Samsung sufre un traspié en sus ambiciones mineras
PERTH, Australia.- En junio de 2013, ejecutivos de Samsung se reunieron en un parque de esta ciudad para celebrar la firma de un acuerdo histórico con una multimillonaria empresaria australiana para construir una de las minas de mineral de hierro más grandes del mundo. En medio de un festín, un alto directivo de Samsung agradeció al personal por haber conseguido el contrato de casi US$6.000 millones.
A través de Samsung C&T Corp., su filial de construcción, el conglomerado surcoreano ya había emprendido grandes proyectos de ingeniería, como el rascacielos Burj Khalifa en Dubai. Dado el auge mundial de las materias primas, la compañía consideró que la mina Roy Hill, propiedad de la magnate Gina Rinehart, sería otro éxito.
Sin embargo, en los primeros dos años de su incursión en la minería, la empresa, más conocida por sus teléfonos inteligentes y refrigeradores, perdió al menos US$700 millones, según Samsung C&T. Los problemas de la empresa son consecuencia de una combinación de mala suerte y errores propios. En estos momentos, muchas otras firmas también están sufriendo por sus malas apuestas a la minería, que prometía grandes ganancias hasta que los precios de las materias primas comenzaron a derrumbarse.
Samsung subcontrató a una empresa que se declaró insolvente en cuestión de meses, lo cual retrasó el proyecto.
A diferencia de lo que hacen muchas empresas de servicios mineros, Samsung C&T acordó asumir todo el riesgo de po-sibles sobrecostos y aceptó el ambicioso cronograma impuesto por Rinehart, que quería iniciar las exportaciones de mineral de hierro para agosto de 2015. Acordó que si no cumplía las metas de construcción a tiempo, pagaría una multa a la compañía de Rinehart, Roy Hill Holdings.
Por lo general, las empresas de servicios de minería comparten con las empresas mineras los excesos de costos, que son usuales en proyectos de recursos naturales.
En diciembre de 2015, cuando la mina se puso en marcha, Samsung se vio envuelta en costosas disputas judiciales con varios subcontratistas y con Roy Hill. Esta empresa no quiso hacer comentarios.
Samsung, en un comunicado, reconoció “algunos retos difíciles que tuvieron un impacto financiero significativo en el proyecto para la compañía”, pero dijo que ha forjado una buena relación con los contratistas locales y que está expandiéndose en Australia.
Samsung C&T ha cerrado acuerdos para participar en la construcción de dos autopistas de peaje en Australia, pero no ha in-cursionado en nuevos proyectos mineros debido a los bajos precios de los commodities.
Aunque tiene un perfil más bajo que la empresa de electrónicos, Samsung C&T reportó el año pasado una ganancia neta de unos US$2.300 millones y su desempeño tiene gran importancia para el futuro de Samsung Group.
El año pasado, a pesar de las objeciones de algunos accionistas minoritarios, la familia Lee, que controla el grupo, fusionó Samsung C&T, que tiene participaciones sustanciales en Samsung Electronics Co. y otras filiales, con el holding del conglomerado.
Desde la fusión, la acción de la compañía ha caído 30%.
Ante el lento crecimiento en Corea, Samsung C&T ha buscado enérgicamente nuevas oportunidades en el exterior, con resultados disparejos. Un acuerdo para construir un nuevo edificio de la bolsa en Arabia Saudita se deshizo a principios de este año cuando Riad congeló el proyecto ante la caída de los precios del petróleo. El abaratamiento del crudo también obligó a Qatar a cancelar un contrato de US$700 millones para un proyecto ferroviario.
El plan en Australia presentó problemas de una magnitud diferente. Ubicado en el interior del país, a unos 300 kilómetros del puerto más cercano, Roy Hill era especialmente complejo. El plan abarcaba la construcción de una enorme mina junto con un ferrocarril que debía atravesar ocho cursos de agua en una zona despoblada y propensa a las inundaciones, así como el dragado de un nuevo puerto. El objetivo final era una mina que produjera 55 millones de toneladas de mineral de hierro al año, equivalente a cerca de 4% de las exportaciones mundiales del material en 2014, según cifras del gobierno australiano.
Samsung presentó su oferta en un período relativamente corto para asegurarse la adjudicación del contrato, dijeron personas al tanto. Samsung C&T no tenía experiencia previa en la construcción de minas.
Con el contrato en la mano, Samsung contrató a Forge Group, una pequeña empresa australiana, para que la ayudara a construir una planta de procesamiento de US$1.100 millones. Samsung eligió a Forge sobre otros candidatos con mayor experiencia porque la firma estaba dispuesta a aceptar un menor margen de ganancia, señaló Allan Crow, ex gerente de control de proyectos de Forge.
Crow dijo en una entrevista reciente que Forge era consciente de que sería “casi imposible” cumplir el riguroso cronograma de Roy Hill para la finalización del proyecto.
En febrero de 2014, Forge se declaró insolvente, luego de que se le complicaron dos contratos para construir plantas de energía en Australia. Esto provocó la interrupción de parte de las obras en Roy Hill. Forge ya no existe.
Samsung asumió la gestión de la construcción de la mina. Para compensar el tiempo perdido, debió contratar unos 1.500 trabajadores adicionales, lo cual escaló los costos.
Se acumularon otros problemas. Con la esperanza de recuperar las pérdidas, Samsung se trenzó en disputas con sus subcontratistas.
La relación de Samsung con la propietaria de la mina también se deterioró. En noviembre, Roy Hill dijo que Samsung retrasó intencionalmente la construcción para ahorrarse dinero a pesar de que ya estaba pagando 2 millones de dólares australianos por día por incumplimiento de plazos. Esa disputa ha entrado en arbitraje privado. Samsung y Roy Hill no comentaron al respecto.
A pesar de la batalla legal, Roy Hill despachó su primer cargamento de mineral de hierro en diciembre. Dos meses después, Samsung le entregó el control de las principales instalaciones.
En enero, Samsung reconoció su pérdida de US$700 millones y dijo en una declaración pública que quería “centrarse en el futuro”.
Daniel Stacey y Jonathan Cheng