Sebastián Menescaldi: “La clave es que se pueda hacer el ajuste, que ya no es tan mala palabra”
El economista de la consultora Eco Go advirtió que sin expectativas por delante, el país no puede funcionar y señaló que sí o sí desde el Gobierno deberán solucionar el problema de la brecha cambiaria
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Es licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina e hizo estudios de posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella; trabajó durante una década en el Banco Central, donde fue jefe de análisis macroeconómico; se desempeñó en la Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia y hoy es director asociado en Eco Go
“Sin expectativas por delante no podés funcionar”, dice Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora Eco Go, al describir el escenario político y económico de la Argentina. Según el economista, detrás de la disparada de los dólares financieros subyace la desconfianza del mercado en cuanto al sendero fiscal del Gobierno, que proyecta mayor emisión monetaria del Banco Central, lo que profundizará el “exceso de pesos”. En ese contexto, advierte que la búsqueda de soluciones para abordar la creciente brecha cambiaria debe ir por un camino más político que económico.
–¿Por qué se da esta suba en la cotización de los dólares libres?
–La génesis de esta situación cambiaria estuvo en el momento en que implosionó el mercado de deuda en pesos, el 8 de junio. A partir de ahí, el mercado le perdió confianza al Gobierno, a la deuda del Tesoro, y empezó a buscar alternativas para dejar los pesos. Inicialmente fue un ‘No quiero estar con el Tesoro, quiero estar con el Banco Central’. En el medio estuvo el endurecimiento del cepo que hizo el Central, que ajustó el acceso a dólares para la importación de bienes y servicios, y la renuncia de (Martín) Guzmán. Eso está empezando a provocar que los pesos que estaban en el sistema financiero busquen opciones para dolarizarse, porque no pueden comprar bienes con el Mercado Único y Libre de Cambio (MULC) y, con la tasa de interés, no se pueden defender haciendo depósitos en pesos. Entonces, parte de esos pesos empiezan a dolarizarse.
–¿Y qué consecuencias tiene?
–Esta es la tercera vez que llegamos a la brecha de 130%, la tercera corrida cambiaria que vive el Gobierno. Y, en general, fueron resueltas con acciones y estos niveles fueron de overshooting. En octubre de 2020 Cristina envió su carta diciendo que íbamos al Fondo Monetario Internacional; en enero de este año llegamos y se firmó el acuerdo con el FMI, y ahora estamos con esta brecha. Antes fueron overshootings clásicos, y ahora hay que resolver el tema. Hay una parte de la coordinación necesaria para salir, y es que se volvieron a juntar las tres partes de la coalición oficialista, pero falta decir cuál va a ser la respuesta política ante esta falta de dólares y exceso de pesos. La ministra dijo qué quiere hacer, pero no sabemos si esas tres partes [de la fuerza política en el Gobierno] la van a habilitar. Es un tema más político que económico. El problema surge de lo político.
–¿Por qué?
–Hay un diagnóstico, pero no sabemos las herramientas o los instrumentos que van a aplicar para poder resolver este problema. Hay inconsistencias tanto en el mercado de dólares como en el de pesos. En el de dólares, porque a pesar de tener un fuerte crecimiento de las exportaciones, el Gobierno no logra acumular reservas, y en el mercado de pesos, porque se perdió la confianza y eso hacia adelante implica una mayor emisión. Eso está en relación con las expectativas económicas: hoy este Gobierno no puede generarlas y todo es cada vez más de corto plazo.
–Falta un año para las elecciones, ¿no es mucho tiempo?
–Es un problema grande y creo que el Gobierno está empezando a tomarlo en cuenta, y viendo que tiene que realizar acciones si quiere llegar competitivo a las elecciones del año que viene. Se están dando cuenta del problema.
–Más allá de lo político, ¿cómo describiría la cuestión económica?
–Sin expectativas por delante no podés funcionar. Los dólares los podrías conseguir en el mercado de crédito, como pasó con Macri, pero nadie puede tomar crédito. Y la brecha genera una transferencia de ingresos muy violenta de exportadores a importadores. Esa brecha provoca que el exportador no quiera liquidar y elija quedarse en granos, y que el importador te quiera sacar todos los dólares posibles. El propio Gobierno dijo que, si no hubiera tomado las medidas, en julio hubiera habido US$9000 millones de importaciones, una bestialidad. Y hay una inconsistencia entre la política fiscal, la cantidad de pesos y dólares y las expectativas. Lo primero que hace falta es alinear esas expectativas de qué hacer para adelante, y corregir precios relativos para volver a generar los incentivos correctos en toda la economía.
–¿Está en condiciones de generar eso el Gobierno?
–El abismo y el espanto los va a unir. Vivir constantemente en crisis no es redituable políticamente. Van a tener que juntarse en algún momento y decir: ‘Hay que fortalecer la macro, reducir los desbalances y tomar decisiones’. Es la única manera de llegar a 2023 un poco más competitivos. Estos niveles de incertidumbre son muy poco sostenibles. No hay precios de acá a una semana. Y esto no es fácil, va a implicar caída del nivel de actividad. Y eso obliga a tomar decisiones.
–¿Qué perspectivas de crecimiento manejan?
–Nosotros ya veíamos que los dólares que teníamos en la economía no cerraban para todo, con lo cual las proyecciones ya venían pesimistas con respecto al mercado. Estimamos un 2% para este año. Si al mes de abril hay un arrastre estadístico de 4%, eso implica que en el segundo semestre hay una contracción promedio de 2% interanual con respecto a la segunda mitad de 2021, que fue cuando se liberó fuerte la pandemia. Estamos previendo un fuerte parate de la economía y un ingreso a la recesión. Así como están las cosas, no llegan al próximo año con una situación confortable políticamente. Los tiempos son justos y cada vez se acercan más al punto de no retorno.
