¿Qué sentido tiene no votar o votar en blanco en la segunda vuelta?
Palabra más, palabra menos, escuché una significativa cantidad de veces, a partir del resultado de la primera vuelta del 22 de octubre: “Sergio Massa y Javier Milei me generan tanto rechazo que el próximo 19 de noviembre próximo no iré a votar o votaré en blanco. Que se arreglen quienes voten por uno u otro, al menos tendré la conciencia tranquila de que ‘yo no lo voté’. Tampoco me iré del país, sino que me bancaré lo que venga”.
¿Qué significa no votar, o hacerlo en blanco, en las actuales circunstancias? Al respecto me comuniqué con el francés Jean-Charles de Borda (1733-1799), oficial de caballería y capitán naval, al tiempo que académico en física, matemática e innovador en materia de instrumental científico. En 1756 publicó su Memoria sobre el movimiento de los proyectiles, donde mostró que un proyectil esférico sufre la mitad de la resistencia que un proyectil cilíndrico de igual diámetro. La obra le valió su ingreso a la Academia Francesa de Ciencias. También Enrico Barone, quien en 1908 publicó El ministro de la producción en un estado socialista, era militar de carrera.
–La segunda mitad del siglo XVIII fue en Francia una época de avances científicos significativos.
–Así es. Según Charles Kershaw Rowley, un comienzo brillante en ciencia política estuvo a cargo de tres académicos franceses, Marie Jean Antoine Nicolas Caritar, marqués de Condorcet; Pierre Simon Laplace, y yo, quienes realizamos contribuciones centrales a lo que hoy se denomina la cuestión de la decisión pública. Dichas contribuciones permanecieron olvidadas durante un par de siglos, hasta que en 1958 fueron redescubiertas por Duncan Black. Fui el primero en desarrollar una teoría matemática de las elecciones, en un trabajo publicado en 1770 y en otro dado a conocer en 1784. Kenneth Joseph Arrow y su teorema de imposibilidad se encamó sobre los hombros de los tres.
–¿En qué consistió su aporte?
–Me preocupaba el hecho de que un sistema de votación simple pudiera elegir por mayoría al candidato “equivocado”. Ejemplo: si ocho electores tuvieran como primera preferencia al candidato A, siete al B y seis al C, A sería elegido por mayoría simple, cuando en realidad 13 contra ocho votarían por B o C. Para solucionar el problema, es decir, para que el voto tuviera en cuenta la intensidad de las preferencias, sugerí que cada elector le otorgara puntos a cada candidato (ejemplo: tras a A, dos a B y uno a C), y que ganara la elección, no quien consiguiera mayor número de votos, sino mayor número de puntos.
–¿Dónde se aplicó su propuesta?
–La Academia de Ciencias adoptó mi propuesta para elegir a los nuevos miembros. El sistema continuó en uso hasta 1800, cuando fue atacado por un nuevo miembro y modificado. Tal nuevo miembro era… Napoleón Bonaparte.
–En la Argentina, una notable cantidad de personas afirma hoy que en la segunda vuelta para elegir presidente de la Nación por cuatro años, el 19 de noviembre próximo, no votará o que lo hará en blanco. ¿Qué está pasando?
–Más allá de que probablemente la diferencia en intención de voto entre Massa y Milei haya disminuido con respecto a los resultados de la primera vuelta, difícilmente la opción abstencionista se base en la denominada “irracionalidad” del voto, planteada por James Anthony Downs, en su tesis doctoral, según la cual como ningún voto individual puede determinar el resultado de una elección a nivel nacional, concurrir a votar no le genera al votante ningún beneficio, y sí costos, como trasladarse al lugar de votación, arriesgar un accidente automovilístico, etcétera. Como bien decía Alberto Otto Hirschman, el razonamiento de Downs será impecable, pero empíricamente no se verifica.
–¿En qué se puede basar, entonces, la decisión de no votar?
–Reproduzco lo que escuché. Que a uno de los candidatos no se le cree ni la hora, y que el otro espanta por el estilo que utiliza cuando aparece en muchos medios de comunicación –no en todos–, y por algunas de sus propuestas; que no se quiere ser “cómplice” de la gestión que comenzará el 10 de diciembre próximo, etcétera, de manera que cuando aparezcan dificultades se pueda decir: “Yo no lo voté”.
–A usted, ¿qué le parece esto?
–Respeto las decisiones individuales, pero como usted me pide una opinión, le contesto: me parece una soberana tontería.
–Epa, ¿por qué?
–Porque, como dicen los economistas, óptimo es lo mejor de lo posible, no lo mejor de lo mejor; y porque los dos candidatos no son iguales, ni desde el punto de vista de las ideas que defienden, ni desde el ángulo de quienes los apoyan. Hay argentinos que sueñan con Charles De Gaulle o Winston Churchill, o añoran a Arturo Frondizi. A todos ellos hay que recalcarles una obviedad importante: ninguno de estos ilustres seres humanos es candidato. Así que Massa o Milei.
–¿En qué pueden consistir sus respectivas políticas económicas?
–Primero y principal, depende de las circunstancias. El arranque de la política económica del próximo gobierno no puede ser el mismo si la tasa de inflación de noviembre es de 4% o de 40% mensual. Esto es particularmente importante para quienes, pensando en la política económica que se aplicará a partir del 10 de diciembre, privilegian la ideología y los grandes principios a las circunstancias y los conocimientos específicos.
–¿Qué más?
–En el caso de Massa, está tan ocupado trabajando como ministro de Economía de un gobierno que políticamente no existe, y como candidato, que seguramente no tuvo tiempo para pensar en qué consistirá su política económica, en caso de ganar. Supongo que tiene en claro que no podrá ser “más de lo mismo”, porque una cosa fue aguantar y otra es pensar un período presidencial completo.
–¿Y en el caso de Milei?
–El principal desafío, en caso de ganar, será cómo transformar sus ideas en proyectos de ley, decretos, resoluciones, etcétera; tarea más difícil de lo que parece a primera vista. La política económica son prioridades, porque los recursos son escasos y tienen usos alternativos.
–¿Qué tienen que hacer con los anuncios que hicieron durante la campaña electoral, en caso de ganar?
–Revisarlos, sin temor a ser calificados de traidores. En función de realidades inesperadas, restricciones políticas, etcétera. Quien tiene una responsabilidad ejecutiva y se aferra a lo que alguna vez dijo aunque hayan cambiado las circunstancias, es parte del problema, no de la solución.
–Volvamos al principio de esta conversación. ¿Qué le diría a quien piensa votar en blanco o no votar en la próxima elección?
–Que tiene tiempo hasta el 19 de noviembre próximo para revisar su decisión; que lo utópico mejor es enemigo de lo posible y que hay mucho en juego. No es cuestión de migrar si gana uno u otro de los candidatos, es cuestión de ejercer una opción.
–Mi querido tocayo, muchas gracias.