¿Se puede pagar en 2020? Depende de lo que pase en 2019
"La clave está en lo que vaya a anunciar el 11 de diciembre quien sea el próximo Presidente". Así de elocuente se expresó un alto ejecutivo de un banco extranjero, al analizar las causas de las turbulencias que vuelven a azotar, una vez más, la economía argentina. Es que empresarios, economistas y operadores financieros coinciden en que la raíz del problema, tal vez hoy más que nunca, es política, más allá de los matices que cada uno ponga a la hora de proyectar los próximos meses.
El temor expandido es que el próximo gobierno deba encarar una reestructuración de los pagos de la deuda pública externa y, en todo caso, en qué términos lo haría. Ahí, claro está, el diagnóstico difiere según quién sea el ganador.
Ahora bien, ¿es inexorable que el próximo gobierno deba ir hacia ese proceso?
Este año, coinciden los analistas, está prácticamente cerrado en términos financieros. En el plan que trazó el Ministerio de Hacienda está previsto que el único supuesto que debe cumplirse para cerrar del todo los pagos es que los tenedores privados de letras del Tesoro en dólares renueven al menos el 46% de los vencimientos a lo largo del año. "Y se viene cumpliendo, más allá de la diferencia de tasas que debe pagar el Gobierno", dice Gabriel Caamaño, de Estudio Ledesma.
Las exigencias de financiamiento para 2020 no parecen difíciles de conseguir, aunque dependen de varios supuestos.
Según el plan oficial, en números redondos se necesitan unos US$36.000 millones entre los intereses de los bonos (US$16.000 millones), los vencimientos de capital de esos bonos (10.000 millones) y los de las Lecap y las Lete (otros 10.000 millones, asumiendo que en los vencimientos de esas letras este año el Gobierno refinancia aquel 46 por ciento).
El año próximo el Gobierno se plantea volver a refinanciar esos 20.000 millones de Lecap, Lete y capital de los bonos (otro supuesto). Los fondos para cubrir los vencimientos de intereses provendrían del aporte del FMI (US$5900 millones), el superávit fiscal primario previsto (5200 millones, equivalentes al 1% del PBI) y otros 5000 millones que serían emisión de nueva deuda para colocar en el mercado.
Dólar más, dólar menos
"¿Eso es mucho o poco? No parece difícil, pero siempre digo que para llegar a 2020 primero hay que atravesar 2019", reflexiona un avezado analista financiero, en obvia alusión al año electoral .
"Insisto, depende de lo que el elegido diga el 11 de diciembre", acota el ejecutivo de bancos, que hace hincapié en cómo se va a gestionar ese pasivo pendiente. "Lo cierto es que el efecto de las medidas de política monetaria y fiscal -que son totalmente correctas- termina siendo marginal. Hoy prima la política", agrega.
Las proyecciones que se distribuyen entre los bancos indican que puede haber aún varias "correcciones" en el nivel de riesgo país, "pero el mercado va a querer ver qué es lo que sigue. No hay cheque en blanco", señalan en los despachos de la city.
"Estás montado sobre una macroeconomía más vulnerable. Con el riesgo país en 950 puntos seguís con presión sobre el tipo de cambio para generar los dólares necesarios para pagar la deuda", explica Federico Furiase, economista de la consultora EcoGo. Y resume: "Esa depreciación requerida te complica dos frentes: el monetario, con riesgo de pasar a un régimen de inflación más alta, porque la devaluación pega en los precios y eso obliga al BCRA a aumentar la tasa, con impacto en la actividad y en la recaudación. Y como el grueso de la deuda pública está en dólares, el aumento en el tipo de cambio te complica los ejercicios de sostenibilidad de la deuda. Necesitás un mayor superávit fiscal primario para estabilizar el ratio deuda/PBI y eso complica de nuevo el riesgo país. Estás en un círculo vicioso".
Reformas pendientes
El otro punto que se roza directo con la política es la necesidad creciente de obtener superávit fiscal primario (antes del pago de deuda) para cumplir con el acuerdo con el FMI. Por ejemplo, el Gobierno aumentó las retenciones el año pasado en forma "transitoria" (hasta diciembre de 2020), por lo que en 2021 deberían volver al nivel anterior, al menos. El próximo gobierno, entonces, debería encarar reformas que hagan sustentable ese resultado con menos presión impositiva. Básicamente, el mundo económico se enfoca en una reforma previsional que garantice el superávit.
En esas proyecciones se concluye que, de no encararse ese proceso, la renegociación del plan de pagos estará a un paso, en forma más o menos amistosa, según se trate.
En los últimos días se mencionaba insistentemente como una de las causas del temor los datos que arrojó la última encuesta de Isonomía, con proyecciones electorales inquietantes para Cambiemos y crecientes para Cristina Kirchner. "Lo que mostró es que el oficialismo ya no es competitivo por sí mismo y que su enfoque económico pierde legitimidad electoral. Ahí surge el temor a una reestructuración de la deuda, que podría no ser amistosa si el Fondo, como es de esperar, insistirá con esas reformas", explicaba anoche un analista económico.
"Lo bueno es que quien venga recibirá una herencia con indicadores macro más sólidos que en 2015, y eso baja bastante el margen de discrecionalidad", dice el hombre de bancos. Pero el dinero es temeroso.
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