Que los granos paguen el gas no es tan sencillo
Imaginemos por un instante que, como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, en la Argentina el mayor gasto en dólares por importar gas fuera exactamente igual al mayor ingreso en dólares, por exportar trigo, maíz y soja. Perfecto, diría alguien, trasladando al país en su conjunto lo que podría ser cierto en el caso de una persona o una empresa.
Cuando se trata de un país se presenta un doble desafío. Uno, de la cuenta mercaderías de la balanza de pagos; y otro, de naturaleza fiscal. En cuanto al primero, ¿seguro que ambos importes serán iguales? ¿Seguro que aparecerán sincronizados en el tiempo? Porque reservas líquidas para financiar un desfasaje parece que no hay.
El desafío fiscal es aún más grave. Claro que al productor/exportador, que elabora productos cuyo precio internacional aumentó fuertemente, con facilidad puede pagar el pretendido aumento de las retenciones. Pero igual pone el grito en el cielo, no solamente porque a nadie le gusta pagar más impuestos, sino porque –en base a la experiencia– sospecha que este Gobierno siempre tiene formidables destinos para el aumento de la recaudación, diferentes de los que anuncia cuando trata de lograr consensos para aprobar la legislación.
Ejemplo: ¿Se piensa ayudar a los productores agropecuarios de Corrientes, que sufrieron los incendios o tendrá prioridad la actualización de los planes sociales, particularmente los que reciben aquellos que destrozan el Palacio del Congreso?
Junto a lo cual cabe preguntar: si el mayor costo de las importaciones de gas no serán abonadas por los demandantes, de manera que seguiremos transformando gas muy caro en energía eléctrica barata; ¿Seguro que con el mayor valor de las exportaciones de granos podremos financiar el mayor valor de las importaciones de gas?
Todo es un aquí y ahora; es lamentable, pero es así. El análisis profesional queda en un segundo o tercer plano, frente al permanente tira y aloja entre un Poder Ejecutivo debilitado, no creíble, que carece de un equipo económico, y un sector privado que no tiene más remedio que gastar enorme cantidad de energías en ver cómo sobrevive a reglas de juego recontrainciertas.
Última: el análisis anterior supone que habrá gas, aunque a mayores precios; porque si no hay, ahorraríamos algunos dólares, pero al precio de gastar más en combustibles más caros. Es un escenario lamentablemente no descartable.