¿Quién gana el centro del ring? Se desató una pelea encarnizada por el destino de los dólares
Silvina Batakis, Miguel Pesce y Daniel Scioli pusieron en marcha la sociedad protectora de las reservas; expectativa por viajes y anuncios de esta semana que marcarán el acceso de los argentinos a la divisa
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El último lunes de junio Daniel Scioli mantuvo una larga conversación con Silvina Batakis. Recién llegado al ministerio de Desarrollo Productivo, quería saber la opinión de su exasesora en la provincia de Buenos Aires sobre temas específicos. Batakis es una agradecida de Scioli, que la anunció como ministra en caso de que ganara las elecciones de 2015. El eco de esas viejas lealtades se escucha en el manejo de la economía que se hará de ahora en más.
Las fotos de la nueva gestión en Economía son elocuentes. En una de las primeras, se los ve en una reunión de trabajo a Scioli y a Batakis terciando con Miguel Pesce (BCRA), teclas sensibles de la crisis que desató la salida de Martín Guzmán. Siete años después, la Argentina llegó al 2015 alternativo. Ganó Scioli, o así lo cree. El problema es que es un mal momento para triunfar.
Pesce y Scioli dieron algunas muestras de gestión y le cubrieron las espaldas a Batakis mientras la ministra armaba sus equipos, preparaba anuncios para la semana próxima -podrían darse a conocer mañana mismo- e intentaba reconocer su escritorio.
El ministro tiene una reunión importante mañana con banqueros para hablar del dólar y la producción. Le sumará un viaje clave este jueves, a San Pablo. Irá temprano en un vuelo de Aerolíneas Argentinas a discutir con la mayor cámara industrial de Brasil la posibilidad de mejorar el mecanismo de compensación de exportaciones e importaciones con la Argentina para evitar el uso de dólares en esas operaciones. Hoy, las empresas de ambos lados tienen que liquidarlas diariamente. La idea es extender los plazos.
Lo mismo podría ocurrir con China. Hay un esquema que está vigente, pero no funciona. Al Gobierno lo ayuda el denostado sector privado, el más interesado en encontrarle agujeros al escudo del cepo cambiario. El embajador chino en la Argentina, Zou Xiaoli, se lo transmitió al presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, que le llevó el mensaje el presidente del Banco Central.
Con el ascenso de Batakis también ganó La Cámpora. La nueva ministra es admiradora de su par de Interior, Eduardo de Pedro, que debió abrir el lunes pasado una nueva agenda para escuchar pedidos del sector privado. Hay un reclamo que está entre los primeros de la lista. Con mucho detalle, le explicaron los beneficios del desdoblamiento cambiario.
Es casi un hecho que en los próximos días habrá un tipo de cambio distinto para el turismo. Se regirá por un valor cercano a los financieros, que esta semana llegaron a los $299, en comparación con los $218 en el Banco Nación, con impuestos, algo similar a lo que intentó sin éxito Guzmán en octubre de 2021 para quienes llegaban al país, pero ahora, para quienes salen. El desdoblamiento funciona de hecho. Ahora le agregarían algo de derecho. Los dólares financieros son tentadores para Economía: si bien afectan las expectativas, no impactan en las reservas del Banco Central.
La pelea por quién se queda con los dólares recién comienza. El lobby de una parte del sector privado para acceder a ese recurso escaso choca, por ejemplo, con la voluntad del Fondo Monetario Internacional (FMI), que odia que haya más de un precio para la misma cosa desde la época de Roberto Lavagna. Será la primera presión fuerte sobre Batakis, que no quiere romper con Washington, pero tampoco con los industriales de Córdoba y Buenos Aires.
La negociación será uno por uno. Pesce almorzó el miércoles último con la conducción de la Copal, que reúne a los productores de alimentos. Le explicaron que los tiempos de la agricultura son distintos a los de las urgencias cambiarias, ya que un herbicida no puede llegar cuando hay dólares, sino cuando lo necesita el cultivo. Escuchaba Sergio Woyecheszen, vicepresidente del Banco Central. Al día siguiente una comunicación de la entidad monetaria bendecía el encuentro con mejoras para algunas importaciones.
