Radiografía de los excluidos del sector financiero
Una encuesta realizada en el asentamiento reveló cómo se percibe el vínculo con el ahorro y el crédito
En abril, el Banco Mundial publicó su informe Global Findex con datos a 2017. El estudio trienal analiza más de 140 países y es la base más relevante de datos de inclusión financiera a nivel global. Los datos se obtienen a través de encuestas hechas a la población. Esto es: son datos que representan el acceso y el uso efectivo (consciente o percibido) de los servicios financieros.
Si bien los datos del Findex son un faro fundamental para monitorear el estado de la inclusión financiera a nivel global y nacional, a la vez languidecen de precisión suficiente para el diseño de políticas públicas subnacionales o a nivel micro que estén, por ejemplo, orientadas a la población de barrios o asentamientos específicos. La Secretaría de Integración Social y Urbana, en el marco de su Plan de Acción Integral 2016-2019 para la transformación e integración a la ciudad del Barrio 31 y 31 bis (en adelante, B31), implementó este año la primera encuesta multidimensional de inclusión financiera hecha en un asentamiento urbano del país.
Al igual que en el Findex, se recopilaron datos a partir de la demanda, midiendo los comportamientos financieros declarados por los adultos representativos del B31. El cuestionario cubrió seis dimensiones: cuentas, ahorros, créditos, dinero móvil y transferencias, seguros, y capacidad y seguridad financiera. Como era de esperar, sus resultados difieren de los del Global Findex 2017 y describen las particularidades de esta población.
A continuación se exponen algunos resultados relevantes de las primeras cuatro dimensiones del estudio.
En términos de cuentas, ocho de cada diez adultos del B31 (78%) declaran no tener acceso. Específicamente, mientras el Findex 2017 mostró un índice de 49% a nivel nacional, solo el 22% de los adultos del B31 reportaron que tienen una cuenta en una institución financiera formal. De este 22%, dos de cada diez (18%, específicamente) no la utilizan en absoluto y el 72% solo la usan una a dos veces al mes. Por su parte, del 78% de los adultos del B31 sin una cuenta solamente el 14% reporta como única razón no tener la necesidad. En forma similar a lo que revela el Findex, las principales barreras declaradas fueron: no tener fondos suficientes (58%), el alto costo de los servicios financieros (27%) y la falta de documentación (23%).
Por otro lado, uno de cada dos adultos en el B31 (51%) declaró haber ahorrado para algún fin en los últimos 12 meses. El guarismo es alto si se lo compara con el 30% reportado por el Findex a nivel nacional. No obstante, solamente el 9% informó haber ahorrado en una institución financiera formal; el 86% declaró haberlo hecho en efectivo, y el resto, mediante grupos de ahorros informales (asociaciones vecinales o familiares).
Respecto de los motivos del ahorro, las emergencias son las razones más reportadas: el 63% de los adultos ahorraron o aportaron dinero en el último año por esta razón. Es interesante ver que, en vísperas de una urbanización, que la segunda mayoría (32% de los ahorristas) haya declarado ahorrar para refaccionar o arreglar su vivienda.
Respecto del crédito, solo el 18% informó que obtuvo algún tipo de financiamiento en el último año. A diferencia de los patrones de ahorro, el préstamo se da más comúnmente a través del sistema financiero formal. Esto es, el 46% fue a través de una institución financiera formal. Y allí se destaca la banca pública como principal proveedor (38% de los casos). Alarma encontrar que, mientras solo dos de cada diez accedieron a un crédito en el pasado, más de la mitad de los adultos del Barrio 31 (57%) estarían interesados en demandar un préstamo a futuro. Cabe señalar que el principal fin de la demanda potencial de crédito en el B31 es productivo: el 55% dice que lo solicitaría para iniciar o hacer crecer un negocio.
Por último, el uso del efectivo en el B31 es la norma. El 78% de los asalariados declaran que cobran sus haberes en efectivo, y de los que declaran que podrían recibir pagos de clientes con tarjetas de débito o crédito el 97% informan no hacerlo actualmente. El 37% informan que reciben transferencias sociales del Gobierno, de los cuales el 67% lo hacen por la vía del depósito en cuenta bancaria y el 33% perciben los recursos con una tarjeta de pago (ejemplo, Ciudadanía Porteña).
Frente a la exclusión financiera, la dimensión digital se esgrime incipiente, pero en cierto sentido auspiciosa. Aunque por el momento solo un 5% de los encuestados informan haber utilizado su teléfono celular para pagar servicios, para enviar o recibir dinero a través de aplicaciones móviles del banco, por home banking o por la vía de servicios para no bancarizados (como PIM, Billetera Rapipago, Mercado Libre, Ualá u otro), el 86% de los adultos en el B31 declaran que poseen un teléfono móvil (76% tienen smartphone y 10% no).
Conocer la población objetivo es fundamental para el éxito en la provisión de cualquier producto o servicio, pero en el diseño de políticas públicas se torna condición necesaria. Promover la inclusión financiera implica conocer la realidad de los excluidos, sus necesidades específicas y las barreras de cada población. El diagnóstico y monitoreo (tanto nacional como subnacional) es indispensable al momento de pensar cualquier estrategia de inclusión financiera que pretenda ser exitosa.
Schvarztein es socióloga (UBA) y magíster por la Universidad Autónoma de Madrid; Carballo es economista (UBA) y especialista en inclusión financiera
Diana E. Schvarztein y Ignacio Carballo
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