Los cerebros detrás de Milei y el informe reservado que entusiasma a Patricia Bullrich
Ya está redactado el trazo grueso de las reformas del Estado que propone el libertario, donde se destaca un personaje en ascenso; hay contactos en silencio con figuras rutilantes de la oposición para mejorar las chance en el Congreso; Massa se juega todo en cuatro días y prepara más operaciones sobre el dólar mientras que el equipo de Patricia Bullrich recibió el último jueves información destacada de uno de los mayores bancos del mundo
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El contorno grueso del molde en el que Javier Milei quiere hacer entrar al Estado en caso de ganar las elecciones ya está hecho. El encargado del dibujo es Eduardo Rodríguez Chirillo, que trabaja junto a quienes serían ministros en caso de que el libertario gane las elecciones bajo la supervisión de Nicolás Posse.
En un hipotético 11 de diciembre triunfal, Milei pondrá en marcha tres cambios fundamentales: la ley de reforma del Estado, la derogación de una decena de normas y la denominada ley de ministerios, que ya está redactada. Luego, vendrá todo lo demás.
Rodríguez Chirillo es un especialista en reforma del sector público que vivió mucho tiempo en España, pero volvió al país bajo los influjos que genera la cercanía al poder, de la que ya probó en otro momento.
Su pasado puede aportar información sobre el futuro si Milei es presidente. Durante el primer gobierno de Carlos Menem, Rodríguez Chirillo trabajó con Carlos Bastos, que era secretario de Energía bajo las órdenes del ministro Domingo Cavallo.
En 2001, el propio Bastos volvió a la función pública, ahora como ministro de Infraestructura, cuando Cavallo regresó al poder para intentar, sin éxito, rescatar al gobierno de Fernando De La Rúa. Esos años están más vivos que nunca en el ecosistema libertario. No solo por la recuperación positiva del exministro de Economía, sino también porque Rodríguez Chirillo será secretario de Energía si gana Milei. Un ascenso encomiable con respecto a la posición que ocupaba a principios de los años 90.
Las terminales de Milei comenzaron a moverse para tener con quién hablar en la futura conformación del Congreso. El más activo es Guillermo Francos, ya anunciado como potencial ministro del Interior. Recorre el espinel sin importar la bandera política que represente quien esté del otro lado. Un ejemplo de su agenda: buscará un encuentro con el gobernador salteño Gustavo Sáenz, cercano al ministro de Economía, Sergio Massa. También intentará un acercamiento con Florencio Randazzo, candidato a vicepresidente de Juan Schiaretti. Es decir, competidor de Milei.
Francos tiene un umbral muy bajo para concertar reuniones. Habla con todos los que quieran hablar con él. Y les pide que, a su vez, difundan ese mensaje a otros.
Hay más caminos en La Libertad Avanza que conducen a Córdoba. En conversaciones informales, se mencionó a dos nombres de la gobernación de Schiaretti para sumar a un equipo que muestra muchos casilleros vacíos. Son su ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano, y el presidente del banco de esa provincia, Daniel Tillard.
Giordano tuvo a principios de este año un encuentro con Milei que se mantuvo en secreto. Le presentó su libro “Una vacuna contra la decadencia”, donde propone cambiar el régimen de coparticipación federal para que las provincias más grandes se autofinancien.
Son ideas que le gustan al libertario. También el origen político de Giordano, que formó parte de Acción por la República, el partido que fundó Domingo Cavallo, además de haber formado parte del gabinete del Ministerio de Trabajo que orientaba el entonces jefe de Economía.
Milei tiene cada vez más relevancia incluso en territorios que desconoce. A tal punto, que genera confusión y comete errores no forzados que intentan capitalizar algunos de sus rivales. El último giró alrededor del valor del peso y puso en evidencia el dispositivo jurídico policial del Gobierno para enfrentar la crisis cambiaria.