La renuncia de Martín Guzmán oxigena a Alberto Fernández en el terreno político porque descomprime el boicot permanente de la vicepresidenta sobre la hoja de ruta que había trazado el exministro. Pero el tubo de aire es chico, dado que su salida aceleró los tiempos de una crisis económica cuyas raíces ya estaban echadas.
Batakis cerró desde antes de la jura una alianza amistosa con Pesce. Es una parada obligatoria para ella, ya que Guzmán había tensionado la relación de quien será el socio de la ministra en el éxito o el fracaso. El Banco Central respondió a favor de la ministra construyendo un muro de altísimo costo para comprarle tiempo. Es la continuidad del plan anterior, pero con más profundidad, peligro y mejor voluntad.
La dupla Batakis-Pesce tiene una estrategia de frentes múltiples. Seguirá comprando los bonos de deuda pública que cada vez menos inversores quieren. Es una estrategia de final incierto, incluso para los actores que la interpretan.
Un banquero que le presta al Estado reconoció gestiones informales de funcionarios del Banco Central esta semana para convencerlos de que no se desprendieran de la deuda argentina atada a la inflación. Insistían en que iban a sostener su precio.
Para quienes tienen el dinero, es una estrategia incomprensible, porque el Gobierno tiene que tener la capacidad de jugar al ajedrez y conservar el centro del ring en lugar de vociferar sus jugadas para anunciarles a los rivales dónde deben colocar el golpe.
La química del equipo económico se ve en los billetes. Y es explosiva. El Banco Central imprimió 690.000 millones desde el miércoles 8 de junio, cuando arrancó la corrida, hasta el penúltimo viernes para ayudar a Guzmán en su pelea para sostener los bonos. Son unos $30.000 millones diarios. Tan solo el primer día de Batakis, el Central lanzó $300.000 millones para el mismo trabajo, según el economista Fernando Marull.
Es dinero que aumenta la inflación. De acuerdo con el consenso de varios economistas, la velocidad de impresión de Guzmán era insostenible en el tiempo. El promedio de la naciente era Batakis, en cambio, no admite siquiera análisis. Por eso la nueva ministra tiene una tarea quimérica. Debe recuperar la confianza de quienes le prestan a la Argentina con tan solo un cambio (ella ocupa ahora el lugar de su antecesor) o exponerse al riesgo de volver a 1988. Es el gran temor de Cristina Kirchner, como informó LA NACION días atrás y reconoció esta semana el militante social Juan Grabois.
El nuevo matrimonio económico no le teme, sin embargo, al riesgo. El último martes, por ejemplo, el Banco Central renovó apenas el 44% de la plata que hasta ahora tomaba de los bancos para reducir el dinero que circula por la calle. Son las Leliq, que se denominan pasivos remunerados y se usa para contener la inflación. Pesce, Batakis y los economistas kirchneristas creen que la diferencia irá a financiar a Economía porque tabicaron el camino que lleva del peso al dólar con el cepo.
El pensamiento tiene una falla. Sucede que los pesos que se vuelcan a la calle pueden terminar comprando bienes, como se vio esta semana. La gente ahorra en televisores, comida y hasta papel higiénico para desprenderse de la moneda, algo que termina acelerando la inflación.
Batakis y Pesce intentarán compensar la suba de precios administrando el dólar. Es una receta clásica que en algún momento usan todos los gobiernos, pero que el peronismo lleva a la exégesis y suele dejarle al que sigue una bomba cambiaria a punto de estallar.
La ministra lo reconoce abiertamente. Asegura que Pesce cuenta con las herramientas para controlar el tipo de cambio. Si se nota que el Banco Central no tiene dólares y que el pensamiento del Frente de Todos admite administrar la escasez antes que generar más recursos, solo queda regular su precio mediante resoluciones. La lapicera, como dice Cristina Kirchner.
Batakis dice mucho con poco. Habrá más cepo y se hará todo lo posible para no convalidar una devaluación oficial. Es la profundización de una circularidad discrecional: quién se queda con los dólares baratos que le piden a De Pedro será definido por Scioli en Producción y Pesce en el Banco Central. La experiencia dice que estos mecanismos no pueden sostenerse en el tiempo porque desatan un lobby caníbal.
