Nunca antes en medio siglo había ocurrido lo que pasó en la tarde del 30 de agosto de 2007. El o los ladrones, cuya identidad la investigación posterior no logró determinar, entraron disimulando sus intenciones por la puerta de Hipólito Yrigoyen 219, tomaron lo que habían ido a buscar y se retiraron sin ser detectados por el personal de seguridad que custodiaba el museo de la Casa Rosada, a metros del despacho del presidente Néstor Kirchner.
Alejandro Arbaizal, un empleado del lugar, notó el hurto. Mientras hacía la última visita guiada del día se sorprendió con la ausencia de un reloj que había pertenecido al presidente Nicolás Avellaneda. Estaba expuesto en una vitrina y protegido por una cúpula de acrílico, pero los amigos de lo ajeno habían tenido tiempo suficiente para extraer los tornillos, agarrar el aparato y huir sin que nadie los viera. Antes o después –otra precisión que la investigación no develó-, habían tomado otro reloj de Agustín Pedro Justo y una lapicera de Roberto Ortiz, también expresidentes.
Aunque el robo de objetos históricos al Estado no era una novedad, los ladrones parecían haber probado algo: era posible quitarle a un presidente un objeto en su lugar de trabajo. El museo, mucho más chico que el actual, estaba en el subsuelo de la Casa de Gobierno. El despacho de Kirchner, en el primer piso.
La descripción de los objetos sustraídos que figura en los registros públicos, que vio LA NACION y se divulga por primera vez ahora, es tan exquisita como la terminación de las piezas robadas. El reloj de Avellaneda (1837-1885) era un Robert Roskell de Liverpool de bolsillo, con cadena de oro, chalequero y relicario. Tenía la máquina original, algo muy preciado en esa clase de artículos, posiblemente fabricado en la primera mitad del siglo XIX, tipo áncora, con manecillas metálicas y protector de vidrio cuadrante. La parte trasera de la caja era de oro. El relicario, del mismo material y forma rectangular con amatista, tenía cuatro brillantes en cruz. El largo era de 355 milímetros; el diámetro, de 48 y pesaba 155 gramos.
Otros detalles convertían al reloj en un pedazo metálico de historia: tenía el retrato de Marco Avellaneda vestido de civil. En la contratapa llevaba las iniciales de su hijo, N.A.
Marco era el padre de Nicolás, había sido gobernador de Tucumán y fue ejecutado en Metán (Salta) por los federales, que expusieron su cabeza en la plaza pública en 1841. Tres décadas después, su hijo sería presidente de un país que había comenzado a dejar esa lucha atrás y llevaría consigo el reloj robado en la gestión de Kirchner.
Tras notar el incidente, las autoridades del museo iniciaron una recorrida por las 15 vitrinas que exhibían objetos, según figura en un sumario abierto por la Casa Rosada cuyo contenido también se muestra por primera vez en estas líneas. Casi de inmediato se corroboraron las peores sospechas: se habían llevado también otro reloj que había pertenecido al general Agustín Pedro Justo, presidente entre los años 1932 y 1938, en la denominada década infame.
El reloj de Justo había sido dado de alta en los registros públicos el 20 de mayo de 1968, según los documentos oficiales. Se trató de una donación de su hija Otilia Justo de Sánchez Terrero.
A diferencia del caso de Avellaneda, era un Ulysse Nardin –marca suiza fundada en 1846 y aún activa-, aunque también con máquina original tipo áncora, algo valorado entre coleccionistas. En la tapa estaban las iniciales del presidente (A.P.J.) "en letras estilizadas y entrelazadas con adornos fitomorfos". La máquina tenía un vidrio protector con virola de oro y esfera de porcelana blanca. La parte de atrás estaba a la vista, montada sobre rubíes. Era de oro y pesaba 196 gramos.
Esa tarde de agosto también faltó una lapicera que había pertenecido a Roberto Marcelino Ortiz, sucesor de Justo y presidente entre 1938 y 1942. Los registros de la Casa Rosada tienen poca información con respecto a ese objeto: dicen que era a pluma, con capuchón y cierre a rosca. Su cuerpo era de metal dorado facetado, "estrangulándose en su parte superior".
La tarea inédita y sigilosa les había reportado a los ladrones objetos de incalculable valor histórico y altísimo precio comercial. Una unidad similar a la de Justo en Mercado Libre, por ejemplo, puede costar hasta $252.000. A esa cifra hay que sumarle el hecho de que la pieza perteneció a un expresidente.
La seguridad de Casa de Gobierno es responsabilidad de la Casa Militar, pero en el museo trabajaba una compañía privada. Tras el hurto, la institución se puso en contacto con la Dirección de Seguridad de Casa Rosada, que a su vez le informó la situación a la Secretaría General de la Presidencia e hizo la denuncia ante la Policía Federal.En paralelo la Secretaría, a cargo de Oscar Parrilli, abrió un sumario para detectar eventuales irregularidades administrativas que pudieran haber habilitado el robo.
La causa quedó en manos de la jueza María Servini. Citó a varios testigos, pero cuatro meses más tarde el secretario del juzgado, Adolfo Piendibene, le envió una nota al Ministerio Público y a la Fiscalía Nacional de Investigaciones para informarles que la archivaba debido al "agotamiento de todas las vías de investigación". Si bien se habían relevado huellas digitales en los exhibidores, "no pudo determinarse correspondencia de las mismas con persona alguna". Y recordaba que, pese a las medidas de seguridad del Museo al momento del robo, no "se ha logrado una vista del posible autor o autores".
