Pymes y grandes empresas, partes del ecosistema de la producción
1 ″Pymismo”. A la hora criticar o apoyar medidas vinculadas al carácter productivo y al desarrollo del país, levantar la bandera defensora de las pymes parece ser la solución más eficiente para validar conceptos económicos. Se dicen frases como: “Esta medida afectará a las empresas y no me refiero a las grandes empresas, sino a las pymes. O, por ejemplo, la idea de generar tributos que beneficien a las pymes en detrimento de las grandes empresas tiene una amplia aceptación. Sin embargo, las buenas intenciones no lo son todo y las medidas deben tener en cuenta al ecosistema en el que están las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas. Absolutamente todas son necesarias e, incluso, complementarias.
2. Definición. Que una unidad sea considerada “pequeña o mediana empresa” depende de dos conceptos: la cantidad de empleados y la facturación que, a su vez, depende del sector. Una empresa que se pasa de un cierto nivel de facturación porque vende más, o que incrementa su plantel, probablemente deje de ser mediana, para pasar a ser grande. ¿Es esto algo negativo? Sería raro pensar que sí. Las pymes juegan un rol trascendental en cualquier economía moderna, no solo en la Argentina, principalmente por la capacidad que tienen de generar empleo y por el alcance de economías de especialización. Pero no son independientes de lo que sucede en el tejido empresario general, en el cual son proveedoras y clientes.
3. Estructura. Los registros de empresas argentinas indican que hubo un estancamiento en la cantidad desde 2011 y una contracción desde mediados de 2018, en línea con la dinámica del (de)crecimiento. En el año 2020, tras una fuerte destrucción por efectos de la pandemia, el total de empresas llegó a 549.000: más de 99% tiene menos de 500 empleados, enmarcándose en de lo que se conoce como mediana empresa, mientras que hay solo 1331 empresas con más de 500 empleados. Esas pymes tienen al 60% de los empleados del sector privado formal.
4. Empresas grandes. Hay ciertas características que se asocian con una estructura grande. Entre ellas, la capacidad de innovación tecnológica, a partir de la capacidad para ejecutar internamente y autofinanciar actividades de investigación a gran escala. Además, hay una ganancia de eficiencia y calidad no alcanzable por una empresa pequeña o mediana (por ejemplo, por su capacidad financiera). La gran empresa, lejos de ser una máquina de sacar ventaja por sobre los consumidores, es el motor para que a lo largo del tiempo se produzcan las innovaciones que permiten aumentar la productividad, reducir los precios de los productos internos, mejorar la calidad y lanzar nuevos productos. Sería imposible explicar el desarrollo de países como Japón, Taiwán y Corea del Sur sin la presencia de grandes empresas.
5. Más y mejores. Las políticas dirigidas a las pymes ayudan a resolver las fallas de mercado como, por ejemplo, la falta de acceso al crédito, las dificultades para ofrecer sus productos al mundo y la necesidad de facilitar la dinámica comercial y financiera con empresas de gran tamaño. Sin embargo, una decisión económica puede estar asociada a desalentar el crecimiento de las pequeñas empresas en su transformación hacia ser medianas y grandes. El foco debe estar puesto en facilitar la creación de más pequeñas, medianas y grandes empresas, sin limitar el alcance de su actividad y ayudando a superar barreras.
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