Putin: un experto en amagos de inversiones rusas que nunca llegaron a la Argentina
El presidente de Rusia firmó una gran cantidad de acuerdos y se vio con todos los presidentes desde Néstor Kirchner hasta Alberto Fernández; sin embargo, jamás se concretaron los desembolsos
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Vladimir Putin es el único presidente del mundo que puede exhibir una foto con cada uno de los últimos cuatro jefes de Estado argentino. Se fotografió con Néstor y Cristina Kirchner, con Mauricio Macri y con Alberto Fernández. Con todos firmó decenas de acuerdos y les prometió que invertiría miles de millones de dólares en infraestructura. Jamás acompañó ningún proyecto importante, aunque acaba de vender casi 900 millones de dólares en trenes que comprará la Argentina. Un verdadero experto en amagos.
Desde aquel primer encuentro en Nueva York con Néstor Kirchner, Putin ilusionó a todos. Era septiembre de 2005, el presidente ruso esperó a Kirchner en un salón del piso 18 del hotel Waldorf Astoria. Las charlas fueron sobre energía y desarrollo petrolero. “Son temas en los que podemos dar un salto cualitativo muy grande”, dijo Kirchner, acompañado por entonces el canciller Rafael Bielsa; el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido; la senadora Cristina Fernández, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. El ruso les tiró un número antes de que termine la reunión: les recordó que su país había acumulado US$150.000 millones en reservas y que pretendía invertir en el exterior.
Fue música para los oídos argentinos. Era la época de los primeros amagos. La relación comercial creció y alcanzó su pico en 2013, cuando el intercambio llegó a un pico de casi US$2500 millones. Entonces empezó en un tobogán descendente que recién volvió a tomar cierto camino inverso por la compra de vacunas. Pero más allá de la compra de productos, las inversiones siempre fueron promesas.
En aquel 2013, De Vido viajó con varios empresarios. El ministro tenía varios laderos de peso: el secretario de Obras Públicas, José López; Gustavo Weiss, titular de la Cámara de la Construcción; Juan Chediak, vicepresidente de la Cámara; Hugo Dragonetti, presidente de Panedile -todos involucrados en la causa Cuadernos- y Juan Manuel Collazo, titular de Helport, una compañía del Grupo Eurnekian. Estas dos últimas firmas integraron el consorcio que participó en la licitación de las represas Kirchner y Cepernic, junto a las compañías rusas Inter Rao y Power Machines. Todos ilusionados con el dinero ruso; no llegó un peso.
Walter Fagyas, era presidente de la petrolera estatal Enarsa, fue el más ambicioso: firmó un convenio con Rushydro para “explorar el desarrollo de la energía mareomotriz”. Nunca se produjo un mega ni se avanzó en un proyecto que contemplara esa fuente de electricidad. Eso sí, a Moscú peregrinaron todos.
En julio de 2014, Putin realizó una gira por La Habana que concluyó en la ciudad brasileña de Fortaleza, en la cumbre de los llamados entonces pujantes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Antes se hizo tiempo para hacerse una corrida a la Argentina. Cristina Kirchner y su par ruso firmaron acuerdos de “cooperación en materias de comunicación, de asistencia legal recíproca en materia penal y de cooperación en el uso de la energía nuclear pacífica”
Un año después, la actual vicepresidenta llegó a Moscú. Se trajo decenas de convenios rubricados por ambos. Entre varios hubo uno que despuntó. Se trató del “Memorando De Entendimiento” entre el Ministerio de Planificación Federal y la Corporación Estatal De Energía Atómica “Rosatom” sobre la cooperación en la construcción de una central nuclear en territorio argentino. Allí se estableció un proceso de consultas “para la construcción de la sexta central nuclear de diseño ruso basado en el tipo de reactor vver-1000 con una capacidad total de hasta 1200mW”. A eso se sumó un acuerdo preliminar con Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA) para la contratación y construcción de una central nuclear con un reactor de uranio enriquecido y agua liviana en el país.
Otro de los papeles rubricados que prometían millones que llegaron desde aquel viaje fue el contrato de financiamiento de la represa Chihuido I, en Neuquén. Se trataba de un proyecto hidroeléctrico con aprovechamiento del agua para riego que se hacía en conjunto con el Grupo Eurnekian. Según la comunicación oficial, los trabajos debían comenzar a más tardar el mes de septiembre de 2015. En 2022, nadie hincó una pala en el lugar. El gobierno de Mauricio Macri intentó reflotar aquella licitación. Ante los primeros llamados, los rusos decían que estaba el dinero. Sólo hubo que hacer doble clic en el punto para confirmar que jamás nadie autorizó el crédito a la Argentina.
De ese viaje también vino un acuerdo entre Banco Nación y la entidad financiera rusa Vnesheconombank sobre cooperación en materia de financiación a las exportaciones.
Finalmente, el último capítulo. Alberto Fernández volvió a traer promesas de inversiones desde su viaje a Moscú. Eso sí, antes de ir, dejó avanzado en Buenos Aires la decisión de comprarle material rodante. Seguramente escuchó “gracias” en ruso. Y después, le reiteraron las promesas que ya llevan décadas.
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