Recuperar el peso
El problema no es la perversa debilidad de los argentinos por el dólar, sino la pérdida del poder de compra del peso, que para los que vivieron antes de los 90 se vive como una repetida pesadilla.
Entre 1900 y 1970 circuló el peso moneda nacional. De 1970 hasta los 90 ese peso perdió ¡trece ceros! Sin embargo, la Argentina desde 1900 hasta la Segunda Guerra Mundial había sido uno de los países de mayor estabilidad monetaria y de precios pero, desde 1946, con la nacionalización del Banco Central, comenzó una larga y sostenida inflación, que fue del 20% anual promedio en los 50 y los 60 y saltó a los tres dígitos en los 70, para culminar en la hiperinflación de 1989-90. La depreciación externa resultó de su equivalente depreciación interna, el aumento de los precios causado por la expansión de dinero que se propagó debido a la lucha sectorial por evitar perder poder adquisitivo. Las expectativas de una futura devaluación contribuyeron a incrementar la compra de dólares.
Adicionalmente, cuando las cuentas externas fueran deficitarias -porque disminuirían las reservas- se dieron asaltos especulativos contra el peso. Si las divisas se cotizaran libremente, seguirían la evolución de los precios, pero si éstos suben, con control de cambios y una cotización oficial fija, la demanda es mayor que la oferta y aparecen los mercados marginales (el paralelo). Esto pasó cada vez que existió un cambio fijo con racionamiento de oferta y caída del valor interno de la moneda.
El control de cambios se instauró tras la crisis de 1930. El peso, que de 1900 hasta 1929 se cotizó a $ 2,27 por dólar, en 1931 pasó de $ 2,36 a $ 3,34. La reforma de 1933 lo devaluó a $ 4 y creó un mercado libre. Al final de la guerra, el dólar estuvo a $ 4,34.
El gran cambio se dio en 1946, con la nacionalización del Banco Central para financiar los proyectos del Gobierno con creación directa de dinero o redescuentos. Los tipos de cambio fueron múltiples y el básico se mantuvo casi fijo: de 1946 a 1954 subió sólo 7,4% por año, mientras que los precios subieron 21% por año. La brecha cambiaria (diferencia entre oficial y paralelo) que, entre 1941 y 1945. había sido de 10% , alcanzó en 1954 un 345 por ciento. Así se inició el largo proceso de depreciación del peso, producto de una reiterada e indomable inflación y los desequilibrios de las cuentas externas.
Entre 1955 y 1973 hubo devaluaciones y ajustes frustrados. En 1973-74 el promedio anual de la cotización del dólar era de $ 10 y en 1975 trepó a $ 32 y a $ 150 en 1976; la brecha cambiaria que había sido de 4% en 1970 alcanzó 76% en 1975 y 256% en 1976. En 1975, los ingresos corrientes sólo cubrían 47% de los gastos primarios. Los precios ese año habían subido un 335 por ciento. Toda la década y la del 80 continuaron con incrementos anuales del orden de tres dígitos, para terminar en la hiperinflación de 1989-90 y una impresionante declinación del producto. Se trató no solamente de la pérdida de valor adquisitivo; cuando esto se advierte aumentan las expectativas de devaluación y cae su demanda, lo que acentúa la depreciación.
En los esfuerzos de estabilización se usaron los más variados recursos y reformas monetarias. Tras el peso moneda nacional se conoció el peso ley, el argentino, el austral, el peso convertible y el actual, que no lo es. La moneda nacional perdió trece ceros.
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