¿Quién pestañeará primero, el Gobierno o el FMI?
La escasez actual de divisas hace más acuciante la necesidad de un acuerdo con el organismo internacional; los dichos y acciones de Massa no están ayudando a un acercamiento
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Durante una gira por España en 2004 el expresidente Néstor Kirchner les dijo a empresarios locales que estaban preocupados por su retórica provocativa: “Miren lo que hago y no lo que digo.” Vamos a aplicar esta máxima para responder a la pregunta que todo el mundo nos está haciendo a los economistas: ¿Cuántos dólares le quedan al Banco Central (BCRA)?
Para responder, los economistas usamos datos del balance semanal que publica el Banco Central, y al dato de reservas brutas le restamos deudas de la entidad en moneda extranjera, para calcular lo que se denominan reservas netas. Es decir, los dólares que realmente son propios. Entre estas deudas están los encajes que los bancos comerciales depositan en el Central como contrapartida de los depósitos en dólares, los depósitos en dólares del Gobierno y el swap con el banco central de China (PBOC), entre otros ítems. Algunos restamos el oro ya que, si bien podría venderse, convengamos que si nos enteramos de que el Banco Central está liquidando las joyas de la abuela nos preocuparíamos un poco.
Cada economista usa una fórmula distinta, pero todos llegamos a que las reservas netas son las más bajas de la historia reciente. Según mis cálculos, para el 7 de julio –fecha de la última información disponible–, eran negativas en US$10.000 millones. Esto se compara con los -US$1249 millones de noviembre de 2015, con los US$10.129 millones de reservas netas positivas de diciembre de 2019, y con un pico de más de US$40.000 millones cuando Cristina Kirchner asumió como presidenta por primera vez.
Es decir, el kirchnerismo es un pulverizador de reservas.
¿Qué significa que las reservas netas sean negativas? Que el Banco Central usa parte de sus pasivos, dinero no propio, para intervenir en el mercado. Según mis cálculos, al jueves pasado había usado el equivalente en yuanes a US$3200 millones del swap de China, incluyendo US$1100 millones usados para pagar el vencimiento con el FMI en junio. El resto de lo usado para intervenir, casi US$7000 millones, sale de los encajes de los depósitos en dólares, que suman US$10.285 millones.
¿Qué dice el Banco Central ante esta situación? Según un artículo de Ignacio Olivera Doll en Bloomberg, un vocero dijo que la entidad “demostró tener liquidez para afrontar los compromisos financieros del país” y que “los cálculos del mercado no reflejan la posición financiera del Banco Central”. Es decir, que los economistas estamos haciendo mal nuestros cálculos.
Pero, más allá de lo que dice el BCRA, veamos lo que hace. Su operación deja entrever que tiene muy pocos dólares. En primer lugar, si hubiese tenido dólares, ¿por qué usó el equivalente a US$1100 millones del swap de China para pagarle al FMI? En sus prácticas de la intervención diaria en el mercado cambiario también se ve que le faltan dólares. El uso de yuanes aumentó a cerca de un 30% de todo el movimiento diario en días recientes.
“Los datos demuestran que el kirchnerismo es un pulverizador de reservas; hoy las netas son las más bajas de la historia reciente”
Del 3 al 13 de julio, por ejemplo, el Banco Central habría usado más del equivalente a US$850 millones del swap; es decir, habría vendido cerca de 6300 millones de yuanes (1 dólar = 7,23 yuanes), pero habría comprado dólares en el mercado. Vende lo que por ahora tiene (yuanes), y compra lo que no tiene (dólares). No parece que los economistas estemos haciendo tan mal los cálculos: si miramos lo que hace, está claro que el BCRA tiene muy pocos dólares.
Esta escasez de dólares hace más acuciantes las negociaciones entre el equipo económico y el FMI. En julio el Gobierno debe hacerle tres pagos por un total de US$2656 millones. Como en junio, los pagos se consolidarán a fin de mes, sin por ello violar los estatutos del FMI. Para el 31 de julio hay tres opciones: o se acuerda con el FMI, lo que permitiría recibir un desembolso de más de US$4000 millones, o se le paga con recursos propios o prestados, o entramos en atrasos (arrears). Todas las opciones son un campo minado para el Gobierno.
La posición del FMI con el Gobierno parece haberse endurecido en las últimas semanas. A los incumplimientos en las metas se agrega el uso de más de US$1000 millones de las reservas para intervenir en los mercados paralelos, algo que el Gobierno se había comprometido a no hacer en el programa que firmó en marzo. A esto se suman formas de negociación propias de prácticas locales, que caen mal en el exterior.
