Se conocen detalles llamativos de la última crisis de la nafta
La falta de suministro de combustible y gasoil casi deja sin abastecimiento al país vecino y provoca la cancelación de vuelos internacionales
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La crisis de desabastecimiento de nafta y gasoil en las estaciones de servicio argentinas fue solo una parte del problema que ocasionó el Banco Central (BCRA) al restringir el acceso a divisas a YPF. La imposibilidad de la petrolera estatal de girar pagos al exterior –un problema que experimentan el 98% de las empresas que operan en el país desde hace 15 días– casi deja sin combustible también a Uruguay y estuvo a punto de provocar la cancelación de vuelos internacionales por la escasez de jet fuel.
La descoordinación entre YPF y los funcionarios nacionales seguramente ocasionará en el corto plazo algunos cambios en el gerenciamiento de la petrolera, aunque nadie asume responsabilidades. La última crisis de desabastecimiento, en marzo de 2022, le costó el cargo al exCEO, Sergio Affronti, unos meses después.
YPF tenía programada hace más de cuatro años una ampliación y mantenimiento de sus dos refinerías más importantes: La Plata y Luján de Cuyo (Mendoza). El objetivo fue adaptar los procesos de refinación a la calidad del petróleo de Vaca Muerta, que es más liviano que el histórico crudo pesado que se extrae del golfo de San Jorge, entre Chubut y Santa Cruz.
Desde hace años, la producción en esa cuenca está en declinación, mientras que la de Vaca Muerta está en expansión y próxima a representar más del 50% de la oferta total de petróleo en unos meses. Todo un hito para la cuenca neuquina que inició su desarrollo a escala hace apenas 12 años.
Sin embargo, nadie preveía tiempo atrás que, a fines de septiembre pasado, el Banco Central iba a tener más de US$7000 millones de reservas negativas. Se trata de un nivel tan crítico que el Gobierno tuvo que limitar los dólares a las propias empresas del Estado, incluso en sectores esenciales como energía y salud. Lo curioso es que las paradas técnicas de las refinerías se suelen coordinar con el propio Banco Central, por el impacto que tienen en la demanda de divisas para importar lo que se deja de producir localmente. Cada buque que se trae cuesta alrededor de US$30 millones.
La falta de respuesta del Gobierno para vender los dólares al tipo de cambio oficial ($350) provocó que al menos tres barcos que había comprado YPF para sustituir su producción tuvieran que hacer tiempo casi 10 días en la zona alfa. Este es el lugar marítimo frente a la costa de Uruguay, entre Punta del Este y Montevideo, donde los barcos esperan a que se les haga la operación de alije, que consiste en alivianar la carga para que el buque pueda navegar en el calado del Río de la Plata hacia la refinería.
La espera no fue gratuita. Cada día de demora costó alrededor de US$40.000 por buque. En total, YPF perdió al menos US$1,2 millones mientras destrababa las restricciones del Banco Central.
Durante estos días, la petrolera uruguaya Ancap tampoco pudo hacer uso del combustible que había comprado para abastecer sus estaciones y que compartía con YPF en uno de los barcos. Necesitaba también de la operación de alije para que se pudiera hacer la descarga y pidió ayuda a otras empresas internacionales para acelerar el proceso, aunque finalmente no fue necesario.
En la desesperación de YPF por aprovisionar sus estaciones de servicio, compró de apuro también un buque de combustible que tenía como destino el mercado paraguayo. En lo que va del segundo semestre, YPF compró al menos 16 barcos de nafta y gasoil, por un total de US$500 millones.
Esta semana, la petrolera deberá presentar resultados trimestrales y dará la tradicional conferencia con inversores internacionales, debido a que cotiza en la Bolsa de Wall Street. El gerente financiero (CFO), Alejandro Lew, deberá explicar nuevamente por qué YPF vende en el surtidor un precio de combustible que representa alrededor de US$56 el barril de petróleo, cuando en el mercado internacional cuesta más de US$80. O deberá responder por qué tuvo que importar a pérdida los 16 barcos. Estos menores ingresos de los esperados ya tienen un impacto directo en los niveles de inversión, que están lejos de los US$5500 millones que había prometido la empresa a comienzos de año.
YPF mantendrá su refinería en parada técnica hasta mediados de mes. Luego, podrá aumentar su producción de nafta y gasoil en un 10%, una buena noticia para la Argentina, que es uno de los pocos países en el mundo que tiene tanto producción de petróleo como capacidad para refinarlo. Actualmente, se importa entre 10% y 15% del total de gasoil que se consume, y entre 5% y 10% de nafta, según la época del año.
Sin embargo, debido a la creciente brecha de precios entre los valores locales y las cotizaciones internacionales, y a que las empresas de energía deben esperar 90 días para acceder a los dólares oficiales (en el mejor de los casos), el sistema de combustibles en el país está al límite. Cada compañía importa a pérdida lo mínimo y necesario para abastecer a sus clientes. La crisis de YPF dejó expuesto que a ninguna refinería le sobra un bidón de combustible.
Esta semana, el economista Nicolás Arceo, fundador de Economía y Energía, publicó un gráfico que muestra el atraso que tiene el sector, al proyectar cuánto debería valer en promedio un litro de combustible, según distintos escenarios de suba del tipo de cambio oficial y de precios del barril de combustible. Por ejemplo, si el dólar oficial se devalúa de $350 a $500, y si el barril criollo pasa de costar US$56 a US$65, el litro de combustible debería subir 74%, de los actuales $334 a $580.
El análisis no tiene en cuenta el congelamiento de los impuestos al combustible líquido (ICL) y al dióxido de carbono (IDC), que el Gobierno dejó sin actualizar por nueve trimestres. Estos impuestos representaban en noviembre de 2020 el 17% del precio del gasoil y el 23% del de nafta. Luego del congelamiento, hoy explican el 5% de gasoil y el 8% de nafta. Si se actualizaran, solo por los impuestos, el litro de combustible debería subir alrededor de $80.
El atraso de los precios de los combustibles, que incentiva a que los ciudadanos de países vecinos crucen la frontera para cargar sus tanques en la Argentina, genera otra gran paradoja nacional: en el sector calculan que, por año, se venden alrededor de 80 millones de litros de nafta y gasoil a patentes extranjeras. Esto equivale a dos barcos de importación, que se pagan con dólares que al Banco Central le escasean.
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