modificaciones que se implementaron finalmente introdujeron errores en vez de eliminarlos.
En su defensa, fue su jefe que inició estos cambios. Ella tenía la motivación elevada de fortalecer el multilateralismo. Hubo margen para la discrecionalidad en los indicadores de Doing Business al volverse más complejo con el paso del tiempo. Y un investigador de alto nivel aseguró que podía “vivir” con el informe revisado, aunque es probable que ni él ni ella supieran exactamente qué cambios se habían hecho.
También es cierto que instituciones como el banco padecen una tensión interna entre sus deberes diplomáticos y sus aspiraciones científicas, como ha señalado Paul Romer, un ex jefe de economistas del banco. Reconciliar ambas cosas es siempre difícil. Una vez que el ranking de Doing Business se volvió tan importante políticamente para los países miembros del banco debió haber incorporado instituciones externas, como centros de estudios o universidades, para supervisarlo.
Pero aunque Georgieva merece consideración el episodio no encaja bien con su actual rol en el FMI. El Fondo tiene un departamento de investigaciones influyente propio. También es custodio de los estándares de datos para las estadísticas macroeconómicas del mundo. La jefa del FMI tiene que mantener la integridad del cuadrilátero mientras dos de sus mayores accionistas, Estados Unidos y China, confrontan entre sí en una nueva era de rivalidad geopolítica. Los críticos del multilateralismo ya están citando este asunto como evidencia de que los entes internacionales no logran contener a China. La próxima vez que el FMI intente actuar como árbitro en una disputa por divisas o ayude a renegociar los plazos de deuda de un país que ha tomado crédito de China, es seguro que los críticos del fondo citaran esta investigación para socavar la credibilidad de la institución.
Es por eso que Georgieva, estimada empleada de varias instituciones internacionales, debiera renunciar. Luego de que se evitó avergonzar a China, agradeció a un importante investigador por “hacer lo suyo por el multilateralismo”. Ahora ella también debiera hacer lo suyo por el multilateralismo cayendo sobre su espada.
The Economist