Raúl Castro, el comunista pragmático
Cuando reemplazó a su hermano mayor en 2008, el presidente cubano, Raúl Castro, prometió continuidad para una revolución comunista que ya lleva más de medio siglo.
Las severas restricciones a los derechos políticos siguen vigentes, pero Raúl, de 84 años, cumplió sólo parte de su promesa. El mandatario resultó más pragmático: permitió que los ciudadanos crearan más empresas y tuvieran acceso a Internet, sirvió de anfitrión para las negociaciones de paz entre Colombia y los rebeldes marxistas; entabló el diálogo con viejos adversarios como el Vaticano y obtuvo el apoyo de aliados de Estados Unidos en América Latina.
Estas reformas y su mayor logro, el relajamiento de las tensiones con EE.UU., simbolizado por la histórica visita del presidente Barack Obama a Cuba, la primera de un líder estadounidense en 88 años, no habría sido posible si Fidel, que cumplirá 90 años en agosto, siguiera en el poder, dicen exiliados cubanos y analistas que conocen a la familia Castro.
Aunque la personalidad grandilocuente de Fidel y su hostilidad hacia EE.UU. captaron la atención del mundo durante décadas, esta se dio a costa de la economía cubana. Sin embargo, el callado y menos carismático Raúl, su segundo por muchos años, está usando sus poco conocidas destrezas como negociador para acercar a Cuba a EE.UU. y, de paso, hacer mella en el proyecto comunista que él ayudó a diseñar.
Raúl reconoció que las reformas económicas, dependientes de una nueva relación con Washington, eran necesarias para cumplir con las aspiraciones de los cubanos y mantener la paz social, dicen quienes han estudiado su carrera. "Este es un hombre, Raúl, que tiene una enorme experiencia en negociaciones debido a que durante más o menos 49 años estuvo haciendo eso constantemente con su hermano", dice Brian Latell, quien siguió a los líderes cubanos por más de 30 años como analista sénior para la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA). Raúl, señala, "era incomprendido y subestimado, in-cluso por mi ex empleador".
Considerado un partidario de línea dura durante sus décadas como ministro de Defensa, Raúl ha puesto a Cuba en un nuevo camino hacia una economía mixta con sus experimentos con una sutil liberalización. La isla ha pasado de tener un modelo totalmente estatal a tener hasta 40% de sus 11 millones de habitantes ganando dinero a través del sector privado, según la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un centro de estudios. El acercamiento a EE.UU. también ayudará a expandir enormemente el turismo.
Cuando la revolución dividió al clan Castro, fue Raúl, quien era más accesible, y no Fidel, dicen miembros distanciados de la familia, como Juanita Castro, hermana del presidente. En un libro de 2009, Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia secreta, describió a Raúl como un hombre de familia e hijo predilecto que lloró en el lecho de muerte de su madre. Fidel, en cambio, fue indiferente ante la muerte de su progenitora, rehusándose a enviar un avión para que una hermana pudiera asistir al funeral. "¡Por nadie hago concesiones burguesas!", dijo Fidel según recuerda su hermana. "¡Porque es una época de gran aus-teridad para la revolución!".
Fidel era conocido por sus altibajos emocionales y su tendencia a la microgestión, lo cual limitaba su capacidad organizacional, según el historiador de la Universidad de Harvard Jonathan Hansen, quien está escribiendo un libro sobre la juventud del líder cubano. Durante la guerra de guerrillas de los años 50, Fidel contaba personalmente los uniformes de los soldados y las balas que iban a enviarse a sus tropas. "Él pensaba que la revolución era demasiado importante como para dejarla en manos de alguien más. Y ese fue su pecado cardinal", dice Hansen.
"Fidel era el soñador", dice Alfredo Durán, quien participó en la invasión de Bahía de Cochinos y que conoce a los Castro desde su juventud en Cuba. "Raúl era el burócrata que mantenía la revolución andando día a día. Él sabe cómo delegar y mantener una organización a flote".
Para Raúl, mantener el control significa reducir las exageradas ambiciones de su hermano y hacer frente a lo mundano. Recortó el inflado sector público, que solía prometer servicios a costa del Estado de la cuna a la sepultura. Usó al Vaticano como intermediario con EE.UU., algo inimaginable en el gobierno ateo de Fidel.
Mientras que su hermano inspiró insurgencias en todo el mundo, Raúl ha hablado en público sobre la importancia de poner fin al único conflicto guerrillero en América Latina, en Colombia. Ese tipo de gestos ayudó a Cuba a lograr que gobiernos conservadores y orientados al mercado en la región presionaran a EE.UU. para que pusiera fin al embargo económico.
Bajo la batuta de Raúl, el ejército comenzó a llevar a cabo reuniones mensuales a mediados de los años 90 en la base naval de EE.UU. en Guantánamo con sus contrapartes estadounidenses. Raúl también envió a sus oficiales a las escuelas de negocios europeas para que tomaran cursos de gestión. Él ha viajado a China varias veces para estudiar las políticas económicas capita-listas de Beijing.
Aquellos que siguen de cerca los cambios dicen que Cuba podría seguir los pasos de Rusia y pasar de ser un Estado totalitario a una oligarquía. El régimen frecuentemente arresta a los disidentes, un recordatorio del papel de Raúl como la mano dura de Fidel.
Como parte de sus negociaciones con el régimen cubano, el gobierno de Obama se concentró casi exclusivamente en la diplomacia económica. No obstante, funcionarios estadounidenses dicen que los cambios económicos podrían ser un vehículo para otras aperturas. Washington relajó la semana pasada las regulaciones para que Cuba pudiera usar instituciones financieras y, para efectos prácticos, levantó la prohibición a los viajes a la isla por turismo.
Juan Forero, en Bogotá, contribuyó a este artículo.
The Wall Street Journal