Se acercan momentos de definiciones en la economía
La gran preguntaa contestar es cuánto aguantará estarelativa calma
Casi sin darnos cuenta, hemos asistido a un dramático recorte de las expectativas de lo que podemos esperar de la economía argentina en el corto y mediano plazo. Las preguntas ya no son cuánto será el crecimiento del PBI o la inversión o las exportaciones. Las preguntas reflejan otras preocupaciones: cuánto dura o cuánto aguanta esta relativa calma nominal, si se llegará "así" (sin devaluar) hasta las elecciones, si alcanzarán las reservas o si tenderá a profundizarse el estancamiento del nivel de actividad. Todas ponen en evidencia un panorama de fragilidad macro elocuente. Una fragilidad que, de extrapolar el pasado, tendría que haber desembocado en una dinámica de corrección macro del tipo de las que han caracterizado la historia económica argentina de los últimos 40 años.
Pero este episodio se diferencia de otras situaciones anteriores de fuerte desequilibrio macro en un aspecto trascendental. El de la gobernabilidad. Los episodios previos de crisis macro tienen como común denominador a un presidente débil y sin poder. Este no es el caso de Cristina Kirchner, que, después de ocho años en el poder, sigue con gobernabilidad, mantiene la iniciativa y el control de la agenda política (y mediática). Y no sólo la gobernabilidad juega a favor de evitar una dinámica de mayor descontrol macroeconómico. Desde la derrota electoral que sufrió el oficialismo en las elecciones de medio término de 2013, la expectativa de un cambio presidencial también jugó a favor de la contención de una dinámica de corrección y crisis macro. La idea fuerza consistía en que de la mano del cambio presidencial vendría también un cambio de la política económica que apuntaría a corregir proactivamente los desequilibrios macro. Esta expectativa de cambio se reflejó notablemente en el valor de los activos de riesgo argentinos que, a pesar del default de la deuda del canje y de la escalada del conflicto con los holdouts, mostraron una apreciación que no puede explicarse por la performance de activos similares de otros países emergentes.
Sin embargo, desde comienzos de mayo, de la mano de varias encuestas de opinión que mostraban un incremento de las chances electorales del oficialismo, empezó a ponerse en duda esa hipótesis de cambio. Y esa duda, reforzada en el último mes por el ultrakirchnerismo de Daniel Scioli, se profundiza ahora con la elección de Carlos Zannini como vicepresidente en la fórmula oficial.
El problema radica en que el "modelo" económico actual resulta cada vez menos financiable y, por lo tanto, la corrección macro se torna cada vez más necesaria e inexorable. La Argentina no podrá volver a crecer sin modificaciones profundas y estructurales del set de política económica actual. Luego de más de una década de acumulación de fuertes desequilibrios, no va a alcanzar sólo con un cambio de nombres y algún que otro retoque de algunas políticas. Pero el plan puesto en marcha por el Gobierno desde octubre de 2014 hace pensar a una importante proporción de la opinión pública que no hay grandes problemas. Y que, por lo tanto, no hace falta ningún cambio de políticas. Después de todo, el dólar está estable, la inflación volvió al escalón predevaluación, ya no caen las reservas y de la mano del gasto público y el Ahora12 el consumo da señales de recuperación. Si esta fuese la dinámica económica con la que este gobierno le entregara la posta al próximo, el humor social no estaría preparado para hacer el necesario cambio de políticas. Pero eso no significa que ese cambio no resulte ahora y con más probabilidad aun hacia fines de año. Sobre todo porque las políticas que lleva adelante el Gobierno para crear esa sensación de calma y bienestar preelectoral están incrementando notablemente los desequilibrios macro.
Actualmente, el gasto público crece 10 puntos porcentuales más que los recursos tributarios, y la inflación, 40% anual. La cantidad de dinero crece al 33% por encima de la tasa de inflación y del resto de las variables nominales. El nivel de monetización es récord (asciende a un 28% del producto, el nivel más alto de los últimos 55 años). Pero esa demanda de dinero está más explicada por el cepo que por un deseo genuino de mantener saldos en pesos. En estas circunstancias, la probabilidad de un descontrol nominal aumenta, y en la medida que la expectativa de un cambio de régimen económico se diluya, también podrían hacerlo las "barreras" que hasta ahora venían conteniéndola.
El autor es economista
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