No se puede negociar con el FMI y con sus principales accionistas como se negocia con los dueños de las líneas de colectivos del conurbano. Estas acciones contraproducentes incluyen el viaje del ministro a China, su videoconferencia con el ministro de finanzas de Egipto, el segundo mayor deudor del FMI y, más recientemente, haber dejado flotar la idea en medios amigos de que China podría proveer el financiamiento para el pago de julio.
“No deben haber ayudado las declaraciones de Massa sugiriendo que el FMI habría pedido parar el gasoducto [algo que no fue así]”
Tampoco deben haber ayudado las declaraciones de Massa sugiriendo que el FMI habría pedido que el Gobierno pare la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. El ex-representante argentino en el FMI Sergio Torres se encargó de demoler el argumento en Twitter, resaltando los párrafos de los acuerdos donde el organismo insta enfáticamente al Gobierno terminar el gasoducto. Lo que probablemente no se dé cuenta el equipo económico es que la confianza es muy importante en cualquier acuerdo con el FMI, porque este suele desembolsar dinero a cambio de promesas de implementación de políticas. A falta de confianza, es posible que esté pidiendo lo que se denominan “prior actions”. En lenguaje criollo, debe haber puesto el cartel de “no se fía”: primero implementen y después el desembolso.
Los comentarios de la vocera del FMI, Julie Kozack, hechos en lenguaje diplomático, dejan entrever qué se está pidiendo. Kozack dijo: “El enfoque de estas discusiones ha estado en las alternativas para fortalecer el programa de autoridades mientras se reconoce el impacto de la sequía en la economía. Y esto incluye discusiones sobre políticas para salvaguardar la estabilidad al aumentar la acumulación de reservas y mejorar la sostenibilidad fiscal mientras, por supuesto, se protege a las partes más vulnerables de la población.” Puesto de otra manera, el FMI está pidiendo una devaluación, para poder acumular reservas, y un ajuste fiscal.
Pero una devaluación antes de las PASO del 13 de agosto sería un suicidio político para el Gobierno. Por eso, si fuese posible, no sería descabellado que intente pagar con yuanes el 31 de julio, posponiendo las decisiones para después de las PASO. El problema es que no sabemos si los yuanes están disponibles o no. El FMI desmintió, según reportó Rafael Mathus Ruiz en LA NACION, que China haya enviado una carta al Directorio Ejecutivo diciendo que, si no hay programa, el Gobierno podría pagar con yuanes del swap. A ciencia cierta no sabemos para qué se puede usar el swap con el PBOC, lo que es un verdadero escándalo. El país se está endeudando por miles de millones de dólares y no sabemos el monto ni las condiciones. Ni hablar de qué estará pidiendo a cambio el gobierno chino. La oposición debería abrir una comisión investigadora en el Congreso, pero está muy ocupada peleándose en la interna.
El escenario en el que el Gobierno paga al FMI con los yuanes no está exento de riesgos. La percepción del mercado de una falta de acuerdo puede llevar a renovar las presiones sobre los mercados cambiarios paralelos, que empezaron a despabilarse. Si no se pueden usar los yuanes y el Gobierno no quiere implementar lo que pide el FMI (suponiendo que éste no termina cediendo ante el Gobierno), es posible que entremos en arrears. En este caso, que parece cada vez más probable, la presión sobre los mercados paralelos se multiplicaría. El problema se agravaría porque el Gobierno parecería tener menos balas o, mejor dicho, menos dólares, para intervenir.
Una suba del blue, el MEP y el CCL podrían poner fin a esa sensación de control que imprimió el gabinete económico en las semanas recientes: un tipo de cambio estable e inflación a la baja. La inflación de junio fue del 6% mensual. Si bien fue menor de lo esperado, las fuerzas de la desaceleración son los aumentos muy bajos o nulos de productos perecibles y de la carne, y una menor incidencia de precios regulados. Se suma una tendencia más global: en gran parte de la región hubo deflación. Sin embargo, los factores macro que dan lugar a una inflación creciente en la Argentina siguen vigentes: el BCRA imprime mucho dinero y a los argentinos los pesos nos queman. Mientras tanto, los factores que están dando lugar a una desaceleración de la inflación son temporarios. Por caso, cuando llegue la primavera, o a más tardar el verano, la carne volverá a subir. Pero primavera o verano quedan muy lejos en la planificación de nuestro ministro/candidato, que está mirando las encuestas para las elecciones del 13 de agosto.
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