Tres motivos para creer en la Argentina
Si nos animamos a cambiar en serio, a fondo, sin soluciones mágicas ni atajos, la Argentina tiene todo para dar un salto productivo, con Vaca Muerta, el Campo y la Economía del Conocimiento a la cabeza
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El 22 de noviembre de 2022, desde Qatar, Lionel Messi nos pedía a los argentinos (y, en realidad, a todo un planeta que quería verlo ganar) que confiemos, que ese grupo no nos iba a dejar tirados. Un mes después, volvía a la Argentina abrazado a la copa, culminando el arduo proceso de reconstrucción que había comenzado la Selección Nacional cuatro años antes. Así, Messi le ponía el broche de oro a una carrera perfecta, en la que ganó todo, incluso esa copa que recién pudo besar en el quinto intento.
En el camino nos mostraron a los argentinos que el trabajo y el esfuerzo al final rinden sus frutos. Nos enseñaron que sostener un proceso en el tiempo tiene su recompensa y que, aunque tengas al mejor de la historia con vos, para que pueda explotar sus virtudes, siempre es necesario rodearlo de un equipo en el que todos contribuyan, con humildad y entrega total, a conseguir el objetivo final.
Sin embargo, al igual que ese 22 de noviembre, los argentinos elegimos creer, porque nos veíamos reflejados en el sacrificio, la entrega y la identidad de ese equipo liderado por Messi, yo confío plenamente en los argentinos, en lo que somos capaces de hacer, y en la potencia de nuestra tierra, en todo lo que tiene para ofrecer la Argentina, el mejor país del mundo.
Hay cientos de motivos por los cuales creer en la Argentina y en los argentinos, pero voy a hablar de los que para mí son los tres más importantes para lo que viene, y los que nos van a permitir crecer a tasas chinas si hacemos bien las cosas.
Vaca Muerta
Vaca Muerta tiene la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo no convencionales más grande del mundo. De lo que quizás no seamos conscientes es del nivel de desarrollo tecnológico y técnico con el que cuenta nuestra formación. Para que tengamos una idea, hoy Vaca Muerta exporta conocimiento y tecnología a la cuenca del Permian, el yacimiento equivalente de Estados Unidos, y tiene un costo de producción menor a la mitad del que existe en el país del norte. Todo un testimonio de la potencia innovadora que es el talento argentino.
El petróleo, los equipos y, en especial, la voluntad de las empresas para elevar enormemente la producción están ahí. Tal como están hoy las cosas, se producen unos 360.000 barriles diarios y se prevé llegar a 1.000.000 para 2030. Cuando el Estado argentino licitó la última ampliación de Oldelval, lo hizo por 36.000 m3: las empresas ofrecieron 125.000 m3. Quedó demostrado ampliamente que la industria no necesita al Estado para invertir y crecer, que la producción está, y que los privados están dispuestos a hacer las inversiones que hagan falta, gasoductos y oleoductos incluidos.
Entonces, ¿por qué no funciona? Porque el Estado argentino cambia las reglas de juego todo el tiempo, metiendo la mano principalmente en los precios máximos del barril (barril criollo), en la disponibilidad de divisas (cepo) y en las exportaciones, abriéndolas y cerrándolas a su antojo, para evitar que los precios internos se disparen (en lugar de utilizar los impuestos internos como válvula de alivio).
En este punto en particular, es poco lo que el Estado tiene que hacer para que Vaca Muerta vuele: principalmente, correrse del medio. Es decir, el Estado tiene que enfocarse en crear un marco regulatorio que permita la expansión de la industria, sin intervenir en los precios ni en las condiciones de exportación, además de garantizar a las empresas la disponibilidad de divisas. Nadie va a venir a invertir a la Argentina si no va a poder acceder a la rentabilidad que esa inversión genera. En este último punto ayudará la reforma de la Carta Orgánica que tenemos preparada, en la que se prohíbe por ley el cepo.
Hoy operan unos 35 equipos de perforación, lo que implica una inversión de USD 8000 millones. Estamos hablando de que podríamos duplicar la producción al cabo de dos o tres años, llevando el total de equipos a 70 y el monto de inversión a USD 16.000 millones. Esto implicaría un desarrollo inusitado para las provincias productoras y para todo el país.
Campo
El campo es, históricamente, el principal proveedor de dólares para una Argentina que sufre de escasez de divisas crónica. Sólo en el primer trimestre del 2023 y (hay que decirlo) con la sequía más brutal de la historia a cuestas, el sector generó exportaciones por USD 20.000 millones, principalmente oleaginosas, cereales, proteína vegetal y otros productos de economías regionales (maní, peras y manzanas, limón, yerba mate). Todo con un gobierno manifiestamente en contra de sus intereses que son, en fin, los de todos.
El campo argentino es un sector dinámico e interconectado que se posiciona como el principal motor de desarrollo para el país. Representa el 18% del PBI, aporta US$80.000 millones al año, con el 65% del total de las exportaciones y, en términos de empleo, genera unos 2,6 millones de puestos de trabajo, un 19% del total, principalmente en el interior del país, en pueblos y ciudades en los que constituye la única fuente de ingreso de esas poblaciones.