–¿A qué se refiere cuando menciona los precios relativos?
–Tienen que sí o sí solucionar el tema de la brecha. Hay que hacer algo con el tipo de cambio. No sé si con una devaluación como hizo (Juan Carlos) Fábrega en 2014, y compensada con medidas que permitan reducir el déficit y las expectativas de emisión. Eso daría aire para coordinar expectativas hacia adelante y generar más ingresos. De corto plazo es recesivo, pero ayudaría a consolidar las reservas y a que haya menor necesidad de emisión. Parte de eso es lo que está enfrentando la ministra Silvina Batakis. También están las tarifas, que se están atrasando a un ritmo insostenible. Pensaban bajar en 0,6% del PBI los subsidios, y si bien impactó la guerra y los costos de la energía son otros, ahora estamos previendo una suba real en los subsidios. Entonces, parte de lo fiscal se explica por ese tema, que obliga a recortar en otros lados. Es otra cuestión sobre la cual la política tiene que decidir.
–¿Y cuál es el escenario?
–Claramente, tendrán que decidir si prefieren dar subsidios en tarifas, dar jubilaciones o hacer obra pública. Un profesor me decía que si en políticas públicas tenés identificado quién es el que accede al servicio y podés cobrarlo, cobráselo. No es justo que sea un subsidio universal. No está bien subsidiar al rico. Claramente hay un problema con la sociedad. Mover tarifas es algo que enoja a la sociedad, como pasó en Colombia o en Chile. La política tiene miedo por eso, pero hay un momento en que es necesario. Yo preferiría recortar el subsidio en electricidad que bajar la jubilación mínima o un plan social. Ahí tiene que actuar la política y decidir.
–¿Cómo ve a la ministra Batakis?
–Hoy es una médica de campaña. Está en medio de la guerra, tiene que ver dónde suturar e ir cortando gastos. Tiene una caja de dinero acotada, lamentablemente. Llegó y se habrá encontrado con las arcas vacías, sin depósitos y con la necesidad de renovar deuda, y tiene que ver cómo armar la ingeniería para pagar las cuentas. Es valiente y hoy está apagando incendios. Son todas emergencias. Ella es un cuadro técnico y tiene una ventaja, y es que puede presentarle temas a la política y la política la va a escuchar. Eso con Guzmán ya no podía ocurrir. La clave es que pueda hacer el ajuste, que ya no es tan mala palabra. No haberlo hecho antes fue inconsistente. Se tendría que haber empezado antes, pero la política no dejaba.
–¿Cómo analiza la situación del Banco Central, sus reservas y sus pasivos?
–Hay una cuestión: la deuda del Estado es la deuda del sector público y los pasivos del Banco Central. Y, en realidad, crecieron los pasivos monetarios, pero porque el Banco Central compró deuda del Tesoro. En junio había $5 billones de deuda en manos del sector privado, y eso bajó en casi $1,4 billones, que es casi todo el aumento que hubo en los pasivos monetarios. En términos de deuda estás igual que antes, pero con la ventaja de que la deuda anterior era en CER y corría a la par de la inflación, y la actual está en Leliq, que tiene tasas de interés por debajo de la inflación y no se indexa. En términos de sustentabilidad, diría que estamos mejor, pero más allá de eso, hay una cantidad de pesos en la economía que es elevada, si uno quisiera levantar el cepo hoy.
–¿Cuánto pesa la cuestión fiscal en el deterioro de la economía?
–Gran parte de los desajustes y de esa cantidad de pesos que tenemos surge de lo fiscal, de la gran emisión de los últimos dos años y de las expectativas para este año. Hacia adelante, cuando ves los números fiscales, si el mercado no te acompaña, el Banco Central va a tener que emitir más o habrá que hacer un ajuste. El problema es que la política no te deja decir que hoy tenés que hacer un ajuste, y sin mercado de deuda vas a emisión, que va a ser más brecha, más inflación y menos actividad. Deberías dar una señal fiscal: ‘Ya sé que pasa esto, voy a gastar menos en esto y en esto otro’. Fue en parte lo que quiso decir la ministra cuando dijo que va a mantener el nivel de gasto del presupuesto, armado con una inflación del 58%, cuando está corriendo al 80% y 90%. Eso implica un ajuste, pero no puede decirlo porque no tiene la venia política para eso. Falta dirección que diga ‘vamos para allá’, falta corregir el déficit y no de manera violenta, sino ordenada. Es lo que en parte quería hacer el programa con el FMI, pero no hubo financiamiento para hacerlo.
–¿Hay riesgos de una mayor espiralización de la inflación?
–Creo que sí, si de repente el mercado prevé algún salto cambiario. Si se mira el Rofex, entre agosto y octubre algo hay; hay posibilidad de tener ese salto, que podría llegar a impulsar la inflación a tres dígitos, pero no llevar a una hiperinflación.
–¿Y hay un escenario optimista de mediano plazo?
–Estamos en un mundo que está bastante loco, pero las perspectivas son buenas. Tenés lo que el mundo reclama: alimentos, litio y energía. Si ordenamos la macro y dejamos que el sector privado actúe, deberíamos crecer. Pero, para eso, el paso previo es normalizar la macro y en particular, el déficit. Tenemos que dejar parte de lo distributivos que somos y darle espacio a que la actividad privada pueda explotar la economía. Pasa por pensar qué pasa hoy en cada negocio, qué urgencia aparece. Cuesta pensar en el mediano plazo, qué hacer, como comerciante, para mejorar o crecer, o qué proceso implementar para mejorar un producto. Sería provechoso generar estabilidad para crecer.
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