El “FBI” que Massa prometió poner en marcha si es presidente comenzó a funcionar para el control del dólar blue con más frecuencia desde hace 12 días. El capitán del equipo es Guillermo Michel, titular de Aduana, a quienes sus propios compañeros le reconocen un estilo a veces polémico, pero efectivo.
Desde que llegó Massa a Economía, Michel intenta instalar la idea de percepción de riesgo. En otros términos, el hecho de que a quien haga operaciones con el dólar fuera del marco de la ley, le puede llegar un castigo. Ese temor escaló como nunca antes entre los arbolitos porteños el miércoles pasado, cuando detuvieron a distribuidores minoristas de dólar ilegal y provocaron imágenes que recorrieron el país.
La puesta en escena tiene un objetivo específico. Desalentar la distribución minorista de dólar paralelo en los cuatro días hábiles que quedan antes de las elecciones, ya que mañana será feriado. La primera prueba de ese mecanismo ocurrió al comienzo de octubre. El blue detuvo el alza el 5 (repitió el precio de $843). Coincidió con los operativos en la City. El “FBI” del blue repetirá la receta a partir del martes.
En la práctica, fue un operativo menor con respecto a la redada a las grandes operaciones cambiarias que les había tendido la Comisión Nacional de Valores (CNV) el último lunes. Ese día, el organismo que maneja Sebastián Negri dispuso nuevas restricciones para las operaciones de empresas que, según el mundo financiero, terminarán limitando la operación con Cedear. Son instrumentos que permiten comprar acciones extranjeras en pesos. Fue la reacción a un acto reflejo de los dueños del dinero para sacar plata de la Argentina.
Emisarios del Gobierno se habían comunicado con las principales sociedades de bolsa para pedirles que redujeran al 10% sus operaciones de compra de dólares financieros, que en general se hacen a través de la compra y venta de bonos.
Quienes querían sacar plata al exterior, entonces, buscaron un camino lateral: comenzaron a usar acciones de empresas extranjeras que se pueden operar en el país mediante Cedear, algo que hizo subir el precio implícito del dólar para esas operaciones.
Las autoridades lo notaron mediante un dato delator: la operación con Cedear de Apple, por ejemplo, estaba por encima de lo habitual. Eso generó una distorsión cada vez mayor entre el dólar cable (para sacar plata del país) hecho con bonos o con Cedear.
Massa estirará el límite de lo posible para controlar sin dólares las corridas cambiarias que, se descuenta, continuarán en los próximos días. El ministro se involucra personalmente en las conversaciones. Envía mensajes de WhatsApp a las sociedades de bolsa para conocer el pulso del mercado. También negocia cara a cara con petroleras, automotrices y cerealeras para que ingresen dólares.
El directorio del Banco Central sabe desde hace tiempo que este momento llegaría. El último miércoles reanudó la venta de pases bancarios con Sedesa. Es la abreviatura para Seguro de Depósitos S.A., una sociedad público-privada que administra un fondo de garantía de depósitos del sistema bancario. Es decir, una cobertura.
El organismo que maneja Miguel Pesce, además, debió vender una cifra récord de divisas esta semana, y su posición en efectivo en las cuentas de la Fed (el banco central norteamericano) cayó a un nivel alarmante también a mitad de semana.
La situación de emergencia llevó a que ayer saliera de urgencia desde Buenos Aires a Pekín un grupo de funcionarios del Banco Central. Volverán el martes después de estar solo un día en China. Debería alcanzarles para poner en marcha la segunda parte del swap (préstamo) con ese país, que aún no está operativo, más allá del anuncio. Massa quiere usar esa carta con libertad.
Las reservas del Banco Central dan más miedo que Halloween. A tal punto que incluso quienes critican a Pesce agradecen su templanza tras tantos años involucrado en la autoridad monetaria.
Sin reservas, la única manera de frenar corridas cambiarias es con regulaciones y el manejo de la tasa de interés. El Gobierno sabe, también, que esas armas pierden efectividad cuanto más se usan.
