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- Los inversores profesionales y las grandes empresas pagaban ayer por encima de 150 pesos para girar legalmente dólares a cuentas del exterior vía el contado contra liquidación. El público, en la calle, acepta asumir un costo de 155 pesos o más para canjear los cada vez más devaluados pesos por dólares.
- Las divisas de la exportación del campo que se habían prometido desde el Gobierno por un supuesto acuerdo con las grandes cerealeras y procesadoras de granos aparecen a cuentagotas, dado que lógicamente los productores se resisten a malvender sus reservas en silobolsas.
- A esta altura la pregunta que se formula el mundo político y económico en la Argentina es cómo hará el Gobierno para salir de este atolladero sin terminar convalidando una fuerte devaluación en la cotización del dólar oficial.
- El camino parece obvio. Para que el Gobierno recupere reservas y aparezcan los dólares, los de la ciudad y los del campo, es evidente que se necesita que mejorare el tipo de cambio tan artificialmente bajo que reciben los que producen las divisas o tienen dólares en sus cuentas.
- A 80 pesos el dólar oficial, que menos las retenciones significa entre $63 y $75 según lo que se exporte, nadie vende. Y, desde luego pujan por vaciar al Banco Central, todos los que necesitan esas divisas, importadores y empresas con deudas por bonos emitidos en el mercado.
- La decisión de devaluar o no el dólar oficial es finalmente una determinación política, un acto administrativo. En la realidad de los hechos, el peso ya se devaluó y se devalúa todos los días, cada vez que el Gobierno emite miles y miles de billetes sin respaldo. Cada vez que se cubre el déficit fiscal con emisión se devalúa la moneda. La pregunta siempre es finalmente quién firma el decreto de la devaluación. Y sobre todo cuándo y en qué circunstancias.
- De momento el equipo económico y la Casa Rosada insisten en que pueden resistir sin devaluar. Cerrar el cepo todo lo que sea necesario y restringir las importaciones al extremo, según los dólares que vayan ingresando de los exportadores. Frenar un poco la súper emisión de pesos si la pandemia lo permite, subir tasas y ofrecer bonos atados a la devaluación para frenar la presión al dólar.
- Un escenario que agravaría la parálisis de la economía por la escasez de insumos y el freno al consumo si la devaluación del peso sigue empinando las cotizaciones del dólar en los mercados libres. La brecha podría trepar severamente, lo que agravaría el cuadro actual. Y nada garantiza que el Banco Central no siga perdiendo peligrosamente reservas.
- Claro que devaluar tiene el enorme costo del golpe inflacionario que eso significaría en alimentos y productos básicos. Con el dólar a 80, las empresas de consumo masivo con precios máximos denuncian que tienen un atraso entre 22% y 25%. ¿Qué pasaría si el oficial sube a 100 pesos o 120? Cabe aclarar que en el precio de 150 del dólar libre, aparece el 30% del impuesto al dólar más el 35% del anticipo del impuesto a las ganancias. En mercados libres sin los impuestos, el dólar podría oscilar entre 100 y 120.
- Muchos opinan que si efectivamente el Presidente toma la decisión de devaluar no debería desaprovechar esa opción y disponer una renovación en su elenco de Gobierno. Una solución intermedia sería una devaluación y a la vez un desdoblamiento cambiario para permitir un dólar más atractivo para los exportadores que ingresen divisas, por ejemplo, a 100 pesos, pero que esas reservas no se vayan otra vez en ahorro y turismo. Para esos consumos y tal vez importaciones no esenciales, podría haber un mercado libre sin afectar las reservas.
- Toda teoría. En la práctica, el Gobierno sigue mostrando enormes dificultades de gestión y para tomar decisiones. Tal vez porque en todos los casos, en todos los conflictos, el Gobierno aparece de los dos lados del mostrador. Nunca se sabe para dónde va a girar o va a corregir. Las presiones del Instituto Patria para que Alberto gire mucho más a la izquierda son cada vez más complejas de aceptar para el Presidente, si lo que se pretende es recomponer la confianza y avanzar en una negociación con Washington y el FMI.
- El caso de la relación con Venezuela y la política exterior se parece mucho al caso Vicentin. Los sectores de izquierda de la coalición gobernante que se identifican con Cristina avanzan hasta chocar con la opción pública y el ala occidental del gabinete de Alberto Fernández. Luego toca retroceder, como ayer en la ONU contra el régimen de Nicolás Maduro, al que se lo había justificado en la OEA. Nadie queda conforme, se pagan los costos políticos a uno y otro lado de la grieta, que ya es interna y estalla dentro del oficialismo.
- Ocurre con la política exterior, con la política de seguridad, con las tomas de tierras, con la reforma judicial, con el estatismo económico y con el aumento agobiante de los impuestos. La rebelión del campo contra el impuesto de Máximo Kirchner y Carlos Heller va creciendo.
- En ese marco de tanta incertidumbre política, tampoco se sabe de qué lado del mostrador se colocará el Presidente para salir de la encerrona cambiaria. Escuchará los consejos del ala occidental de la alianza que lo llevó al Gobierno o seguirá atado al relato, la retórica y los cepos cada vez más paralizantes que le recomienda el ala oriental, que ya ni siquiera lo respalda demasiado.
- Devaluar sin plan y sin convicción sería inútil. Hacer nada y esperar los acontecimientos no resuelve los problemas. En general los agrava.
Por Willy Kohan
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