Es un error creer que es un sector tradicional: el campo argentino es uno de los sectores de mayor innovación tecnológica. Lo que hacen es, lisa y llanamente, revolucionario. Basta recordar que innovaciones que cambiaron para siempre la producción agropecuaria en el mundo, como la siembra directa o el silobolsa, son inventos argentinos.
Su capacidad productiva proviene de años de innovación tecnológica que llevó a reducir brechas de productividad, potenciar sus exportaciones y generar más puestos de trabajo que ningún otro sector, de forma sostenible en el tiempo. Somos líderes globales en siembra directa, en ganadería pastoril y silvopastoril, en menor deforestación por hectárea sembrada y en producción de biocombustibles, entre otras acciones, muchas de las cuales tienen un foco en la producción sustentable y sostenible.
Además, el campo no es un sector aislado, sino que trabaja de forma interconectada con otras industrias como la del conocimiento, que permitió el desarrollo de distintas startups, “Agtech” y “Fintech”, que brindan soluciones tecnológicas para producir más de forma eficiente, tener trazabilidad en un mundo que pide más información para el consumidor y en el desarrollo de nuevas alternativas de financiamiento para ahorrar e invertir, entre otras innovaciones.
El campo argentino tiene todo el futuro por delante y tiene la capacidad para generar una nueva revolución productiva, como ya lo ha hecho en el pasado. Pero necesita que la política acompañe o que al menos no moleste. Necesita de un normal funcionamiento de mercados, sin trabas ni cupos, reglas de juego claras e instituciones fuertes y con capacidad de acción. El campo requiere una marcada desregulación económica, eliminando lo antes posible todas las retenciones a las economías regionales y reduciendo paulatinamente las de los principales cultivos, con la soja a la cabeza.
Con sacarle el pie de encima, para el 2030 el campo podría exportar por un total de US$100.000 millones y pasar de producir 140 millones de toneladas de granos a más de 200 millones de toneladas.
Economía del conocimiento y sector fintech en particular
La Argentina es el país con más unicornios tecnológicos (empresas que valen más de US$1000 millones) por cada mil habitantes de todo Latinoamérica, con 10 en total. Los primeros cuatro unicornios argentinos fueron Mercado Libre, Globant, OLX y Despegar. En 2019 se sumó Auth0 y en 2021 llegaron Vercel, Aleph, Mural, Tiendanube y Ualá.
En términos de volumen de exportación, la balanza comercial del sector arroja un saldo positivo de US$840 millones, con US$7840 millones exportados y US$6994 millones importados, datos que ubican a la Argentina como el segundo exportador de la región, por detrás de Brasil, y número 38 en todo el mundo.
Actualmente, la economía del conocimiento emplea unas 500.000 personas con un marcado perfil federal, con ciudades como Mendoza, Córdoba o Tandil, que son mecas de la industria tecnológica, por fuera del centralismo porteño.
Yendo al mundo fintech en particular, en la Argentina existen más de 330 empresas, que emplean a unas 30.000 personas, con un crecimiento anual compuesto cercano al 15%. Esta industria es quizás una de las de mayor dinamismo en la economía argentina, no solo desde el punto de vista de los ingresos y puestos de trabajo que genera, sino porque tiene un impacto directo en la inclusión financiera de los segmentos más bajos de la población, generando instrumentos de ahorro y crédito en poblaciones históricamente relegadas. Adicionalmente, el advenimiento de las billeteras virtuales y los medios de pago digitales han permitido evitarle a la Argentina y a los argentinos problemáticas aún mayores que las que existen actualmente en términos de manejo de efectivo. Basta con imaginarse la cantidad industrial de billetes que debería poseer una persona si todas sus transacciones, grandes o pequeñas, debieran ser únicamente en efectivo. Una pesadilla aún peor a la actual.
Todos estos datos dan cuenta de un potencial único en la región, porque todo este desarrollo se ha dado incluso a pesar de un gobierno que en los últimos cuatro años se ha dedicado a poner palos en la rueda al sector de la economía del conocimiento, en general, y a la industria fintech en particular, con regulaciones incoherentes y obstaculizando el acceso a divisas de empleados y emprendedores que exportan servicios fuera de la Argentina.
Imaginen el impacto que tendrá liberar el cepo y todo tipo de arancel o impuesto a este segmento del aparato productivo argentino, en una primera instancia. Ni hablar de un escenario donde, al igual que ocurrió entre 2015 y 2019, se generen reformas laborales e impositivas que promuevan y empujen el crecimiento de este sector. No es descabellado pensar en ganarle a Brasil esa final, también.
Así las cosas, los argentinos estamos, una vez más, en una encrucijada. Estamos, como tantas otras veces en la historia, ante una decisión trascendental: hacer lo correcto y comenzar un proceso de reconstrucción, juntos, en equipo, con la convicción de que el trabajo y el esfuerzo continuo van a rendir sus frutos. O volver a caer en la tentación de las recetas mágicas, de las soluciones que venden los profetas de cotillón de turno, lo que indefectiblemente nos va a llevar al mismo lugar en unos años, aunque seguramente un poco peor que ahora.
Los invito a todos, a creer, a confiar en este equipo que es Juntos por el Cambio. Seguimos siendo ese partido que, con nuestros errores y aciertos, revolucionó y cambió para siempre la dinámica política de la Argentina, desde hace casi 20 años.
*El autor es Director de Asuntos Legales y Monetarios del CEPP
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