Qué nos enseña una antigua fábrica de campanas
Desde 1892 los Bellini se instalaron en San Carlos Centro, Santa Fe para dedicarse a la fundición. Cuenta Miguel que su bisabuelo Juan Bautista, originario de Piamonte (Italia) se embarcó en Génova con destino a estas tierras en busca de un sueño de prosperidad. No eran lares desconocidos, ya que él y sus hermanos mecánicos venían seguido a la Argentina a hacerle servicio a las máquinas de trillar antes de la campaña de cada año.
Se bajaban en la estación ferroviaria de Matilde y de ahí se trasladaban esos pocos kilómetros que separan a esta localidad de San Carlos Centro. Pero Juan Bautista , el hermano mayor decidió quedarse. Eran como diez u once hermanos cuenta Miguel, y si alguno fallecía el próximo en nacer le ponían el nombre de aquél.
La vida de las personas está tremendamente influída por hechos fortuitos. El hecho de estar en un momento y lugar indicado impacta en nuestras relaciones y elecciones. Así fue que en San Carlos estaban construyendo el templo y habían contratado a otro italiano para hacer la campana. Éste tenía armada una fundición provisoria de hornos a leña que no daba con la temperatura necesaria para culminar el trabajo. La solución fue asociarse con Juan Bautista, que tenía un cubilote con motor a vapor ideal para lograrlo. Fue el nacimiento del matrimonio del apellido Bellini y las campanas.
La tradición familiar hoy continúa de la mano de Miguel y sus cuatro hermanos. Es un mercado muy pequeño, y por momentos sin movimiento: no extraña cuando Miguel cuenta que sus campanas tienen una vida útil de 500 años. Incluso las últimas exportaciones registradas en la Argentina según Tarifar datan de 2015 por apenas 24.400 dólares. Ello no impide que cada tanto Miguel exporte sus campanas inigualablemente artesanales a países vecinos como Uruguay, Paraguay y Bolivia y tenga pedidos de cotización de muchos otros países.
También suenan en importantes catedrales del país como la Basílica de Guadalupe en Santa Fe o la Catedral de Córdoba. Es la única empresa que produce campanas artesanalmente en toda América, a excepción de otra de México que tiene un catálogo y presencia en este mercado.
Utilizan un método para fundir bronce que se denomina moldeo a la cera perdida, que "data de hace cerca de cinco mil años, cuando la campana nacía en China", dice Miguel. Consiste en armar un modelo de cera, embarrarlo hasta lograr un molde de barro y luego quemar la cera y verter el bronce. Solo en Europa subsisten algunos campaneros que utilizan este método que le confiere una calidad singular a estas campanas que llegan a pesar 700 kilos.
La fundición de la campana siempre estuvo ligada a la religión. La campana en el cristianismo es el llamado de Dios a sus fieles, como en el judaísmo se usa el corno y la trompeta o en el islam el canto. Eran los frailes quienes se especializaban en la vieja Europa en la fundición, y por eso incluso el ejército les encomendaba fundir cañones (muy ligados a las campanas en la historia).
Las campanas tienen un elevado valor fundado en el cobre que junto al estaño conforman el bronce. Este cobre necesita ser de extrema pureza, y en general se obtiene del rezago eléctrico. El estaño proviene principalmente de Brasil y Perú.
Cuenta Miguel que está trabajando principalmente con el mercado interno, y que es testigo de un cambio de cultura. Hoy la gente escucha una campana y se altera, dice. Y agrega, en las escuelas el timbre la fue reemplazando por lo que cada vez se venden menos campanas chicas de 10 o 12 kilos, pero "seguimos haciendo lo que nos gusta", dice. Son campanas que tienen una precisión que industrialmente no se logra, y un sonido de historia viviente y pasión sin igual.
Cuando preguntan por qué exportan las empresas, la respuesta habitual es para buscar más ventas, diversificar riesgos, alargar ciclo de vida de productos, contrarrestar la estacionalidad, o mejorar la imagen de la empresa, entre otras. Pero no todo es como dicen los libros, Miguel (que también se dedica a la actividad agropecuaria) vende y exporta sus campanas, aún en este mercado tan pequeño, por una importante cuota de pasión, y para dar continuidad al sonido que su familia heredó hace más de 130 años.
Son cargas que se hacen con muchísimo cuidado, en estos casos, en camiones que consolidan a varios exportadores en Zona Primaria Aduanera de Santa Fe Capital que se convierten en compañeros y testigos de una venta histórica. En el supuesto de campanas de mayor porte se cuenta con la opción de solicitar autorización para circular a Vialidad Nacional, y de exportarse vía marítima está la posibilidad de utilizar contenedores flat rack, e incluso buques de carga general, aunque como dijimos, por el momento las ventas han sido a países vecinos.
El dicho dice, billetera mata galán. Pero pasión mata billetera. Como dijo Espósito (Francella), en un momento inolvidable de "El Secreto de sus ojos", "un tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar (Bejamín), no puede cambiar... ¡de pasión!". Hay actividades que se hacen porque más allá de lo económico tienen el misterio de la dicha. De saber que hacemos algo que nos conecta con lo que somos, con nuestras raíces, con la familia y con el sentido de la vida.
Como escribió Milan Kundera, allí donde habla el corazón, es mala educación que la razón lo contradiga.•