Reformas laborales y el arte de lo posible
La regulación de las relaciones de trabajo es un elemento de singular importancia para modelar el tipo de sociedad en la cual aspiramos a convivir. Las sociedades no se estructuran sobre las diferencias de sus integrantes, sino sobre los acuerdos que alcanzan para resolver las diferencias. Bajo esta mirada nos interesa revisar el paquete de medidas laborales anunciadas por el Gobierno.
Es alentadora la existencia de un grupo de propuestas destinadas a resolver problemas concretos. Por caso: el cambio en el régimen de las multas por trabajo no registrado de la ley 24.013; el banco de horas que permite ordenar mejor los tiempos de trabajo y descanso; la limitación a los alcances de la solidaridad laboral por las obligaciones incumplidas de los contratistas; la posibilidad de pactar con los trabajadores sin afectar los contenidos mínimos previstos en la ley o en los convenios colectivos, y una regulación de la base de cálculo de la indemnización por antigüedad que lleve claridad.
De todas estas medidas, quizás la más original es la destinada a regular la figura del trabajador independiente. Estas propuestas pretenden cubrir vacíos de la legislación, que eran resueltos por los jueces. O, en otros casos, buscan rectificar modificaciones legislativas de tercera generación dictadas en los últimos 10 años. El punto es que estos cambios no comprometen la estructura misma de las relaciones laborales.
Un segundo grupo de propuestas se orienta al flagelo del trabajo no registrado. Nadie puede disentir con este objetivo, pero se toman recetas usadas por todas las administraciones: blanqueo, condonación de deudas y rebaja en las contribuciones. Tampoco, en estos cambios, existe un compromiso concreto a la hora de moldear el sistema relacional.
Un tercer grupo de propuestas puede agruparse bajo el denominador común de la educación y el trabajo. Aquí sí hay un elemento diferenciador; se da un puntapié para encauzar un problema acuciante: mantener el nivel de empleo en función a las necesidades concretas del sistema productivo. El éxito de estas propuestas no estará en la glamorosa enunciación del Sistema Nacional de Formación Laboral Continua, ni en la Transición entre el Sistema Educativo Formal y el Trabajo (antes, pasantías), ni en la matriz de calificaciones laborales. El éxito descansará en una correcta administración, que evite una burocracia ineficiente. Este grupo de reformas esboza un debate tímido sobre la forma de estructurar el mundo del trabajo.
Hay un cuarto grupo de reformas: las ausentes. Son las que involucran el nudo de los temas estructurales en el mundo laboral: la organización sindical sobre la base de la personería gremial, los límites al conflicto gremial y la responsabilidad legal derivada, el régimen de los convenios colectivos y el de las obras sociales.
El mejor acuerdo es el que es posible de alcanzar, y una sociedad se estructura sobre acuerdos posibles. Reconocer esta realidad no debería llevarnos a dar por concluido el debate. La reforma propuesta ha dejado muchos temas sin tratar.
Abogado, socio de AMZ & Asociados
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