Ricardo Dessy: “En Japón se venden más pañales de adultos que de bebés; ese es un problema en el mundo, no la inflación”
El economista del Citibank destacó, en un diálogo con LA NACION, que el aumento de precios, un problema al que definió como “la apendicitis de la medicina”, ya fue resuelto por otros países; su visión sobre el contexto internacional y los desafíos que enfrenta nuestro país
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Estudió Economía en la Universidad de La Plata, donde ahora es profesor, al igual que en la Universidad Di Tella; tiene un máster en Finanzas de la Universidad del CEMA y un posgrado en Estrategia de Wharton School, University of Pennsylvania; es responsable de las áreas de Economía y Asuntos Gubernamentales del Citibank
El economista Ricardo Dessy ingresó a trabajar en el Citibank en 1996. Actualmente es responsable de las áreas de Economía, Asuntos Gubernamentales y Públicos para la Argentina y Cono Sur de América Latina.
–¿Cómo ve el panorama internacional?
–El panorama global es bueno. El mundo volvió a crecer después de la pandemia. Estamos esperando un crecimiento de 2,3% para este año y de 2,2% para el que viene. Esto tiene de interesante que quedó atrás el fantasma de la recesión y que el crecimiento se combina con una baja de la inflación. Estamos esperando a nivel global una inflación de 5,6% para este año y de 4,1% para 2024.
–Un año atrás, los economistas proyectaban una recesión global. ¿Por qué al final eso no ocurrió, pese a que hubo una fuerte suba de tasas de interés?
–Una de las curiosidades que estamos estudiando en el Citibank es que uno de los motores del mayor crecimiento es un salto muy fuerte del consumo. Es súper interesante. Estamos tratando de entender si este cambio del consumo se dio por determinantes más vigorosos del consumo; es decir, si es porque subieron el salario real y el nivel de empleo, o si bajaron la tasa de interés y la inflación. Esos son factores conducentes que impulsan el consumo. Sin embargo, estamos viendo que, además de que algunos determinantes han mejorado y otros no, hay un cambio en los parámetros de consumo.
–¿Eso se debe a un nuevo comportamiento pospandemia?
–Esa es una pregunta para un sociólogo. Nosotros en economía tenemos una función de consumo, un polinomio matemático con distintos términos que explican esa dinámica. Las variables son empleo, salario real, inflación, tasa de interés y otras menos relevantes. Cuando actualizamos esas variables con las actuales, para ver cuál debió haber sido el cambio en el consumo, nos da que es menor al que realmente hubo. Con lo cual hay otro término residual que está explicando el aumento del consumo y que no sabemos bien cuál es. En todo el mundo se ve más gasto en turismo, en restaurantes, en cine y en arte. Está habiendo un cambio de parámetro del consumo. Pero cuidado, cuando el consumo crece más que la inversión, esa mayor alegría o prosperidad no es sostenible.
–La inversión, ¿no puede adaptarse a los nuevos parámetros de consumo? ¿O creen que es pasajero este comportamiento?
–Esa es parte de la desaceleración que estamos esperando. Creemos que este mayor crecimiento con respecto al esperado está siendo estimulado por un mayor consumo. Eso está bueno, pero si no es acompañado por un crecimiento en exportaciones o en inversiones, empieza a menguar, y eso explica en parte la desaceleración que esperamos para 2024. Pero claramente hay mejores factores. En Estados Unidos creció 6% el salario real pospandemia, pero en Europa cayó 3%. Lo otro interesante de esta mayor propensión al consumo es que es relativamente asimétrica por regiones.
–¿A qué se debe eso? ¿A la guerra en Ucrania?
–Europa tiene varios problemas. Yo siempre digo que incierto es peor que malo para tomar decisiones. El gran problema que hubo pospandemia es que hubo cuatro shocks simultáneos que, tomados individualmente, ya hubieran sido muy malos: la guerra en Europa, el Covid, la desaceleración de China y la suba de la tasa de interés en Estados Unidos. En ese entonces no se sabía si la inflación se debía a un exceso de oferta monetaria o si era por la variación de precios relativos, que se iba a diluir en la medida que la oferta y la inversión aumentasen. Este escenario de tasa de interés es positivo ahora, porque ya se diluyó, ya subió la tasa. Y la buena noticia para América Latina y la Argentina es que estamos esperando que empiece una reducción de esa tasa en los primeros meses de 2024.
–¿Por qué eso es bueno?
–Las tasas de interés globales funcionan como aspiradoras de los dólares y los euros. Cuando Estados Unidos sube la tasa de interés, los dólares que están en países más riesgosos van hacia Estados Unidos en busca de un mayor retorno con menos riesgo. Como el dólar se hace más escaso en el mundo, aumenta su valor y se hace más caro para los países emergentes. Eso dificulta el comercio mundial y la compra de commodities, por eso también bajan esos precios. Al revés, una reducción de la tasa de interés libera capitales que van a buscar mayores retornos a otros países, que quizás son menos seguros. En un país como la Argentina, que tiene todos los recursos naturales que el mundo está demandando, la liberación de flujo de capitales de los países centrales hacia los periféricos es una muy buena noticia. El contexto internacional para la Argentina es muy favorable.
–¿Cómo lo puede aprovechar?
