¿Qué sabe Santiago Cafiero que nosotros no?
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Alan Greenspan, cuando era titular del Sistema de la Reserva Federal, a un joven que se acababa de incorporar al directorio de la institución -cuando éste le preguntó qué debía hacer frente a las invitaciones que recibía por parte de los medios de comunicación y las universidades-, le respondió en los siguientes términos: “mirá, pibe; si podés, no vayas; si no tenés más remedio que ir no hables y si no tenés más remedio que hablar, no digas nada”. Don Alan era un maestro en emitir sonidos, que no es lo mismo que hablar, cada vez que era convocado por el Congreso de Estados Unidos.
El jefe de Gabinete del gobierno argentino acaba de decir que “no habrá devaluación ni antes ni después de las elecciones”; antológica afirmación que rivaliza con “ésta será la última devaluación”, pronunciada por Adalbert Krieger Vasena en 1967, y “el que apueste al dólar va a perder”, de Lorenzo Juan Sigaut, en 1981.
¿Usted conoce a alguien que, en base a la citada afirmación de Santiago Cafiero, haya modificado sus expectativas, o haya vendido sus dólares para aprovechar los rendimientos en pesos? Yo tampoco.
Un país que padece inflación desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y que entre 1970 y 1992 le quitó trece ceros a la moneda local, tiene una frondosa historia en materia devaluatoria.
En la enorme mayoría de los casos la devaluación no fue una opción. La excepción fue la dispuesta por Carlos María Moyano Llerena, a mediados de 1970, que modificó el tipo de cambio para defender las reservas (¿no es al revés, que las reservas se usan para defender el tipo de cambio?). Pero pensar que Celestino Rodrigo o Jorge Remes Lenicov podían no devaluar es no pensar. Federico Pinedo, en abril de 1962, no devaluó, sino que liberó el tipo de cambio. Tampoco fue una opción: el Banco Central se había quedado sin reservas y tuvo que actuar en medio de una profunda crisis política.
¿Y si el jefe de Gabinete dijo lo que dijo porque sabe que alguien dentro del Poder Ejecutivo está diseñando un programa económico consistente y relevante, uno de cuyos resultados es que no haya necesidad de devaluar, ni ahora ni nunca; información que obviamente ni usted ni yo tenemos? No lo descarto, pero error tipo I, error tipo II, todos tomamos decisiones sobre la base de que la afirmación que inspiró estas líneas sólo refleja que Cafiero no le pidió instrucciones a Greenspan.
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