Ese año fue trágico para el patrimonio histórico. En julio se habían robado del Museo Histórico Nacional un reloj de Manuel Belgrano. Tras el faltante en Casa Rosada se emitió una alerta entre museos, porque se sospechaba que se trataba de un grupo profesional especialmente entrenado en hurtos de esa clase.
El episodio de 2007 abrió una puerta que se volvió a cruzar en 2008, cuando se informó que no aparecían el bastón y la banda presidencial de Arturo Frondizi, presidente entre 1958 y 1962. La versión policial indicaba que la sustracción se había hecho entre el 13 de enero y el 3 de abril. El lapso es amplio porque el Museo estaba cerrado por aquellos días para reformas.
El caso quedó en el juzgado de Marcelo Martínez de Giorgi y la Secretaría General abrió un sumario, pero nunca se recuperaron las pertenencias de Frondizi, que había decidido ceder sus símbolos al Estado cuando cumplió 81 años, en 1991. Hasta hoy, nadie se atreve a aclarar si fue un hurto o un extravío.
Los robos de objetos históricos suelen recorrer un sendero furtivo en el mercado negro. Un ejemplo es lo que ocurrió con una carta de 1835 enviada por José de San Martín a Bernardo O’Higgins que fue encontrada en un allanamiento el año pasado en la residencia de Cristina Kirchner en El Calafate. La expresidenta explicó en el libro Sinceramente que la había recibido de manos de Vladimir Putin. El líder ruso, a su vez, le dijo que su administración la había mandado a comprar a Nueva York. La carta había sido robada, junto con otra correspondencia histórica, en 1981 en Chile.
Quién cuida las cosas del Estado
El Museo de la Casa Rosada se creó en 1957. Hasta 2011 funcionó en el subsuelo del edificio. Desde ese año, tras una obra que hizo el kirchnerismo, se trasladó al predio de la Aduana Taylor, que está al lado. Pasan por allí unos 230.000 visitantes al año en promedio, incluidos los 10.000 que van en la noche de los museos. El viejo espacio fue reformado y se hicieron oficinas.
Desde 2008 no volvió a faltar nada. Hoy, la seguridad es casi idéntica a la de la Rosada: Casa Militar es la responsable, hay cámaras, policías, granaderos y soldados vestidos de fajina (los dos últimos grupos responden al Ejército).
Quien tiene "dedo", como le dicen en el edificio, entra por Yrigoyen. Ese grupo está compuesto por las autoridades, los empleados del Museo y ceremonial, que usan un sistema biométrico. El que no, debe dejarle su nombre al personal militar.
El Presidente tiene una entrada exclusiva que sale a la calle Rivadavia. Siempre está cerrada, salvo su presencia o la de algún otro personaje importante. También hay un montacarga que da directamente a la Plaza de Mayo.
"Por suerte no nos pasó nada en nuestra gestión. También tenemos mucha gente custodiando. Además de quienes están dedicados específicamente a eso, nuestro propio personal atiende al público y explica los guiones, pero también hacen que a nadie se le ocurra sacar algo", cuenta Luciano De Privitellio, director del Museo de la Casa Rosada.
Un momento de stress se vivió el mes pasado. Como la Casa Rosada está en período de reformas, hubo que mudar la reserva (el lugar en el que se guarda el patrimonio no exhibido) del subsuelo al segundo piso. Hay cuadros, muebles, regalos que recibieron los presidentes argentinos y el archivo de Raúl Alfonsín, que llegó hace poco. Es un lugar que pocos conocen, tiene alarma y un número muy restringido de personal puede entrar.
Otras irregularidades cerca de los presidentes
En los 13 años que van desde 2003 hasta 2016 se abrieron 24 sumarios administrativos en el entorno de la Casa de Gobierno, según la respuesta de la Secretaría Legal y Técnica a un pedido de acceso a la información presentado por LA NACION. Su objetivo es "precisar todas las circunstancias y reunir los elementos de prueba tendientes a esclarecer la comisión de irregularidades e individualizar responsables y proponer sanciones".
Los casos relacionados con los relojes, la lapicera, el bastón y la banda están entre ellos, pero la mayor parte tiene que ver con cuestiones menos glamorosas que las prácticas de guante blanco, aunque también afectan el entorno en el que se maneja un presidente. Se "extraviaron" dos vehículos, un agente presentó certificados falsos para justificar una comisión de servicios, se robaron una impresora, tres notebooks, una agenda electrónica y nueve biblioratos.
También se investigó un caso de acoso sexual, la pérdida de una valija con elementos de comunicación y seguridad, el robo de celulares en la vía pública y el faltante de una historia clínica en la Dirección de Sanidad. Más allá de que se haya encontrado o no a los responsables, en casi todos los casos los sumarios fueron dados por concluidos.
La última parte del kirchnerismo dejó polémicas que aún permanecen en los documentos de Presidencia. Una de ellas, que sigue en investigación, tiene que ver con irregularidades en la rendición de gastos eventuales que hizo Cristina Kirchner entre julio y septiembre de 2015, su último año al frente del país. Se trata de una de los pocos sumarios que lanzó la gestión de Mauricio Macri y apunta contra Wado de Pedro, el último secretario general de la expresidenta. El equipo de su sucesor, Fernando De Andreis, averiguó sobre el tema al principio de la nueva administración y llegó a una conclusión: De Pedro pudo haber incurrido en irregularidades en la gestión, pero más por la mala administración o ineficacia de su equipo antes que por una búsqueda de sacar provecho del Estado.
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