El “FBI” del dólar sumó esta semana un agente inesperado. La denuncia de Alberto Fernández contra Javier Milei por su recomendación de no renovar depósitos en pesos despertó sospechas en La Libertad Avanza. Si bien Massa dejó trascender su enojo con el Presidente, hay un tuit incómodo de Malena Galmarini. Al menos así lo interpretaron en la orilla libertaria.
La titular de AySA había sido crítica contra Milei y Ramiro Marra (otro de los denunciados) el martes pasado. Utilizó el hashtag #TerrorismoEconomicoMilei, similar al término “aterrorizar” que aparece en la presentación judicial de Alberto Fernández.
Mientras la política peleaba, el sistema bancario temía. Claudio Cesario, presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA, la cámara que agrupa a la banca extranjera en el país), se enteró de la discusión a través de una colaboradora.
En la tarde del lunes, los representantes de los bancos pusieron en marcha un dispositivo para difundir un comunicado. Firmaron también Adeba (bancos nacionales), ABE (entidades especializadas) y Abappra (reúne a entidades públicas). Estuvo de acuerdo con el comunicado la exministra de Economía, ahora titular del Banco Nación, Silvina Batakis. No hizo correcciones.
Los banqueros están desilusionados con la imagen de debilidad que la sociedad tiene de sus instituciones. Esa molestia los conduce a una provocación. Uno de los más importantes se sinceró el último jueves en una reunión privada: si la gente quiere venir a retirar los dólares, que venga y se los lleve todos, dijo.
No sólo presumía de la supuesta fortaleza del sistema, sino que lamentaba el hecho de que no pueden prestarle a nadie en esa divisa. Dicho de otra forma, los dólares sólo ocupan lugar en el banco.
El hecho de que no haya crédito es un beneficio indirecto para el Gobierno. Como al sistema le sobran billetes, puede prestárselos sin problemas al Gobierno para que aumente la deuda. Quizá por eso el secretario de Finanzas, Eduardo Setti, tiene menos trabajo del que debería, según las condiciones en las que está el país, para conseguir que el sistema le siga prestando dinero al Estado.
Los bancos seguirán siendo actores estelares de la conversación política en los próximos cuatro días. Uno de ellos, de hecho, despertó un optimismo renovado en Patricia Bullrich el jueves pasado alrededor del mediodía.
El J.P. Morgan es uno de los dos bancos de inversión más grandes de Estados Unidos. La oficina local se dedica al negocio mayorista. Es decir, grandes clientes y no pequeños inversores. Desde allí surgió un informe sobre la evolución del voto en la Argentina que va en contra de la mayoría de los resultados que, presuntamente, anticipan las encuestas.
Según el trabajo de este banco de inversión, entre el 4 y el 5 de octubre pasados se cruzaron las curvas de intención de voto entre Bullrich y Massa, que quedó relegado, en este informe, al tercer lugar.
La particularidad de este documento es que combina encuestas con proyecciones matemáticas hechas por una entidad dedicada, entre otras cosas, a anticipar, también en base a cálculos, los movimientos del mundo financiero.
Las curvas entre los dos candidatos que pelean por entrar al balottage se cruzaron en un momento en que la agenda pública estaba dominada por el escándalo de Martín Insaurralde, el de Julio “Chocolate” Rigau y la escalada de los dólares libres. Se entiende, entonces, por qué el enorme esfuerzo del tándem Massa-Michel por mostrar un interés mayor al habitual en desalentar a los arbolitos.
La crisis cambiaria dejó esta semana una imagen que puede resumir todo. Un testigo indiscreto vio a Guillermo Francos a bordo de su auto parado en un semáforo en la ciudad, cuando una persona se le acercó a la ventanilla para pedirle una colaboración económica. Le dio un billete de $1000. Después de todo, se trataba solo de un dólar.
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