Programadores. Una empresa les da clases y se las cobra cuando consiguen trabajo
Jóvenes que perciben salarios más altos que la media y que no son ricos todavía, pero que van camino a serlo. A eso se refieren en Estados Unidos cuando utilizan el acrónimo Henry (High Earners Not Rich Yet), que fue el nombre que eligió Martin Borchardt para bautizar a la academia en tecnología que proyecta formar a 100.000 programadores en cinco años y propone un sistema novedoso: el alumno comienza a pagar recién cuando consigue trabajo.
La academia, que fue inaugurada hace seis meses y en pocos días celebrará el egreso de su segunda camada, apuesta a achicar el principal problema que tienen hoy las empresas de tecnología, que es la escasez de profesionales. Además, apunta a ofrecerle a jóvenes de todo la región y con situaciones muy diversas la oportunidad de insertarse en un medio en el que el salario promedio ronda los US$1500 y hay empleo pleno.
El proyecto nació de la propia experiencia de Borchardt que, al frente de la fintech Nubi,se dio cuenta que su principal obstáculo para crecer era la dificultad para conseguir desarrolladores de software. "Tenía usuarios, tenía capital, pero no tenía developers para desarrollar más productos y cumplir las metas", recuerda.
A la difícil competencia por el talento con las grandes compañías en 2018 se sumó una devaluación que llevó a que varios desarrolladores del equipo se fueran a trabajar para empresas extranjeras, que les pagaban en dólares. "La pase muy mal, me agarró mucho estrés, muchas contracturas, empecé a jugar al fútbol y me rompí los ligamentos solo. No le veía solución", cuenta Borchardt.
Esa situación fue el puntapié para empezar a indagar en las razones que explican el bache que existe entre la oferta y la demanda, que se profundiza año a año. Según el fundador de Henry, mientras que en Latinoamérica en 2019 había un millón de puestos de tecnología vacantes, se graduaron solo 100.000 profesionales afines. En la Argentina, contra 15.000 puestos vacantes de 2019, el mismo año se recibieron 70 ingenieros informáticos.
Del diálogo con distintas academias, Borchardt pasó en limpio una serie de problemas a abordar. Por un lado, una reticencia de los jóvenes a acercarse a este tipo de carreras, que perciben como demasiado áridas y destinadas a personas con intereses muy particulares. "La gente todavía no sabe que estas son las carreras cool", resume Borchardt. "Ser programador te permite un estilo de vida distinto, y no me refiero solo a los salarios en dólares; podés vivir en cualquier lado porque trabajás remoto y en cualquier lugar al que vayas va a haber gente que esté interesada en contratarte", explica.
En segundo lugar, identificó una barrera económica. Son carreras especialmente caras, porque el conocimiento del tema es escaso y a los instructores hay que pagarles un salario que compita con los que reciben en las empresas de tecnología, lo que deja afuera a muchos interesados. También el hecho de que la mayoría de las academias están en las grandes ciudades de Latinoamérica y limitan las posibilidades de acceso de los estudiantes del interior.
"Por eso nosotros nacimos 100% digital y con costo inicial cero. Invertimos en los alumnos y les cobramos después solo si consiguen trabajo", explica. El repago consiste en 24 cuotas del 15% de los nuevos ingresos o hasta llegar a US$4000, lo que suceda primero. "Esto lo que logra es alinear los incentivos entre el alumno y la academia, de modo de ir contra la tendencia de capacitar profesionales que luego no tienen posibilidades de inserción en el mercado. Si el alumno no consigue trabajo, Henry no gana", señala.
Los requisitos para aplicar son ser mayor de 18 años, tener el secundario completo, conexión a wifi y una computadora. El 50% de las personas que ingresaron hasta el momento no tenían ningún conocimiento previo de programación. Sin embargo, solo el 3% de los 5000 postulantes registrados cada mes logra entrar. Para eso, deben realizar un curso de 30 horas preparatorio para un examen de ingreso, a partir del cual se define quiénes entran.
Luego, el curso dura alrededor de cuatro meses con clases en vivo de 9 a 18 y exámenes periódicos. "Es muy intenso y los estudiantes tienen que hacer mucho esfuerzo, porque se ven todas las materias de una carrera de grado de ingeniería informática pero comprimidas y haciendo foco en la práctica desde el día uno, que es lo que valora la industria", explica.
En los seis meses que lleva en actividad, Henry graduó una primera camada de 10 profesionales que ya tienen empleo en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica y en la segunda cohorte, que finaliza el curso a fin de agosto, se graduarán otros 40, de los cuales el 60% ya está empleado.
El proyecto lo inició Borchardt con US$50.000 y concluyó este mes su etapa de aceleración de la mano de Y Combinator, la aceleradora de emprendedores más grande del mundo, que invirtió también en Rappi, Airbnb, Stripe, DropBox. Además, Henry recibió inversión del fondo que lidera Tim Draper (inversor de SpaceX, Skype y Tesla) y Mike Santos, fundador y CEO de Technisys.
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