Punta del Este. La reunión en la que el círculo rojo intentó comprender a Alberto Fernández
La mayoría de los invitados ya no puede distinguir si el origen fue un mito o una realidad, pero cuentan que después de la crisis de 2001 muchos millonarios argentinos que eran amigos, terminaron peleados. Tiempo más tarde, para intentar salvar esas distancias, el banquero Jorge Brito, dueño del Macro, inventó como remedio una reunión en su estancia Mamá Ganso, en Punta del Este. Se realizaría en enero y congregaría al establishment. Los enconos se disiparon; el encuentro sigue.
La última reunión en Mamá Ganso ocurrió el sábado pasado. Los invitados debían llegar a partir de las 21.30 y estaban invitadas las parejas. Los últimos se fueron a razón de las 2.30 del día siguiente. El clima acompañó.
Comieron pescado o cordero a elección, bebieron vinos salteños y hablaron de política y economía. Las conversaciones que flotaban de grupo en grupo y LA NACION reconstruyó a partir de diversas fuentes giraron en torno a un objetivo sobresaliente: comprender cuál es el plan del presidente Alberto Fernández, algo que ni los propios pueden aún explicar.
La extracción empresaria era nutrida, pero prevalecían los banqueros nacionales. Al anfitrión se les sumaron Eduardo Escasany, dueño del Galicia; José Luis Pardo, del Mariva; Javier Bolzico, presidente de Adeba y Norberto Peruzzotti, exmiembro de esa entidad, entre otros.
La Unión Industrial Argentina (UIA), la mayor central empresaria del país, tuvo sus representantes. Estuvieron su presidente, Miguel Acevedo; el titular de Fiat Chrysler Automobiles, Cristiano Rattazzi y José Urtubey, de Celulosa. Adelmo Gabbi, presidente de la Bolsa porteña, y el constructor Gustavo Weiss, también estuvieron en la lista.
Haciendo equilibrio entre la empresa y la política se la pasó José Ignacio de Mendiguren, histórico miembro de la UIA, diputado del Frente Renovador y hombre de confianza de Sergio Massa. El Vasco, como le dicen, es un habitual asistente a la reunión, pero llevó una credencial nueva: será el presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). Recayó en esa estación luego de esquivar la propuesta para presidir el Banco Nación, del cual había sido director, algo que también fue tema de conversación. De Mendiguren todavía recuerda cuando estaba en la entidad y Domingo Cavallo lo llamaba, según sus palabras en reuniones privadas, para "ponerle plata" a Buenos Aires porque la Casa Rosada necesitaba cerrar tal o cual acuerdo.
Quienes hablaron con Mendiguren dicen que estaba entusiasmado por el nuevo puesto que ocupará en la gestión de Alberto Fernández. También reconocen que no dio ninguna precisión con respecto a las medidas que tomará la Casa Rosada en materia económica. Una desilusión para los asistentes. Después de todo, era lo más parecido a un político oficialista que había llegado a la estancia.El tema excluyente de conversación económica fue la negociación por la deuda pública argentina. En términos que están al borde de cruzar los buenos modales, De Mendiguren les volvió a decir a los empresarios que el FMI quiere que primero se cierre la negociación con los tenedores privados de bonos. Es lógico, pensaron: cuanto menos haya que poner para los demás, más quedará para el Fondo Monetario.
Las conversaciones sobre la deuda fueron circulares a lo largo de la noche. Esa porción del establishment llegó a la conclusión de que el gobierno de Alberto Fernández aún no empezó. Comenzaría en marzo, fecha marcada en el calendario del ministro de Economía, Martín Guzmán, en la que debería haber novedades sobre las negociaciones.
Acompañan, pero con preocupación, definió uno de los asistentes en relación con el pensamiento de los invitados sobre el Gobierno. El diagnóstico fue que Fernández aumentó la presión impositiva y profundizó el ajuste iniciado por Mauricio Macri para transmitirles señales a los acreedores, pero nadie sabe cuál es el plan económico para el país una vez que esté solucionado el problema de la deuda.
Otro que acaparó la atención fue Carlos Melconian, uno de los economistas preferidos del círculo rojo. Amigo de Brito, tiene la particularidad de hablar con Mauricio Macri –fue presidente del Banco Nación en su gestión y se fue enemistado con Marcos Peña, Gustavo Lopetegui, Mario Quintana y Federico Sturzenegger, para hacer una lista corta-, algo que volvió a hacer en los últimos días. Pero también con su sucesor, Fernández. Nada que sorprenda: aunque estaba en las antípodas de su pensamiento, solía ser consultado por Néstor Kirchner. Con Melconian hablaron de todo, pero respondió casi nada. Un poco porque intentó ser reservado, una regla de pertenencia que parecen mantener todos los invitados al encuentro, y otro tanto porque cada vez menos economistas se animan a hacer pronósticos en la Argentina. Al menos así lo pensaron quienes lo rodearon.
Más allá de la incertidumbre por la economía, la reunión llegó a su fin de manera apacible. No es poca cosa para un encuentro al que Cristina Kirchner había puesto en el centro de la escena en el final de su segundo mandato. La vicepresidenta está en los pensamientos de los empresarios por muchos motivos, pero quizás ninguno caló tan hondo como cuando mencionó al grupo de Mamá Ganso como desestabilizadores del país.
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