¿Quién le pone precio al blue? Mitos, secretos y desesperación en el pequeño grupo de personas que maneja el dólar paralelo
Detrás del telón de la cotización se desenvuelve diariamente un rubro entero de actores que interpretan las fluctuaciones de la economía y las finanzas para conformar un precio muy polémico
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El mercado ilegal de la divisa estadounidense se gestó hace casi un siglo y se volvió una parte más del funcionamiento económico de la Argentina. Algunos marcan su inicio en 1931, cuando el gobierno de José E. Uriburu implementó un control de cambios por el crash del ‘29. Su relevancia mutó de acuerdo con las medidas de diferentes gobiernos. En general, al compás de los cepos y las políticas monetarias creció la relevancia de la cotización informal.
“Para muchos es asombroso y extraño cómo ocurre que se pueda conocer el precio de un bien ilegal, en tiempo real, en pizarras online, de manera tan aceptada. Nadie sabe qué está detrás y los mecanismos de conformación del precio son entendidos por unos pocos”, explicó un financista a LA NACION al ser consultado por el mercado del dólar blue, una denominación relativamente nueva en la historia para referirse al mercado paralelo.
Julio fue un mes vertiginoso para el dólar informal. En las últimas semanas avanzó, acumuló $17 y llegó a cotizar $185 el viernes 23 de julio. Se registró una brecha del 90% y un precio cercano a su máximo histórico de $195, en octubre del año pasado. Detrás de los vaivenes se encuentra un submundo informal cuyas transacciones impactan en toda la economía argentina, aunque pocos conocen su funcionamiento.
Las características del mercado informal del dólar generan debate. Es usual escuchar que es un mercado “chico”, de apenas “$3 o $4 millones por día”, según un especialista. Otros conocedores disienten y consideran que hay enormes operaciones a diario. Las variables que son consideradas para definir el precio minuto a minuto son múltiples: intervenciones del Banco Central, cepos, “manos amigas” que inundan con dólares el mercado para mantenerlo controlado, emisión del Tesoro, entre otras.
“Desde el punto de vista económico el precio del dólar blue es sucio de toda magnitud. No conocés a los oferentes, ni a los demandantes; es lo opuesto a un mercado competitivo ideal, óptimo. No es transparente; los precios se fijan bilateralmente. Obviamente el dólar blue acá tiene un valor y en Jujuy, otro”, explicó un economista a LA NACION.
La calle Florida del microcentro porteño es un punto neurálgico para el intercambio de la divisa en transacciones minoristas. Sobre la peatonal se encuentran los “arbolitos”, los conocidos vendedores ambulantes, representantes de casas de cambio informales que cantan a los peatones: “Cambio, cambio, cambio”.
Son parte de una desproporción. En Florida cerraron más de 600 comercios, falta turismo y hay menos gente. Los “arbolitos” parecen demasiados.
En cada cantero hay tres o cuatro. En una cuadra entera, entre 15 o 20. “Cada uno tiene su lugar. No competimos. Yo estoy hace dos años acá, entonces me gané el lugar”, cuenta uno de ellos, ubicado en la intersección de Florida con Corrientes, una esquina con más afluencia.
El término “dólar blue” para referirse a la divisa estadounidense en el mercado informal se acuñó durante el gobierno de Cristina Kirchner. Las hipótesis sobre su proveniencia son múltiples. Cada “arbolito” tiene una explicación diferente, un mito urbano distinto.
Para quienes trabajan en el rubro hace más tiempo, el “dólar blue” se llama así porque en el mercado informal abundan los billetes truchos. Para verificar la autenticidad de cada papel se estila un método: hacer una rayita con un marcador de tinta de yodo, un elemento químico que detecta la presencia de un almidón solo ausente en el papel moneda, pero usual en cualquier otro tipo de hojas. Si la marca se vuelve amarilla, el billete es verdadero. Si se transforma en azul u opaca, falso.
Cada uno de ellos tiene un status distinto en su “cueva”, la ventanilla paralela de las casas de cambio. Solo algunos conocen tan bien el mercado que se han vuelto cuentapropistas, con su propia caja. Se comunican por whatsapp con sus corredores o mesadineristas que, en vivo, les comunican las puntas vendedoras y compradoras. Cuándo dejar de vender porque está en alza; cuándo retirarse porque se enteran de algún operativo de control. Ganan por comisión y dicen estar desesperados. Son un rubro muy golpeado por la falta de turismo. “No hacemos un mango. Nadie viene a comprar ni a vender dólares”, dijo uno que aseguró trabajar allí hace años.
En las famosas galerías de Florida el panorama es gris. Las tiendas de reparación, imprentas, comercios de ropa y cafeterías exponen carteles de alquiler o venta. “Los consorcios y las administraciones están quebradas. Fijate lo que es esto: las escaleras mecánicas no funcionan, las plantas están muertas, todo sucio. Lo único que queda son las casas de cambio y los rapipagos”, cuenta el dueño de un local.
Los “arbolitos” y las “cuevas”, salvo contadas excepciones, son los últimos eslabones de la economía informal del dólar. Según corredores con experiencia, contrario al pensamiento popular, el precio del dólar no se define ni en la calle Florida ni por oferta y demanda. “Si es verdad que la cotización del blue es porteña y tiene un impacto en todo el país, aunque hay diferencias de precio. Los únicos que saben cómo funciona verdaderamente el mercado son los cambistas senior y el círculo rojo de sociedades de bolsa que operan por izquierda”, aseguró un veterano del rubro.
“No es que se define por especulación. Se define por expectativas. Los mismos que operan en negro son los que operan en blanco, entonces toman decisiones para ambos mercados porque entienden su vinculación”, explicó a LA NACION un exfuncionario especialista en finanzas que pidió mantener en reserva su nombre.
Quienes trabajan en este mercado ilegal dan por sentado que los grandes actores del rubro tienen diálogo habitual con los gobiernos. Y explican por esa relación algunos movimientos en el denominado paralelo que están fuera de las previsiones. El último fue el viernes pasado, cuando cerró con una baja de $5 en la semana.
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