–La Argentina tiene energía y alimentos, que son las dos demandas que en el mundo están creciendo. Europa no solo tiene un problema de que sus proveedores históricos están en guerra, sino que, además, tiene un problema de previsibilidad: ¿construye un gasoducto nuevo o no? El mundo está buscando nuevos proveedores de energía y alimentos para rescindirse de ciertas regiones conflictivas y para bajar la concentración de la oferta. Nadie quiere comprarle a un monopolio. La Argentina tiene que integrarse y debe generar confianza global para atraer inversión. Otro de los atributos que tiene América del Sur, aunque suene naif, es la paz. Este es un nuevo factor que empieza a ponderarse en las discusiones estratégicas de inversión de largo plazo. La Argentina tiene además otra ventaja grande, que es su pirámide poblacional con muchos jóvenes y poca gente grande. Japón es el primer país del mundo en el que se venden más pañales de adultos que de bebés. Ese es un problema, no la inflación. El mundo resolvió el problema de la inflación, es la apendicitis de la medicina. El problema grande es cuando tenés pirámides poblacionales invertidas.
–¿Cómo se traducen esas oportunidades en inversiones concretas?
–Está habiendo inversiones. El gasoducto se acaba de hacer.
–Pero con capitales locales, con empresas argentinas...
–Y de afuera también. Vaca Muerta atrajo muchísimo capital extranjero. Se están haciendo las inversiones. Para que eso sea mayor, también dependemos de las cuestiones globales. Los mercados capitales locales son chicos, por eso dependemos mucho de esta dinámica de la suba de tasa de interés, que están en 5,25% [en Estados Unidos]. Nuestro pronóstico es que todavía quedan dos subas de 25 puntos básicos o una de 50, hasta 5,75%. También es cierto que nos tocó la sequía. En un contexto como este, que el mundo está demandando más energía, más alimentos, más capital humano y productos de tecnología sofisticada, nosotros los tenemos. Además están habiendo revisiones estratégicas.
–¿Qué significa eso?
–Que los países vuelven a ponderar al vecino cercano y previsible, aunque sea un poquito más caro, que a un vecino lejano, que es más barato y que tiene otras culturas. Se llama nearshoring, que significa cercanía a mi orilla. La pandemia demostró que algunos proveedores no eran tan previsibles, como China, que aplicó una política draconiana por el Covid. Lo mismo pasó con Europa, que se cerró buscando la autosuficiencia. La guerra le avisó que es más negocio comprar a proveedores diversificados, que comprarle a uno solo.
–¿La Argentina puede venderse como un país previsible?
–¿Por qué no? Si los países de la región se han hecho previsibles. Hasta han tenido un ajuste de tasa de interés infinitamente más duro que el que hicieron los países centrales. Los países vecinos han descubierto la ventaja del descalce temporal, el gran beneficio que tiene la estabilidad. En la Argentina, el problema de la inflación lleva décadas.
–¿Qué hicieron los otros países para lograr esta estabilidad que la Argentina no tiene?
–Lograron una estabilidad a partir de una política fiscal y monetaria más disciplinada, que hace que la gente perciba el beneficio a largo plazo. Es lo que se llama ahorro. Yo dejo de consumir dos pesos hoy, para consumir cuatro mañana. Ese beneficio de la estabilidad permite planear o diferir consumo temporal, como por ejemplo tener una casa hoy y pagarla en 30 años. La estabilidad permite que tu calidad de vida dependa más de variables endógenas, que podés administrar, que de variables exógenas.
–¿Por qué la Argentina no logró esa estabilidad?
–No sé por qué. Creo que no hay una demanda clara del soberano [del pueblo]. Y no es su culpa, sino que hace décadas que no disfruta del beneficio de la estabilidad. Eso significa abrir una empresa y que el éxito de esa inversión esté más atado a la productividad, a la capacidad de trabajo y a las habilidades que a variables exógenas que no manejamos. Cuando la gente disfruta de eso, demanda más de eso. Eso fue lo que hizo, en mi opinión, que muchos bancos centrales de países antes inflacionarios salieran corriendo aterrados a subir la tasa de interés ante la suba de la inflación. Quedó poca tolerancia a la inflación, por eso los bancos centrales no solo son más duros, sino que más independientes. A la política nunca le conviene que los bancos centrales suban la tasa de interés.
–Hay mucho pesimismo acerca de que la Argentina pueda lograr esa estabilidad.
–No estoy de acuerdo.
–¿Por qué?
–El próximo mundo tiene una configuración óptima para la Argentina. Además, el nivel de crédito y de ahorro es muy bajo en el país. El sistema financiero es sólido y está capitalizado de más, con lo cual también puede prestarse a una dinámica creciente en caso de que decidamos, como sociedad, aprovechar el beneficio de este mundo más próspero para países como la Argentina. El mundo sabe que los problemas de escasez se resuelven expandiendo la oferta y no contrayendo la demanda. Para expandir esa oferta, la Argentina tiene un rol preponderante. Pero no es solamente un problema de política, sino también un tema de demanda del soberano. Igual no creo que el pueblo sea culpable, porque en la Argentina hace 30 años que no se disfruta de la estabilidad. El día que se empieza a percibir esos beneficios, el mismo soberano se va a convertir en un factor que va a reclamar y va a pedir por estabilidad y previsibilidad.
–Para ello, el soberano, como usted le dice, tal vez debe perder algunos privilegios en el corto plazo. ¿Ve dispuesto a la sociedad a dar ese paso?
–Sin duda, porque lo mismo pasó en el mundo. Una de las cosas que ocurren cuando salta la inflación es que la calidad de vida se deteriora mucho, y no solo por lo que dejás de consumir, sino también porque la más mínima transacción comercial es estresante. Cuando uno va al supermercado y compra un paquete de yerba, se lleva algo que mañana valdrá más y le da al supermercadista un activo que valdrá menos, como son los pesos. Cualquier moneda sujeta a inflación vale menos mañana. Eso lleva a dinámicas incorrectas y a acelerar los consumos.
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