La Argentina es líder mundial en la exportación de mosto
El país es el gran impulsor de este producto, que capta entre 25% y 30% de la uva local y genera ventas externas por US$155 millones anuales; crecer en lo orgánico y abrir nuevos mercados, los objetivos
La Argentina es el mayor exportador mundial de mosto concentrado de uva, algo que genera divisas para el país y que también ayuda a mantener los equilibrios vitivinícolas. Este año se completará con ventas externas de 140.000 toneladas, lo que implicará una facturación de US$155 millones.
Es una industria que, posicionada geográficamente en San Juan y Mendoza, capta entre 25% y 30% del volumen total de la uva cosechada. Está integrada por más de 30 empresas, algunas de ellas con dedicación exclusiva al mosto, y otras diversificadas, con elaboración y fraccionamiento de vinos.
El sector emplea en forma directa a unas 600 personas y compra regularmente la producción primaria de más de 5000 pequeños productores vitivinícolas. "Es, particularmente en tiempos de cosecha, altamente demandante de capital para la compra de materia prima, cuyo despacho se distribuirá a lo largo del año agrícola", remarca Fernando Morales, presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes y Exportadores de Mosto.
Los mayores importadores mundiales de mosto concentrado de uva producido en la Argentina son Estados Unidos (capta 35% de las exportaciones locales), Japón (21%), Sudáfrica (18%) y Canadá (9%). Le siguen: Chile (3%), Turquía, Rusia, Países Bajos, España y China (todos con 2%) y México y Colombia (1% cada uno).
Rubén Panella, secretario de la mesa directiva de Fecovita, uno de los principales exportadores, junto con Cepas Argentinas, dice que está la posibilidad concreta de explorar nuevos mercados, como los países del Sudeste Asiático; pero también surgen oportunidades en Medio Oriente, donde aparecieron nuevos consumidores. "También se puede crecer con mosto tinto en mercados tradicionales que ya nos compran mucho mosto blanco, como Japón o Estados Unidos", agrega.
Según señalan desde la Cámara Argentina de Fabricantes y Exportadores de Mosto, los grandes competidores de la oferta argentina son el jugo concentrado de manzana, de origen chino, y, dentro del mismo mosto de uva, Chile, España y los productores de California, Estados Unidos.
El mosto concentrado de uva es un ingrediente muy versátil, utilizado por diversas industrias, pero donde mayor protagonismo tiene es en bebidas. "Es demandado por los rubros de panadería, mermeladas, dulces y golosinas, pero los mayores compradores provienen de los fabricantes de vino, jugos y batidos", precisa Morales.
Ahora, frente a una cosecha mala de Europa, se presenta una gran oportunidad para las exportaciones locales, siempre y cuando la campaña local sea buena. "Lamentablemente, por los malos precios de los últimos años, los productores no reciben un pago muy competitivo, por eso el mayor desafío es mejorar ese aspecto", comenta Panella.
Entre los desafíos que el propio sector reconoce está el de lograr una mayor certificación de calidad, porque los mercados importadores se volvieron más exigentes. "Si bien nuestra calidad de producto supera en algunos casos la de los europeos, debemos adherir a nuevas normas internacionales. Incluso, tenemos que desarrollar más el mosto orgánico", enfatiza.
Patricio Barrientos, gerente de Administración de Viña Montpellier, una pyme exportadora de mosto argentino, ratifica que el país es número uno en la materia, pero además agrega que fue uno de los precursores. "Fue el que comenzó a fabricarlo en grandes volúmenes y el que lo hizo importante en el mercado mundial", afirma.
Ahora bien, a la hora de hablar de los problemas del sector, Barrientos destaca que sufre, al igual que otros, la inestabilidad económica que presenta el país a lo largo de su historia. "Pasa lo mismo que en cualquier sector industrial: la ausencia de reglas claras en el tiempo, la falta de crédito y el aumento de la inflación", subraya el ejecutivo.
Barrientos dice que, como exportadora que es, su empresa se puede defender un poco más ante una macroeconomía desfavorable, pero igual deben enfrentar las exigencias de los compradores internacionales que reclaman reglas claras a largo plazo. "Acá, por ejemplo, se nos impusieron derechos de exportación de un día para el otro ($3 por dólar a los productos industriales), algo que para industrias que ya están golpeadas son casi inaguantables", cuenta.
Después de las PASO, al sector se le cortaron todas las líneas de crédito en dólares y solo quedaron préstamos en pesos a una tasa del 90%, con lo cual, por el momento, las inversiones están en stand-by. Demanda externa hay todo el año y de manera considerable, pero el problema no está ahí, sino en la posibilidad de aumentar la oferta local.
Además, tal como describe Barrientos, el 90% de los insumos de esta industria está dolarizado, y eso implica otro gran problema. "Primero, por la devaluación, y ahora porque tenemos prohibido comprar dólares. Un ejemplo práctico sirve para mostrar cómo nos perjudica eso: las empresas navieras, para no discutir el tipo de cambio, te aceptan dólares; pero, si no le podés pagar en esa moneda, te reciben pesos, pero te ponen el dólar al tipo de cambio que se les antoja. Hoy, por caso, está a $65", relata.
A todo esto hay que agregarle, como acota Morales, que los precios promedio mensuales expresados en dólares por tonelada se encuentran, en 2019, un 25% por debajo de los precios promedio de 2018: el año pasado cerró en US$1269, con picos de US$1545 en junio, mientras que en junio de este año, que es el último dato relevado, cayó a US$1091.