La discrecionalidad puede llevar a situaciones incómodas. Los intereses telefónicos de la vicepresidenta Cristina Kirchner colisionarían con la generación de trabajo argentino porque usa el último modelo de iPhone en lugar de un celular ensamblado en Tierra del Fuego.
El Banco Central acompañó a la recién llegada, también, con una intervención en el mercado de futuros. Es decir, se comprometió a vender más adelante para contener las expectativas de devaluación. No lo logró, pero lo seguirá haciendo. Es parte del libro rojo que usó Cristina Kirchner al final de su segundo mandato y por lo que la oposición la llevó a los estrados.
Los anacronismos son llamativos: el Gobierno está repitiendo la receta que abrió uno de los procesos judiciales que pesaron sobre la vicepresidenta en una maniobra que cuestionó el propio Redrado, quien fue consultado hace días para ocupar el lugar que ahora tiene Batakis.
Ese espejo que anticipa, le devuelve al Frente de Todos la imagen que no quiere ver. El lunes pasado, el Banco Central vendió el equivalente a US$1000 millones en contratos a diversos plazos. Pese a ese esfuerzo, el resultado de los que compran y venden arroja que hay una expectativa de devaluación del 20% para septiembre.
Batakis se expone al síndrome de la rueda pinchada, una denominación que recorrió los chats de economistas cercanos al Frente de Todos en el caótico fin de semana pasado. La tesis sostiene que no alcanza con cambiar un ministro, cuando en realidad hay que renovar las cuatro ruedas del auto. Es la teoría operativa que inspiró a Sergio Massa.
El presidente de la Cámara de Diputados le pidió a Alberto Fernández la conducción de la Jefatura de Gabinete, el equipo económico, la AFIP y el Banco Central para tener el control y cambiar las expectativas.
Algo similar habían transmitido otros aspirantes. Martín Redrado le repitió a un colaborador directo de Fernández en la mañana del sábado lo que creía que se necesitaba: un plan de estabilización en acuerdo con la oposición para sancionar leyes que regulen el gasto y la emisión. Batakis recorrerá la gestión en un barco sin anclas.
La nueva ministra no tiene tiempo sin apuro. Los mercados, que le dieron una descortés bienvenida esta semana, la someterán a una prueba ignominiosa en septiembre, cuando haya un pico de vencimientos de deuda en pesos atada a la inflación. La oposición tiene esa fecha marcada en el calendario.
A medida que empeora la situación, aumenta el interés de Elisa Carrió por la economía. La fundadora de la Coalición Cívica tiene como principal referente a Hernán Lacunza, pero en ocasiones de emergencia habla con Ricardo Arriazu, quizás el hombre más respetado por el empresariado argentino en su área de trabajo. La última comunicación fue hace tres semanas. Luego de la charla telefónica, Carrió terminó de escribir un documento y lo presentó entre los propios.
Por pedido de la fundadora, Maximiliano Ferraro, presidente del partido, se lo envió WhatsApp a Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Gerardo Morales, María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Mario Negri y Gustavo Valdés. El expresidente fue uno de los más receptivos y, en respuesta, recibió a Carrió el último domingo. La conclusión, inalterada pese al cambio en la conducción de Economía, fue que la crisis de deuda que se espera para septiembre podría adelantarse al mes próximo.
Si la primera impresión es la que cuenta, Alberto Fernández y Cristina Kirchner le dejaron a la nueva ministra una cuesta irremontable con la sociedad. Entre la renuncia de Guzmán y las primeras apariciones públicas, algo se perdió en el camino. Es el valor del peso.
El dólar blue terminó un viernes con Guzmán en $239 y llegó el lunes siguiente a $280. Aunque luego bajó, el daño estaba hecho. Los comercios difícilmente echen atrás las remarcaciones que habían aplicado. Es la peor bienvenida para la recién contratada: antes de que se acomodara en la silla, una descoordinación ajena, que viene de la fórmula presidencial, le había asegurado que su primer mes a cargo de la economía cerraría con la inflación en torno del 7%, por encima del fatídico marzo pasado. Sería, por ahora, el récord del año.