Punta Mogotes: vuelve el hijo del Pato de Mar del Plata, el ícono detrás de un negocio de 52 años

París tiene la torre Eiffel; Roma, el Coliseo y Mar del Plata, al Pato de Punta Mogotes. Este verano, El Pato fue noticia porque volvió su descendencia. A la icónica escultura que habita desde hace 50 años en las esquinas de Av. de los Trabajadores y Aráoz se le sumó su “hijo” Felipe, un pato más chico que había estado en reparación por varios años, causando furor entre los veraneantes.

Cristian Englebienne es la segunda generación de propietarios, hijo del matrimonio fundador, Ana María Mateos y su esposo belga Guibert Englebienne.

Este año El Pato se vestirá de fiesta: para su cumpleaños número 52, durante la primera semana de febrero será intervenido por un artista. También se realizará una fiesta con artistas en vivo organizada por el Tiki bar, que comanda Matías Merlo, el renombrado cantinero mogotense. La gente podrá llevarse souvenirs del Pato: remeras, gorras y el vaso de cerámica.

El vaso y el trago homónimo del El Pato, que se sirve en el famoso Tiki bar.

Las claves del negocio

“La gente sigue volviendo todos los veranos a saludar al Pato por la nostalgia que tienen de sus veranos como niños. Es común ver personas de 50 o 60 años que vienen a sacarse fotos solos o con sus hijos o nietos porque les trae buenos recuerdos”, dijo Englebienne con emoción para explicar la atracción que genera la estatua.

El Pato es un comercio de artículos de playa (reposeras, sombrillas, salvavidas) que comenzó en 1972 como un negocio fotográfico que se llamaba “Klick” ubicado en la avenida Luro. Luego de un par de años de actividad, a sus dueños les surgió la oportunidad de comprar un gran espacio que se llamaba “El Triángulo’'. Consistía de tres locales e incluía lo que es El Pato hoy.

“Cuando mis viejos compran estos locales cambian el nombre del negocio a El Pato. El primer local vendía pasajes de colectivo, el segundo objetos para playa y el tercero se dedicaba a la venta de artículos de pesca”, dijo Englebienne a LA NACION. Esta compra la realizaron en sociedad con dos hermanos peruanos, de apellido Muzzio. Cuando la sociedad se disolvió, los Muzzio se quedaron con el negocio fotográfico y Ana María y Guibert Englebienne, con El Pato.

El Klick también tuvo el primer videoclub de Mar del Plata, y en la distribución ese anexo quedó del lado de El Pato.

“En esa época El Pato empezó a agrandarse, y abrió una segunda sucursal en la Av. Colón y Jujuy en Mar del Plata, con el mismo nombre. También llegó a tener locales muy importantes en Villa Gesell y en Miramar”, dijo Cristian Englebienne.

El empresario tiene clara cuál es la misión del negocio y que no se circunscribe a un tipo específico de producto: “La razón social del negocio es ‘Todo para sus vacaciones’, y es lo que nos motiva a nosotros. Resolver la necesidad del turista, que va cambiando a través de los años. En la Argentina, si no te adaptás, sos pato al horno”, dice riendo.

Origen incierto

“El Pato vino con la propiedad y realmente no sabemos por qué está acá. Es parte de un misterio que no queremos saber. Al igual que con la edad, que es aproximada. Para mi mamá que le pregunten la edad del Pato es un tema, porque está directamente relacionado con sus años”, cuenta Englebienne.

Lo que sí se sabe son las distintas etapas que transitó El Pato. A la escultura inicial le agregaron una cámara fotográfica para relacionarla con el comercio, luego se demolió y se construyó la segunda que tenía una cabeza giratoria que se rompió a causa de un temporal y el último es el actual, el pato con la camisa de manga corta.

La escultura ha pasado por diferentes tendencias. En el mundial del ‘78 vestía una camiseta de la Argentina, también tuvo looks según cuál era el auspiciante del momento. Cada año trae un nuevo atuendo para El Pato y cada verano él se renovará camaleónicamente.

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