Proyecto 2021: la trifecta para sumar votos que lastima a la economía
Los especialistas en impuestos aseguran que se está configurando un esquema de gravámenes “proconsumo” y “antiinversión”; las tres decisiones claves que cambiaron la recaudación en un año electoral
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Hay un concepto que se repite entre quienes estudian el esquema tributario: los “impuestos invisibles”, aquellos gravámenes que tienen un impacto no tan explícito en el bolsillo -como sucede en el caso de Ganancias, por ejemplo-, pero que están presentes e inciden en el valor de los bienes y servicios que se compran en una economía. A esos gravámenes, dicen, recurrió el Gobierno en las últimas semanas. En un año electoral, en la que se espera que los votantes lleguen a las urnas con algunos pesos más en el bolsillo sin demasiado costo político, el oficialismo elaboró una “triple jugada” que reconfiguró el mapa de recaudación.
Por un lado, pretende subir el mínimo no imponible de Ganancias a $150.000 brutos, medida que excluiría de este gravamen a casi 1,3 millones de personas. Por el otro, se revirtió el proceso de disminución de la alícuota para las sociedades que reinvertían sus utilidades, por lo que quedará en el 30%. Finalmente, y si se aprueba en Diputados, suspenderá por un año más el compromiso de las administraciones locales de disponer exenciones y de bajar las alícuotas de Ingresos Brutos para cumplir con un esquema de valores máximos.
En otras palabras, el esquema tributario quedaría así: menos recaudación por impuesto a las ganancias de las personas, pero más recaudación por impuesto a las ganancias de sociedades y por Ingresos Brutos, un gravamen clave para las arcas de las provincias. Es un plan “proconsumo” y “antiinversión”, señalaba la economista María Castiglioni, de C&T Asesores Económicos, minutos después de escuchar a Alberto Fernández en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
La mención al tributo que permitiría “poner más plata en el bolsillo” y el hecho de que no se mencionaran cambios en otros gravámenes que servirían para incentivar la reactivación económica a través de la inversión preocupó a la analista.
De hecho, 2020 dejó un dato preocupante de cara al futuro de la Argentina: en el segundo trimestre, la tasa de inversión, que mide la inversión sobre el Producto Bruto Interno, fue del 9,5%, un mínimo histórico, incluso por debajo de los niveles de 2002, en medio de una crisis económica y política de grandes magnitudes.
“Están sacando impuestos visibles y agregando impuestos invisibles”, señala Isidro Guardarucci, economista asociado de FIEL. “Cuando una persona se compra algo, no sabe cuánto paga de Ingresos Brutos: es el impuesto más dañino en los costos”, apunta.
En cambio, las empresas saben bien cuánto incide en sus planes: una encuesta de la consultora KPMG demostró que el 66% de las empresas considera que la carga fiscal que mayor impacto tuvo en los precios en 2020 fue Ingresos Brutos, 16 puntos porcentuales más que el año pasado. Este gravamen conforma alrededor del 75% de las provincias, señala el especialista.
En ese sentido, Marcelo Capello, economista jefe de Ieral, señala que probablemente la decisión respecto de este impuesto tiene que ver con el hecho de que la mayor parte de la recaudación del Estado este año vendrá por derechos de exportación y el “impuesto a la riqueza”, que son dos recursos no coparticipables, y a una potencial presión de los gobernadores por este motivo.
Algo similar sucede con el impuesto a las ganancias de las sociedades: “En el inconsciente colectivo está la idea de que estos gravámenes no nos afectan nada, y en realidad es complejo llegar a entender el impacto, porque en definitiva son los que desalientan las inversiones”, dice Guardarucci.
En cambio, señala, se optó por reducir la presión fiscal en un impuesto “que no pagan los más necesitados” en el país, pero sí que es “el que más se ve, el que hace sentir que te sacaron plata del bolsillo”.
Cita al economista clásico John Stuart Mill y dice que el plan del Gobierno no es una idea nueva: “Desde el siglo XIX que se habla de que si querés agrandar el Estado, hay que sumar impuestos invisibles, porque los visibles presionan a mayor responsabilidad fiscal”. En otras palabras, si la población ve que le “están sacando plata del bolsillo”, crispará más los ánimos y pedirá indirectamente que se ordenen más las cuentas.
“La Argentina es un país con presión tributaria muy alta, y plagado de impuestos de mala calidad, muy distorsivos, que afectan la competitividad de la economía, como en el caso de Ingresos Brutos, y también tiene un sistema tributario regresivo, porque descansa excesivamente en los impuestos al consumo”, describe Capello, de Ieral.
Los impuestos “indirectos”, que están ocultos en los precios, no son detectados por los consumidores y “no permiten un adecuado control de los ciudadanos sobre la cuantía y calidad de los servicios públicos que recibe del Estado”.
“Cuando en un sistema tributario resultan mayoritarios los impuestos de este tipo, existe poco control ciudadano sobre las acciones del Gobierno”, advierte el economista. Ejemplos de estos impuestos son el IVA, los impuestos internos, el impuesto de Sellos y algunas tasas municipales.
En un año electoral, en cambio, la reforma en el esquema tributario fue política: “Es cuestión de desgravar adonde hay mucha gente de por medio, como en Ganancias, y dejar de bajar impuestos a empresas, que no tienen tanto costo político, o sumar gravámenes como el de las grandes fortunas, con un grupo menos extenso de gente: es pura lógica electoral”, concluye.
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